Lejos de los grandes desarrollos turísticos de otras partes, Alacranes es uno de esos pocos lugares en la costa de Yucatán donde todavía es posible desconectarse y estar en verdadero contacto con la naturaleza. Escondido a 140 kilómetros, mar adentro, no hay más que un faro y unas cuantas palapas. La isla, una pequeña franja de tierra en la inmensidad del Caribe, apenas mide 26 kilómetros de largo y 14 de ancho. Sin embargo, las más de cien especies que habitan ahí lo hacen un destino imperdible.
Llegar no es fácil. La única forma de hacerlo es en un viaje en barco que toma alrededor de tres horas desde el puerto de Progreso, muy cerca de Mérida. Además, en Alacranes no se permite el acceso de más que 111 personas todos los días. No hay ningún tipo de hotel ni servicio, por lo que la única opción es acampar y es necesario traer víveres desde tierra. Pero, a pesar de todos los obstáculos que implica la visita, este archipiélago secreto es una auténtica joya lista para ser descubierta por quienes se animan a hacer el viaje.
Además de la paz y la calma que se respiran apartados del resto del mundo, el atractivo principal de Alacranes es su vida marina, que concentra lo mejor de toda la Península de Yucatán. Bucear o snorkelear para conocer el arrecife que rodea la isla y que, de hecho, es la estructura coralina más grande del Golfo de México, es una experiencia imperdible. A diferencia de destinos de este tipo en otros lugares del mundo, no requiere demasiada experiencia, por sus aguas bajas, y es un excelente sitio para conocer grandes corales.
Nadando en Alacranes es común encontrarse con los singulares peces león, delfines y a veces incluso mantarrayas. En temporada especial, normalmente entre mayo y octubre, la isla también se llena de tortugas marinas que tocan tierra para desovar. En fin, la isla ofrece un espectáculo natural con cada vistazo.
Alacranes es una experiencia muy diferente a las que hemos empezado a acostumbrar en otros destinos de Yucatán. Aunque quizá lejos de comodidades y servicios, el paisaje natural puede volver cualquier otra cosa prescindible. Es un trayecto complicado, pero inigualable y, sin duda, vale la pena considerarlo si estás de viaje por Mérida.
