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París es de esas ciudades interminables que hasta el viajero más curtido no acaba de conocer. Su grandeza y esplendor hacen de cada caminata cotidiana algo extraordinario. Siempre hay un jardín secreto, un museo desconocido, una panadería por descubrir o un edificio al que no se le había mirado con detenimiento
Antes de viajar
El Sena divide a la ciudad en dos grandes universos. Lo que queda hacia el sur es la ribera izquierda, donde se concentra mayoritariamente el París que resaltan los libros de historia, las guías de viajes y los souvenirs. En la ribera derecha está la ciudad compleja, urdida con matices y desperfectos, acaso más vibrante por ser más heterogénea.
París, como ya lo dijimos, es un destino interminable. Su oferta cultural y gastronómica es difícil de igualar y está siempre renovándose.
Lo imperdible
Uno no se puede ir de París sin probar lo típico: un croissant, un buen café mientras haces people watching, una larga caminata por alguna de sus amplias avenidas. Rentar una bicicleta para andar a la orilla del Sena, y ya bien cansado decidir entre una baguette o un restaurante de un par de estrellas Michelin.
París es una ciudad capaz de complacer los gustos más diversos. Simplemente hay que tener claro desde dónde se quiere explorar.
Cómo moverse
París es una de las ciudades con mejor sistema de metro en el mundo. Prácticamente todos sus barrios están conectados y tiene un diseño que le facilita a cualquiera navegarlo.
Cuando llegues al aeropuerto de CDG, podrás tomar alguno de los trenes RER que te conectan con el centro de la ciudad en cuestión de media hora.
París está lleno de museos y atracciones de fama internacional, pero puede que lo mejor de sus calles esté lejos de los reflectores.
El museo Louvre ha anunciado que buscará mejorar la experiencia de sus visitantes, reduciendo las entradas hasta un tercio.
Ya lo sabíamos pero la UNESCO viene a reafirmarlo: la baguette francesa es todo un monumento a la historia gastronómica del país galo.
Seducido por la idea romántica de conocer París de la mano de Julio Cortázar, empaqué una pesada edición de Rayuela. Está es la historia de cómo la arrastré durante cuarenta días por toda Europa.
Estas magníficas casonas antiguas, convertidas en hoteles, conservan su esencia tradicional.
En estos distritos se encuentran algunas de las joyas arquitectónicas, museos y panaderías menos exploradas de la capital francesa.
En la ribera derecha está la ciudad compleja, urdida con matices y desperfectos, acaso más vibrante por ser más heterogénea.