Fantasía vaquera: así es el Rodeo de Houston

El rodeo más grande del mundo está en Houston: casi tres semanas de bbq, country y vaqueros montados en caballos salvajes.

01 Aug 2025

El rodeo más grande del mundo se ve exactamente cómo te imaginarías: millones de asistentes con sombreros y botas vaqueras, cientos de puestos de barbecue, gente a caballo y algunos de los ídolos más importantes de la música country. Todo en el exuberante e ininterrumpido lapso de 20 días, que no podrían suceder en ningún otro lugar más que en el corazón de Texas.

El Rodeo de Houston es el epítome de esa máxima texana que asegura que todo es más grande en el estado de la estrella solitaria. El evento ocupa durante casi tres semanas seguidas el complejo multiusos alrededor del NRG Stadium. Desde el estacionamiento, hasta un vecino centro de convenciones, una arena y el interior del estadio mismo, con capacidad para más de 72 mil espectadores, donde todas las noches se lleva a cabo el concierto de un artista de talla mundial.

A pesar de todo, no es un recinto que le quede grande a un evento que justamente este año rompió su propio récord de asistencia: 2,611,176 personas repartidas entre casi tres semanas y los diversos rincones y actividades del rodeo, donde, por supuesto, hay algo para todos.

Es al mismo tiempo un Disneyland para vaqueros y una oportunidad para ver a las estrellas más grandes del pop. Un paraíso para carnívoros y un laboratorio de comida frita, donde no hay nada que no pueda sumergirse en aceite hirviendo. Es puramente texano, tan texano como algo puede ser, pero al mismo tiempo inesperadamente diverso e internacional.

O sea que sí, quizá sea fácil imaginarse lo que puede pasar en el rodeo más grande del mundo, pero en todo ese espacio también caben muchas sorpresas. De hecho, lo mejor del Rodeo de Houston es lo imprevisto, las sorpresas que la fantasía vaquera le reserva a los primerizos que, como yo, llegan a la fiesta sin sombrero ni botas.

Un destino natural para el rodeo

Quizá haya más de una ciudad en Estados Unidos que pueda reclamar el título de capital vaquera. Se trata de un estilo de vida arraigado en el paso de varias generaciones, una razón de orgullo entre quienes lo viven en su forma más auténtica, una cultura que se extiende por todo el centro del país, desde las Dakotas hasta Texas.

Sin embargo, en toda esa extensión no hay otro destino que presuma de organizar el rodeo más grande del mundo. Un evento de semejantes dimensiones requiere de una ciudad que esté a la altura y, en este caso, Houston es la respuesta obvia. No sólo por contar con la capacidad y la infraestructura necesaria para recibir a más de dos millones de personas, sino también porque, como el propio rodeo, es una ciudad suficientemente amplia como para que todos esos asistentes la vivan a su propia manera.

Houston es diversa. Así como puede autonombrarse la capital vaquera de Estados Unidos, también es el epicentro del lujo texano, además de la cuna del Tex-Mex y del hip-hop sureño. Pero, ese mosaico cultural único, que se corona durante los días del rodeo, de alguna forma es ignorado por muchos en el resto de Estados Unidos, el mundo e incluso hasta por los propios locales. Afortunadamente, los días del Rodeo de Houston son el mejor pretexto para descubrir la ciudad.

Compras, para quien olvidó el sombrero y las botas

Quizá lo primero que le venga a la mente a muchos cuando piensan en Houston son las compras. Pero, hay de compras a compras y en este sentido la ciudad tiene una amplia oferta. No sólo se limita a los gigantescos malls y outlets que pueden ser la perdición de muchos shopaholics, pero que para otros (como para mí, he de aceptar) pueden ser una pesadilla de aburrimiento y muchedumbre.

Por eso The Heights fue un buen descubrimiento. Apenas al noreste del centro de Houston, este es un barrio único en la ciudad. Históricamente preservado como un núcleo residencial, primero para la clase media pero que a finales del siglo XX fue yéndose a menos, abaratando sus precios, pero conservando el encanto de la arquitectura victoriana y estilo Queen Anne. De hecho, en el vecindario hay más de 100 edificios incluidos en el registro de edificios históricos de Estados Unidos.

De la combinación entre encanto natural del barrio, su ubicación céntrica y la baja de los precios residenciales, en los últimos años The Heights se ha ido haciendo cada vez más atractivo para una demografía joven. Han ido llegando proyectos creativos para dotarlo de un muy necesario segundo aire, que puede verse en todo su esplendor a lo largo de la calle 19.

Esta es la avenida medular del vecindario y desde su planeación original, a finales del siglo XIX, se concibió como un núcleo comercial. Lo que llamará la atención inevitablemente a quienes visitan la calle por primera vez seguramente será The Heights Theater, que con las luces neón de su fachada hace sentir a los visitantes como en un viaje en el tiempo a la década de los 50. El teatro sigue funcionando con normalidad, pero ahora ha renovado su programación enfocada en conciertos de rock y artistas indie.

El resto de la calle está dominada por pequeños negocios, boutiques de ropa vintage como Manready, donde además tienen degustaciones de whiskey y talleres para hacer tus propias velas; tiendas de disco como Vinal Edge e incluso estéticas funky como Venus Hair, fácilmente reconocible por la carroza fúnebre de colores que maneja su dueña y que todos los días está estacionada afuera. Ningún rastro de grandes cadenas ni franquicias; The Heights es el tipo de lugar donde se toman muy en serio lo de ser local, orgánico y moderno.

Lujo texano

Texas es uno de los centros industriales y económicos más activos de todo Estados Unidos. Esto desde luego tiene sus maneras, no tan sutiles, de reflejarse en sus principales ciudades. Sumemos otra faceta inesperada a Houston, que entre exclusivos barrios residenciales y los altos rascacielos de Downtown también guarda una lujosa oferta de entretenimiento, hospitalidad y gastronomía.

La hotelería en la ciudad está a la altura, con diversas opciones de clase mundial donde destaca Four Seasons. El referente de la hotelería mundial lleva varios años aclimatándose al calor texano y el resultado ha sido una propiedad que integra el característico lujo de la cadena con auténticos detalles de la cultura local, justo en el vibrante centro de Houston.

Los altos rascacielos de Downtown no sólo son el punto de reunión habitual de importantes hombres de negocios texanos, pero también concentran el glamour de la ciudad, con las exclusividad que sólo puede ofrecer la secrecía de las alturas. Situado en un edificio de 30 pisos, Four Seasons Houston es el place to be para no perder nada de vista y vivir ese ambiente de primera mano. La panorámica desde cualquier habitación es especial, pero hay que subir a la alberca del roof top para relajarse y realmente dimensionar las proporciones de la ciudad. La definición exacta de un oasis urbano.

La propuesta culinaria completa la experiencia de altura. Si bien Houston se ha ido haciendo de una buena reputación gastronómica, más allá del sensacional BBQ y el Tex-Mex, seria y global con la llegada de la Guía Michelin a la ciudad y con talentos locales como el aclamado chef Aaron Bludorn, en realidad no hay que ir demasiado lejos del hotel como para darle una buena probada.

Toro Toro, el steakhouse de Four Seasons Houston, envuelve mucho de lo que la ciudad tiene que decir sobre sabor. El chef Richard Sandoval ha tomado las raíces de la carnicería texana, juntándola con las influencias latinoamericanas de la ciudad y un muy particular toque asiático para crear una propuesta original y francamente inesperada, que va desde clásicos como un churrasco de los mejores cortes de la casa, hasta un imperdible lobster mac & cheese.

Ahora, el as bajo la manga de toda la estancia tiene que ser la coctelería. Primero, por lo que está a la vista: la impresionante selección de bourbon en Bayou & Bottle, el bar del lobby, que tiene más de 200 botellas y ofrece experiencias de cata para acercarse a uno de los mayores, y quizá menos afamados, orgullos texanos. Después, lo que se guarda como un secreto: Bandista, un bar escondido detrás de un librero, al que sólo se puede entrar bajando el tomo indicado, como si estuviéramos en una película. Dentro se encuentra una mixología muy creativa con creaciones inspiradas en cócteles clásicos.

El distrito de los museos

Además de lo obvio, y lo no tanto, resulta que Houston también es una ciudad llena de cultura. Tan sólo en una recorrido por el Museum District es posible visitar 19 museos que van desde historia natural, hasta fotografía y arte al aire libre.

Quizá lo más destacado se encuentre en la colección del Museum of Fine Arts, un complejo de tres edificios que recorre los diferentes periodos del arte, desde la prehistoria hasta la época contemporánea, alberga una colección de casi 80,000 obras y forma uno de los museos más grandes de Estados Unidos. Otro imperdible es The Menil Collection, un complejo de galerías en el barrio universitario de Montrose que guarda una ambicioso compendio de arte contemporáneo con obras que van desde Yves Tanguy hasta Vija Celmins. Además del edificio principal, las locaciones satélite incluyen la famosa capilla sin denominación religiosa de Mark Rothko y la galería dedicada a Cy Twombly.

Aunque, de hecho, el nuevo núcleo cultural de Houston ha encontrado su sitio fuera del Museum District. POST, ha tomado un antiguo edificio del Servicio Postal en el centro de la ciudad, para reconvertirlo en un multiespacio dedicado a arte, música, gastronomía y comunidad. La actividad se concentra en su espacio de restaurantes, que como una especie de mercado reúne propuestas culinarias de todo el mundo, como el increíble ChòpnBlọk, inspirado en cocina del oeste de África. Pero, en terrazas, galerías, tiendas y salas de conciertos, fácilmente puedes pasar un día entero.

Este SÍ es mi primer rodeo

Después de un recorrido íntegro por la ciudad, ahora sí, a lo que vinimos. Durante los días que sucede, el Rodeo de Houston puede sentirse por todas partes en Houston. Incluso lejos del estadio y desde temprano, los sombrerudos ya se dejan ver por las calles con una presencia orgullosa. Parecería que, entre más estrafalario el look, mejor. Pero, una vez en el NRG, el raro soy yo, que voy de tenis y playera. Pero, tampoco es como que alguien lo note. Todos están demasiado distraídos por los cientos de estímulos que ofrece el día: juegos mecánicos, mucha comida, vacas de tamaños irracionales y el concierto de una leyenda del country. 

En sentido estricto, el rodeo es un deporte. De hecho, varias disciplinas ecuestres, entre las que se cuentan algunas de las proezas humanas más extremas que jamás haya visto a nadie realizar en mi vida. Todo gira en torno a unos enfurecidos animales salvajes que hay que someter, o al menos tolerar por la mayor cantidad de tiempo para obtener un premio económico. Algunos montan a estas bestias, otros las atrapan con un lazo, otros las conducen por un circuito a toda velocidad. Estos espectáculos son el pretexto central que justifican los 20 días que dura el evento, pero a su alrededor se ha instaurado un completísimo programa de actividades cuyo objetivo final consiste en que nadie en varias hectáreas a la redonda tenga pretextos para aburrirse

Por todos lados en el enorme complejo del NRG Stadium se puede encontrar algún estímulo emocionante. Como la extravaganza de comida frita que se sirve en un largo pasillo con diferentes puestos que se especializan en un platillo específico. Hay quienes fríen Oreos, otros Twinkies, chocolates Reese’s y hasta pepinillos. El frente culinario es una parte indispensable de cualquier rodeo, pero en Houston quizá más que en cualquier otro evento. De hecho, todos los años la programación empieza con el Campeonato Mundial de Bar-B-Que, un evento donde más de 250 equipos de cocineros de todo el mundo compiten para determinar quién tiene la mejor receta. Pero, los ganadores siempre son los asistentes, que pueden ir probando un poco de sus preparaciones mientras ellos cocinan en un laberinto de carpas.

A pesar de la diversidad de atractivos, la mayoría de los asistentes se dan cita en el rodeo a diario esperando el acto musical que concluye las actividades. Todas las noches, durante 20 jornadas, algún artista de talla mundial se da cita en el estadio para un concierto especial. La programación es variada. En casi 100 años de historia, el Rodeo de Houston ha recibido actos como Elvis, las Cheetah Girls, Selena Quintanilla, Taylor Swift o los Tigres del Norte.

Este año, la encargada de inaugurar el escenario fue la diva del country Reba McEntire. Nada tan ad hoc para un estadio ocupado por más de 70 mil vaqueros. Durante una hora Reba se dedicó a reafirmar su estatus de leyenda, no sólo entre sus más acérrimos fans, sino también entre neófitos en la materia como yo. La gente a mi alrededor cantaba a lágrima tendida y a todo pulmón grandes éxitos sobre despecho, infidelidades y el campo estadounidense. Dramas enteros apretados en canciones de cuatro o cinco minutos que la gente se sabía de memoria. Una experiencia alucinante.

Si te gusta el BBQ, el country, los deportes extremos y la comida frita, ya puedes ir planeando tu viaje a la próxima edición del Rodeo de Houston, que sucederá del 2 al 22 de marzo de 2026.

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