Shinjuku: un pedacito del viejo Tokio

En uno de los barrios más urbanizados del mundo sobreviven seis callecitas llenas de diminutos bares que conservan el sabor del Japón de los sesenta. 

16 Aug 2017

Primero fue un bar de whisky, a unas cuantas cuadras de nuestro hotel, el que llamó nuestra atención. Se veía pequeño, pero acogedor, y estaba sonando jazz. Al entrar, el dueño nos explicó que era un lugar “estilo japonés” y que la tarifa obligatoria era de mil yenes. No fue hasta salir de ahí —tras un par de yamazakis en las rocas— que descubrimos que había otro bar al lado, y otro, y otro, y otro más.

En realidad eran dos centenares de bares hacinados en seis callecitas muy estrechas, todos mínimos, con espacio para no más de diez personas, y especializados en algún tema: ya sea jazz, punk-rock o hasta flamenco. Unos cobraban la entrada, otros no. El más pequeño de todos tenía espacio para sólo cuatro personas y, dentro, la dueña veía una telenovela a todo volumen a la espera de su clientela.

No entendimos la magnitud del fenómeno, aunque estábamos bastante entretenidos, hasta que encontramos, en una de las esquinas, un mapa, ¡un mapa!, de los bares: bloques y más bloques de localitos tocándose entre sí: ¿habíamos entrado a otra dimensión? Probablemente sí.

Estos miniespacios se llaman nomiya (lugar para tomar) y sobrevivieron a las demoliciones desde los años sesenta, manteniéndose casi intactos, algo especial tratándose de una ciudad que se renueva constantemente, una y otra vez.

La intimidad del espacio no te deja mucha alternativa, tienes que convivir con los demás: el barman es el protagonista de la noche y termina orquestando a clientes frecuentes con extranjeros en su intento por entenderse, una misión que tiende a fracasar y a resumirse en sonrisas cordiales seguidas por un coro de personas que se desean al unísono kampai (salud).

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