Berger lleva tanto tiempo siendo sinónimo de lujo y elegancia en México y Latinoamérica, que podría parecer que siempre ha sido así. Pero, como cualquier gran legado, la realidad es que esta joyería ha recorrido su propia gran historia para convertirse en el emblema de belleza y creatividad que hoy conocemos.
Para ser exactos, este ha sido un recorrido de más de un siglo, a través de varias generaciones de la familia Berger. Además de retos, migraciones y, desde luego, muchos cambios para siempre mantenerse al frente de una industria en constante evolución.
En la actualidad, Berger es una de las firmas con mayor reconocimiento en el mundo de la joyería y la alta relojería. Pero, toda esta historia comenzó con un viaje.
Desde su primera ubicación, en la calle Madero de la Ciudad de México, Berger empezó a tomar prestigio entre quienes conocían de alta joyería en el país. Lo que los diferenció entonces, como ahora, fue la creatividad y el criterio de selección que ofrecían en la experiencia personalizada de cada cliente.
Berger Joyeros siguió consolidándose en México y en los 90 una nueva generación de la familia, con la incorporación de Ari y Sergio Berger, le aportó una frescura renovada al negocio.
Fue entonces cuando surgió la idea de expandir Berger a boutiques por toda la ciudad, siempre llevando lo mejor de la joyería y, desde entonces, también los mejores nombres de la relojería mundial como Rolex, Patek Philippe o Audemars Piguet, entre otras.
Berger se ha expandido a boutiques en Masaryk, San Ángel, Antara Polanco, Interlomas, Santa Fe y, más recientemente, en Mitikah, para seguir llevando lo mejor de la joyería al mercado mexicano.
