Tres lugares secretos para descubrir en Nueva York

Lugares que, a pesar de estar en plena ciudad, se mantienen relativamente fuera del camino tradicional del paseante.

09 Aug 2017

Tres lugares secretos en Nueva York

El pequeño faro rojo, Parque Fort Washington
Al norte de Manhattan, frente al puente de George Washington, hay un pequeño faro rojo que lleva el nombre oficial de Jeffrey’s Hook Light (pero todo mundo lo conoce como el pequeño faro rojo). Construido en 1880, su luz brilló por primera vez en las riberas de Sandy Hook, Nueva Jersey, desde donde se trasladó a su ubicación actual en 1921. Cuando en 1951 las autoridades de la ciudad consideraron que el faro era obsoleto y decidieron subastarlo al mejor postor, miles de niños enviaron cartas para rescatarlo. ¡Y lo lograron! Desde 1979 es considerado un monumento histórico y en septiembre de cada año se celebra el Festival Little Red Lighthouse, donde se organizan recorridos por el faro, lecturas y otras actividades.

La manera más fácil de llegar al faro es a pie o en bicicleta por la orilla del río Hudson, primero por el Parque Riverside y luego por el Parque Fort Washington. En bicicleta, el recorrido dura alrededor de una hora y media saliendo del centro de Manhattan. El camino, además de seguro, tiene vistas muy hermosas del río y puntos para detenerse a descansar o tomar algo. Aprovechando la visita al faro, una excelente opción es llevar comida, hacer picnic junto al río y ver el atardecer desde el Parque Fort Washington.

El Museo de Anatomía Mórbida, Brooklyn
Si eres un apasionado de los objetos extraños y te gustan los ambientes tétricos, el barrio de Gowanus, en Brooklyn, tiene el museo perfecto para ti. Inaugurado en 2014, el Museo de Anatomía Mórbida es un proyecto encabezado por Joanna Ebenstein, que durante años se dedicó a coleccionar libros y objetos sobre deformaciones anatómicas, esoterismo y otros asuntos relacionados con el tránsito entre la vida y la muerte.

Además de las exhibiciones temporales, el museo cuenta con una biblioteca con 2,000 títulos y una sección de repisas llenas de taxidermia, insólitos dispositivos médicos, frascos con animales en formol y otros tesoros fúnebres. Entre sus objetos más preciados, por ejemplo, se encuentra la máscara de La desconocida del Sena, un molde de yeso del rostro del cadáver de una chica que apareció flotando en el río en 1880. Si la visita te deja un poco alterado, en el primer piso hay un café y una tienda en donde puedes relajarte un poco antes de regresar al mundo de los vivos.

El Jardín de Shakespeare, Central Park
Entre los muchos jardines dedicados a Shakespeare que hay alrededor del mundo, uno de los más encantadores está al oeste de Central Park, en Manhattan. En él, pueden encontrarse más del cien especies de flores y plantas que aparecen mencionadas en las obras del dramaturgo británico. Dispersas en el jardín, que no es muy grande, hay bancas para sentarse a leer a Shakespeare rodeado de sus plantas favoritas. Identificarlas en sencillo: junto a cada una hay una pequeña placa de bronce que recuerda el fragmento en el que son mencionadas. Por cierto, si visitas Nueva York en verano intenta conseguir boletos para el festival Shakespeare in the Park, que cada año presenta obras clásicas de Shakespeare en el Teatro Delacorte, a unos cuantos metros del jardín.

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