Los cenotes tienen muchos significados. Son un lugar de aguas cristalinas, la puerta al inframundo, según los mayas y el remanente de un arrecife que tras la última era de hielo se transformó y dio la posibilidad de que naciera un nuevo tipo de vegetación y de fauna marina.
En México hay una gran cantidad de cenotes, sobre todo en el sur del territorio. Estos ojos de agua, además de ser la casa de cientos de especies, albergan en su interior cuantiosos fósiles de animales que vivieron en otras edades de la historia; vestigios que nos muestran el camino para resolver algunas dudas sobre el origen de la Tierra.
Un nuevo descubrimiento
El pasado 24 de enero se dio a conocer un nuevo descubrimiento al norte de la ciudad de Mérida. El espeleólogo Erick Sosa Rodríguez encontró un cenote (de 28 metros de profundidad) que contenía en su interior una cueva de 400 metros de largo. Se trata del tercer depósito de agua con cavernas más grande del municipio.
Aunque está bajo una zona urbana, el cenote se encuentra en buen estado. Al bucear en sus aguas, Sosa descubrió una gran cantidad de especies endémicas tanto animales como vegetales e incluso varias de ellas en peligro de extinción. Lo que convierte a esta caverna en un auténtico santuario natural.
Foto: Erick Sosa
Restos humanos
Además de la biodiversidad presente en estas aguas, la importancia de este hallazgo recae en la relevancia arqueológica del sitio. En las profundidades de la caverna se encontraron diversos fósiles de mamíferos marinos; los más impresionantes, hasta ahora, son las vértebras de un delfín de hace 20 millones de años.
Aunado a estos vestigios animales, también hallaron algunos restos humanos y piezas de cerámica. Estos últimos vestigios fueron supuestamente despojados por los mayas a modo de ofrenda a los dioses.
Foto: Erick Sosa
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