¿Qué hay que ver en Cadaqués? (El refugio de Dalí y Duchamp en la Costa Brava)
Arte, buen clima, buena comida y mucha historia aguardan en un recorrido por este pintoresco pueblo catalán.
POR: Diego Berruecos
Hubo un tiempo en que esto era un refugio para la inspiración. Ahora, todos los veranos, en la temporada de mayor afluencia, la policía tiene que cerrar la carretera para limitar el acceso y evitar que el pueblo colapse con los turistas que llegan en hordas. No es que haya dejado de ser una fuente de inspiración ni que haya perdido algo de su encanto, pero las multitudes son amenazantes y anticlimáticas, como en cualquier lugar del mundo. Por fortuna, todavía hay una pequeña ventana de tiempo ideal para visitar Cadaqués: justo cuando el calor del verano entra por el norte de España, pero los turistas aún no se han dado cuenta.
Desde Barcelona, no toma más de dos horas alcanzar la costa y llegar a este pueblo idílico de casas blancas y calas secretas. La distancia y la conveniencia desde luego tienen mucho que ver con la congestión, pues incluso es posible tomar el auto y salir de la ciudad para simplemente pasar el día y volver por la noche. Pero la recomendación tendría que incluir disfrutarlo lentamente y por varios días, caminando hasta donde la senda da con el mar. En ese punto seguro encuentras un chiringuito para curarte la sed del verano con una caña en la temperatura ideal y comer mariscos frescos.
Los artistas de Cadaqués
Los días así pasan fácil y los primeros en descubrirlo formaban parte de un grupo de extraordinarios artistas que eligieron el pueblo como un retiro de contemplación y descanso. Los veranos en Cadaqués durante los años treinta se veían muy diferente de como se ven ahora. En lugar de guiris armados con protector solar y sombrillas, se llenaba de artistas y bohemios que entendieron antes que nadie los beneficios del sol y la calma de la costa.
Muchos de ellos quedaron en el anonimato, pero algunos también brillaron como los artistas más ilustres de sus generaciones. Salvador Dalí es, desde luego, el mejor ejemplo, al punto de que la peregrinación para conocer su vida y obra en esta parte de España se ha convertido en el pretexto principal de muchos para visitar Cadaqués, un lugar que no escatima en encantos. Dalí vivó con Gala en una pequeña casa de pescadores en el pueblo de Portlligat. Ahí pasaba las temporadas de calor y trabajaba, dicen, inspirado por las formas rocosas y la vegetación que se pueden ver en peñascos y calas por toda la región. La casa ahora es uno de los museos más completos del artista catalán y pretexto suficiente para hacer el viaje hasta Cadaqués.
Por esa época, Marcel Duchamp también pasó algún tiempo aquí. Los dos artistas, tan opuestos estéticamente como podrían haberlo sido, se veían casi a diario para conversar o bañarse en el Mediterráneo. Varias fotos de entonces retratan al iconoclasta empedernido junto al padre del surrealismo, para que no tengamos que imaginarnos sus días de playa: jugaban ajedrez o trepaban por un risco. Caminar por Cadaqués también es ir encontrando sus rastros, una estatua que recuerda a Dalí o la placa de un bar que se enorgullece en anunciar que ahí juagaba ajedrez el inolvidable Marcel Duchamp.
Calas
Cadaqués se forma con unas pequeñas bahías que hay que ir encontrando al hacer camino. La recompensa está en la calma que sólo ofrece una playa solitaria y en la temperatura del agua. El primer chapuzón puede ser un shock debido al contraste entre el calor de la superficie y el mar frío, pero después la sensación se vuelve casi adictiva y la mañana se te pasa entrando y saliendo del agua. Cuando el hambre pega, los chiringuitos ponen a tu disposición lo mejor que se haya podido conseguir ese día en el mar. La recomendación es justo esa, pedir la pesca del día, frita, sin preguntar mucho más.
Me imagino que todos los locales tienen su cala favorita. No hay que ir muy lejos para encontrar la tuya; mucha gente tiene una literalmente frente a su casa. También hay unas menos accesibles a las que sólo se puede llegar en bote. Hay quienes prefieren moverse así por la región y la verdad es que es mucho más sencillo. Una vez que llegas a Cadaqués, las calles no están hechas para los coches y sólo navegando se puede llegar a este tipo de joyas escondidas.
Terrazas
Si no es en las calas, la vida en Cadaqués se mueve en sus cafés, con mesas en las terrazas para aprovechar el clima perfecto. Todas las mañanas, los locales se sientan a tomar café y sol, a comer y a leer el periódico en estos pequeños negocios de toda la vida. Por la tarde cambia el menú, pero no los parroquianos. Unas horas después se pueden ver a los mismos personajes tomándose una cerveza o un vermut. Tampoco escatiman con los aperitivos. Siempre hay una guindilla o una tapa de sobrasada con tu nombre para abrir el apetito.
Cap de Creus
En Cadaqués también se tiene acceso al punto más oriental de la península Ibérica, una joya geológica y natural que España ha protegido con celo para preservarla, demoliendo desarrollos turísticos y limitando la entrada de visitantes. El Cap de Creus es una pequeña montaña, a 672 metros sobre el nivel del mar, que le sirvió de inspiración artística a Dalí, pero también al poeta Carles Fages de Climent, además de ser escenario para la película The Light at the Edge of the World, de Kirk Douglas.
Portbou
Cadaqués también tiene la particularidad de estar muy cerca de Francia. En la frontera justo está el pueblo de Portbou, a donde Walter Benjamin llegó huyendo de los nazis por toda Europa sin papeles, atravesando a pie los Pirineos de Francia a España. Ahí lo detuvieron y al poco tiempo murió. Se ha teorizado de todo sobre su muerte: algunos aseguran que se suicidó antes de ser atrapado por los nazis, otros dicen que fue asesinado en un trabajo sucio de las fuerzas policiales locales.
A manera de memorial ante la incógnita, el escultor Dani Karavan construyó un mausoleo en el 50° aniversario de su muerte, situado en las cercanías del cementerio de Portbou, donde Walter Benjamin está enterrado.
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