No se puede pensar en Berlín sin la omnipresente comunidad turca que ha moldeado su actualidad. Hablamos de una ciudad que precisamente brilla por su diversidad y esta es su minoría étnica más numerosa e influyente, que incluso le ha dado su platillo insignia. Las cifras oficiales indican que algo así como 190,000 personas de origen turco residen en la capital alemana, sin embargo, algunos expertos sugieren tomar estas estimaciones con cautela, ya que no consideran la descendencia de tercera, cuarta o quinta generación, así como tampoco contemplan a migrantes de otros países antiguamente otomanos que también han llegado a la ciudad y aportan a esta influencia cultural.
Más allá de los números, la presencia turca es innegable: palpable en las calles, distinguible en las conversaciones y evidente incluso para un foráneo que pone un pie en Berlín por primera vez. El mejor ejemplo de esta integración es, sin duda, el döner kebab, la comida rápida por excelencia en Alemania, que desde ahí ha tomado un impulso avasallador para conquistar el resto de Europa. No hay que ir muy lejos para encontrar los trompos de carne giratorios, los puestos abundan en cualquier zona de la ciudad y ya son un componente básico de la dieta berlinesa.

Sin embargo, el acoplamiento no siempre ha sido tan fácil. Ni siquiera hoy, cuando algunas fronteras no quedan del todo claras, la convivencia entre turcos y berlineses fluye plenamente ligera. Aun a pesar del tiempo y el contacto, los prejuicios sobre la comunidad migrante se perpetúan con la repetición. Es señalada constantemente con términos despectivos como kanaken, relacionada sin fundamentos con la criminalidad y constreñida en cuanto a oportunidades en diferentes sectores de la vida pública. Ni siquiera suelen ser bien recibidos de vuelta en Turquía, donde se les rechaza como almanci: aquellos que han sido “alemanizados”.
Ni de aquí ni de allá. Los migrantes turcos de Berlín se han enfrentado a ese limbo identitario desde que la primera gran ola llegó a Alemania Occidental en los sesenta, como parte de un convenio de trabajo internacional que buscaba apoyarse de mano de obra extranjera para reconstruir la economía local tras la Segunda Guerra Mundial. Entonces, los recién llegados a Berlín se asentaron en los pocos lugares que podían costear, en su mayoría barrios periféricos y considerablemente afectados por la guerra, como Kreuzberg.

Décadas más tarde, este se mantiene como el epicentro de la cultura turca en la ciudad. Aunque hay rastros identificables prácticamente en cualquier calle, entrar a Kreuzberg es casi como viajar a Turquía. El barrio fue reconstruido por los migrantes en sus propios términos, con negocios tradicionales, mezquitas y mercados, muchos de los cuales aún sobreviven al tiempo en su forma original.
Sin embargo, no se puede decir lo mismo de toda la zona, que ha cambiado notablemente en los últimos años, con restaurantes de cocina internacional, cafés de especialidad y bares que lo han convertido en el último barrio de moda en Berlín. Kreuzberg atraviesa su más reciente transformación, pero en realidad ha tenido varias vidas. Además de ser la “Pequeña Estambul” de la capital alemana, también fue cuna de importantes movimientos sociales en la ciudad y de la movida punk de los ochenta, cuando era frecuentado por personajes de la talla de Iggy Pop y David Bowie. Ante todo, es uno de los lugares con más personalidad en Berlín.

Un platillo: döner kebab
Como mencionamos, el mayor símbolo de la simbiosis que se ha originado entre estas dos culturas se cocina en un trompo giratorio. El arraigo del döner kebab en Alemania es tal que incluso hay una disputa por su origen. Si bien hablamos de un platillo evidentemente oriental, los berlineses argumentan que fue en su ciudad que tomó la forma que lo ha vuelto icónico y práctico: entre dos panes, listo para comerse on the go y a altas horas de la noche, después de la fiesta. No es una aseveración del todo inexacta: si uno pide un döner kebab en Turquía, lo que le entregarán será la misma carne laminada que se ha cocinado en el trompo, pero servida en un plato con verduras y papas.
Disputas aparte, lo que es seguro es que el döner se ha ganado un lugar especial en Berlín. Aunque abunda por toda la ciudad, los locales coinciden en que el mejor lugar para probarlo es, indudablemente, en un barrio de la comunidad turca y que quizá la mayor concentración de calidad se encuentre precisamente en Kreuzberg. De hecho, aquellos que defienden el origen berlinés del platillo aseguran que fue aquí donde se inventó, durante la diáspora de los sesenta.

Tekbir Döner suele incluirse en las listas de los mejores kebabs de la ciudad. Situado en el corazón de Kreuzberg, tiene que estar a la altura de los estándares tradicionales del barrio turco más grande de Berlín. La carne marinada por horas ofrece los sabores contundentes y especiados que demandan los locales. Además, el pan se hornea en casa a diario, una diferencia notable con cualquier otro Imbiss turístico que puedas toparte por el camino.
Una calle: Maybachuferstrasse
Quizá una de las muestras más auténticas de la cultura turca en el barrio sea el mercado itinerante que se pone sobre Maybachuferstrasse, una pequeña calle que bordea el canal Landwehr. Los martes y viernes, desde las 11:00 de la mañana y hasta bien entrada la tarde, a las 6:30 p.m., los puestos transforman el centro de la vida de Kreuzberg para convertirlo en un auténtico bazar oriental. Durante esos días se ofrecen junto al río especias, ingredientes y cocina típica de Turquía.
Entre los puestos de té y comida también abundan los textiles y la ropa con bordados típicos. Es una buena opción para comer, pero los berlineses incluso lo frecuentan para hacer compras a precios accesibles y de productos muy frescos. La mejor opción para llegar es en el U-Bahn, a bordo de la línea 8, que te lleva hasta la cercana estación de Schönleinstrasse.
La actualidad: hamburguesas subterráneas, punks y okupas
En general, Berlín ha atravesado una serie de agresivas transformaciones desde mediados del siglo xx. Entendible para una ciudad que se recuperó de la destrucción de dos guerras mundiales, derribó un muro que la dividía por la mitad y se volvió una de las principales capitales europeas. Kreuzberg no ha sido ajeno al cambio. En los últimos cien años ha pasado de un barrio periférico, con una mala percepción entre los berlineses, a ser el lugar de moda, con una vida nocturna vibrante, impulsada por bares, cafés e iniciativas jóvenes.

En el intermedio ocurrieron muchas cosas. Sumado a la llegada de la población turca, Kreuzberg es famoso en la ciudad por sus movimientos sociales. Tras la caída del muro, la ubicación del barrio se volvió más céntrica y atractiva para desarrollos inmobiliarios que desplazarían a sus residentes originales. Sin embargo, quienes habitaron la zona desde el principio, cuando era indeseable y problemática, resistieron los embates de la modernidad con grandes manifestaciones y un emblemático movimiento okupa. El legado aguerrido de esa generación de residentes aún sobrevive en lugares como el legendario edificio Køpi, gestionado por okupas desde 1990, y el Künstlerhaus Bethanien, un hospital del siglo xix que fue defendido de la demolición por los propios habitantes de Kreuzberg y se convirtió en uno de los espacios culturales más importantes del barrio, como un museo de arte contemporáneo y una biblioteca turca.
No es casualidad que este haya sido el código postal elegido por los punks de Berlín para asentarse en libertad. Particularmente en el SO36 Club como su epicentro nocturno, una histórica sala de conciertos que le abrió las puertas al new wave en los setenta y que era frecuentada lo mismo por Lou Reed que por Nick Cave cuando visitaban la ciudad. Hoy sigue funcionando con conciertos prácticamente diarios y fiestas como Gayhane, que sucede todos los meses y está dedicada a la comunidad LGBT+ con raíces turcas y orientales en el barrio.

Después de tanto tiempo, ha sido el turno de la tercera o cuarta generación de migrantes para moldear esta nueva versión de Kreuzberg. Como el caso de un empresario de origen turco que encontró el lugar ideal para abrir su hamburguesería en el baño abandonado de una estación de metro del barrio. Lo que parecía una idea radical en 2006, ahora se ha extendido a un negocio con más de 18 franquicias y una de las hamburguesas más populares de Berlín: Burgermeister. El restaurante original permanece en su improbable ubicación en Kreuzberg y reúne largas filas todos los días.