Del tráfico de la Ciudad de México a los bosques de Valle de Bravo

Para muchos, la pandemia representó una oportunidad para replantear la manera como vivimos y dónde lo hacemos. Buscamos a cinco personajes para los que el cambio de ritmo no sólo fue el momento perfecto para buscar mayor contacto con la naturaleza y desarrollar nuevos proyectos, sino para encontrar un hogar fuera de la Ciudad de México. Estas son las historias de Ana y Micaela.

26 Jan 2022

Al buscar un destino en el que pudieran tener mayor contacto con la naturaleza, bajar el ritmo y, muy importante, ir y volver a la Ciudad de México en un solo día, la mejor opción para Ana —fotógrafa— y Micaela —mente detrás de Delirio Casa Virginia y Sobremesa— fue muy obvia: Valle de Bravo. Si bien decidieron mudarse antes de la pandemia, ambas coinciden en que, desde que el home office se volvió la norma y más gente ha puesto el ojo en Valle como hogar permanente, la vida en el bosque se ha vuelto más interesante.

¿Qué fue lo que te impulsó a dejar la Ciudad de México?

Ana: Desde hace mucho tiempo teníamos ganas de ser papás y mudarnos a un lugar más tranquilo. Queríamos tener más contacto con la naturaleza, aire más limpio y tiempo libre, porque nos la vivíamos en el coche y corriendo de un lado a otro. La idea fue bajar el ritmo, cocinar más y estar en casa, por eso decidimos mudarnos a Valle hace dos años y medio.

Micaela: Yo crecí en Valle de Bravo. Viví aquí desde los siete hasta los 14 años y siempre supe que era un lugar al que regresaría… Pensaba que a los 60 años, pero fue mucho antes. Mi papá tiene aquí un vivero con una cafetería desde hace muchos años y llevaba un tiempo pidiéndome que me hiciera cargo (de la cafetería). Entonces Lalo, mi esposo, y yo aceptamos el reto, y lo tomamos como pretexto para pasar más tiempo en Valle. Él quería involucrarse de lleno en la producción y agricultura, así que entre los dos nos ayudamos y nos convencimos de mudarnos.

¿Cómo es vivir en Valle de Bravo?

Ana: Lo que más me llamó la atención al principio es que fue como un detox. Al inicio me costó mucho trabajo no ir tanto a la ciudad y buscábamos excusas para ir, pero nos la vivíamos en el coche en lugar de realmente relajarnos y disfrutar de Valle de Bravo. Desde que nos mudamos, la parte social obviamente ha bajado mucho y esto fue antes de la pandemia; entonces todavía no había tanta gente aquí y teníamos que buscar otras formas de entretenernos, así que empezamos a cocinar muchísimo y nos volvimos más autosuficientes, incluso empezamos un huerto y nuestra composta. Comenzamos a disfrutar más la naturaleza que tenemos alrededor: en las mañanas hacemos caminatas en Monte Alto y, otras veces, kayak.

Micaela: Antes de mudarme pensaba que iba a ser de flojera. Estaba muy acostumbrada al ritmo de la ciudad, pero la verdad es que a cualquier lugar te adaptas y no sólo eso: cuando te sales de la ciudad y regresas, ya no tienes tanta tolerancia. La vida acá es deliciosa: todos los trayectos son cortos, puedes ver gente cuando quieras porque están cerca y no tan ocupados. Ahorita tengo un ritmo muy distinto porque acabo de tener una hija, pero antes regresaba a mi casa de trabajar a las cinco o seis de la tarde y no podía creer que tuviera tiempo para leer un libro. Ahora me doy cuenta de que no es nada aburrido; al contrario, encuentras otro tipo de actividades increíbles, como salir a caminar por el río o hacer yoga todas las mañanas. La pandemia me ayudó a crear una nueva manera de trabajar y a entender que no puedes controlarlo.

Recomendaciones prácticas

 

Dónde dormir
Para quien busca mayor comodidad, una gran opción siempre es Rodavento, y para los que buscan algo más relajado (sin perder privacidad) hay una amplia variedad de cabañas y casas que se pueden rentar.

Dónde comer
Obviamente en la cafetería dentro de Garden de Walo. Otro lugar muy bueno es la barbacoa de Don Manuel, en Amanalco.

Una caminata
De fácil acceso y padre: Monte Alto. Otra opción es caminar a un lado del río de Acatitlán.

Lugar para relajarse
El spa de Rodavento.

Un secreto
A un lado del quiosco de los helados Alaska hay una señora que abre el traspatio de su casa y prepara antojitos los viernes y sábados por la noche.

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