En Brasil hay un jardín que es museo

El mayor centro de arte contemporáneo del mundo es también un gran jardín botánico.

27 Oct 2017

Playground para adultos 

Desde el pequeño puente de madera es difícil saber lo que más te cautiva: el lago de aguas color esmeralda rodeado por cocoteros donde flotan  majestuosos cisnes blancos o la inmensa escultura roja True Rouge, del artista brasileño Tunga, un poco más adelante. Es que el Inhotim, el mayor centro de arte contemporáneo del mundo, es también un gran jardín botánico que se extiende con gracia por un área de más de 400 hectáreas con cinco lagos y adornado por casi 4200 especies de plantas −la mayor colección botánica jamás reunida en un sólo lugar en Brasil.

 

Durante la visita a la hacienda donde el museo está instalado, en el pequeño municipio de Brumadinho, en Minas Gerais, a 60 kilómetros de Belo Horizonte (la capital del estado y la sexta ciudad brasileña) uno se hace, todo el tiempo, placenteras preguntas como éstas: ¿dónde descansar la vista?, ¿en el espejo de agua lleno de carpas que escolta al pabellón dedicado a Adriana Varejão, una de las más renombradas artistas de la escena actual brasileña?, ¿o en la alameda decorada por alguna de las 334 especies de raras orquídeas cultivadas en el lugar?, ¿en la increíble variedad de palmeras (son 1400 especies) o en las paredes coloridas de la obra Penetrável Magic Square, de Hélio Oiticica?

 

La mayor conquista de Inhotim es justamente reunir, en un área donde las colinas se extienden hasta donde la vista alcanza, uno de los más sólidos acervos de arte contemporáneo en el planeta. Pasear por entre los bulevares concebidos por Roberto Burle Max, el mejor paisajista brasileño de todos los tiempos, es un placer aún mayor cuando el recorrido se desvía, aquí o allí, debido a pequeñas sorpresas. Puede ser, por ejemplo, un velero colgado de cabeza, creación del inglés Simon Starling, o una alberca en forma de agenda telefónica, fruto de la imaginación del argentino Jorge Macchi, donde está permitido bucear.

 

El juego se completa con exposiciones interactivas, como la de Origem da Obra de Arte,  de la minera Marilá Dardot, donde los visitantes son invitados a plantar floreros en letras de cerámica; o con las instalaciones multi-sensoriales, como la que amplifica los sonidos de la tierra a través de un tubo que desciende, lleno de micrófonos, hasta las profundidades del subsuelo. “En Inhotim,  creamos y desarrollamos una forma de exponer el arte contemporáneo que vive de la experiencia del espectador”, resume el alemán Jochen Volz, uno de los curadores del museo. “Subiendo y bajando colinas, caminando por el bosque tropical rodeado de lagos, entrando y tocando las obras, perdiéndose en el parque y encontrando caminos y obras por uno mismo. Esto convierte al espectador en una parte sumamente activa en la construcción de la obra. Todos los sentidos están involucrados”.

 

Dueño de un acervo de cerca de 800 obras reunidas desde los años 80, el Inhotim tiene 170 expuestas actualmente. La colección reúne trabajos de más de una centena de artistas de 30 países diferentes, creados desde la década de los 60 hasta el día de  hoy −pinturas, esculturas, diseños, fotografías, videos.

 

Para abrigarlas, hay 20 diferentes galerías especialmente construidas para recibir la colección de exhibición permanente y otras cuatro destinadas a las obras temporales, que están en exposición por un periodo de aproximadamente dos años.  Entre unas y otras, hay obras esparcidas por los jardines, al aire libre, que forman una especie de simbiosis con el medio ambiente. “No es posible construir obras enormes e interactivas en museos dentro de ciudades”, dice el mecenas Bernardo Paz, autor intelectual del Inhotim. “Intuitivamente, fui construyendo pabellones, colocando las obras, traje artistas para que escogieran dónde querían colocarlas”.

 

El americano Mathew Barney, por ejemplo, está bien representado en un claro del  bosque tropical donde fue erguida una cúpula transparente especialmente para abrigar su creación, De Lama Lâmina, un inmenso tractor completamente cubierto de lodo. Su coterráneo, Chris Burden, escogió la cima de una colina, a donde sólo se llega después de una buena caminata o por un recorrido hecho en carritos de golf −el escenario perfecto para su obra Bean Drop Inhotim,reproducción de una creación original hecha en Nueva York, donde inmensas vigas de hierro fueron tiradas desde las alturas en cemento fresco, formando una inmensa escultura de formas irregulares. ¿Qué contexto podría ser más perfecto para la exhibición de un castaño esculpido en bronce, en tamaño real, suspendido como si hubiese sido arrancado del piso, que el inmenso pasto que bien podría ser el hábitat natural del árbol? Pues es en este escenario donde descansa la escultura Elevazione, del italiano Giuseppe Pennone.

 

El equipo de artistas representados en el museo se completa con nombres mundialmente afamados: la colombiana Doris Salcedo, el argentino Víctor Grippo, los canadienses Janet Cardiff y George Bures Miller, el americano Paul McCarthy y la japonesa Yayoi Kusama, al lado de brasileños como Ernesto Neto, Cildo Meireles y Vik Muniz, ya famosos en todo el planeta. Miguel Rio Branco, uno de los mayores fotógrafos que Brasil vio nacer, ganó en 2010 una galería entera para homenajear algunas de sus más famosas series −entre ellas Maciel,  que tiene como fondo el submundo del Pelourinho (en Salvador de Bahía) de los años 70.

 

Cuando abrió las puertas al público, hace menos de una década, el Inhotim no tenía la mitad de las galerías que tiene ahora. La ampliación del espacio es constante, lo que hace que volver a visitarlo sea necesario de tanto en tanto a quien quiera actualizarse sobre lo que está aconteciendo en la escena contemporánea. En 2012, dos nuevos pabellones fueron inaugurados, −uno de ellos recibió la delicada obra Ttéia, de la fluminense Lygia Pape, ya exhibida en la Bienal de Venecia, donde los hilos dorados delinean volúmenes y trazan líneas geométricas en un constante juego de luces− y el otro, con un área de 2400 metros cuadrados, abrigó piezas emblemáticas producidas a lo largo de más de tres décadas de carrera por el escultor pernambucano Tunga. Más novedades vendrán en breve. En septiembre de este año serán inaugurados nuevos espacios para alojar obras de dos pesos pesados internacionales: la fotógrafa suiza Claudia Andujar y el artista danés Olafur Eliasson.

 

Pero las novedades engloban, también, el campo de la infraestructura. Si actualmente los visitantes se dividen entre la capital, Belo Horizonte (que requiere cerca de una hora de traslado) y los hoteles-hacienda en los alrededores de la ciudad de Brumadinho, dentro de poco también podrán hospedarse en el lugar. Firmado por la renombrada arquitecta Freusa Zechmeister, el Hotel Inhotim incluirá 44 cuartos de 100 metros cuadrados esparcidos entre el bosque tropical alrededor de las principales galerías. Con aires de hotel boutique y ambientes de diseño, contará inclusive con un spa y un restaurante gourmet. La expectativa es que a mediados del 2014 ya sea posible respirar arte, literalmente de día y de noche, en medio de las pintorescas montañas.

 

Guía práctica Belo Horizonte

Dónde dormir

Estalagem do Mirante

  • Avenida Nair Martins Drumond, 1000 Retiro do Chalé,
  • T. +5531 3575-5061
  • Posee encantadoras habitaciones con hermosas vistas a las montañas y sus alrededores. A pesar de que se ubica a 35 kilómetros, es la mejor opción de la región. El terreno incluye una cascada artificial.

 

Fazenda Horizonte Belo

  • Ponte das Almorreimas,
  • T. +55 31 3261-1515
  • Ideal para quien disfruta de una inmersión en el campo – aquí es posible hacer cabalgatas y participar de pescas en su lago particular.

 

Nova Estância Pousada Inn

  • Estrada para Córrego do Feijão,
  • T. +55 31 3643-0914
  • Aquí la sensación es la de estar hospedado en la hacienda de amigos. Los dormitorios son cómodos y posee una hermosa piscina. La cena es gourmet, con menú fijo preparado por un chef internacional.

 

Dónde comer

Inhotim

  • Rua B, 20, Inhotim
  • T. +55 31 3571-9700
  • Dispone de increíbles restaurantes y cafetería dentro del museo. La mejor opción es el Tamboril, donde se prepara un excelente buffet con delicias regionales e internacionales, además de tener una increíble mesa de postres y menú a la carta.

 

Casa Velha

  • Córrego do Feijão,
  • T. +55/31  9991-0637
  • Simples y confortables, sirve comida minera de hacienda preparada en horno de leña. Abre sólo los sábados, domingos y feriados.

 

Topo do Mundo

  • Estrada da Serra, Serra da Moeda
  • T. +55 31 3575-5545
  • El escenario que aparece desde la sala es increíble: las montañas mineras se extienden poéticamente hasta donde la vista alcanza. El menú contempla buenas carnes, masas y mariscos. Durante la noche las estrellas son los fondues.

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