Se le llama por muchos nombres: fría, pequeña, pola, agria, birra, biela, güera, pescuesuda, catira, cerbatana, dispensada, cheve y, el más familiar para la mayoría de los mexicanos, chela. La cerveza es parte de la cultura mexicana desde hace ya casi 500 años, desde el momento en que los españoles pusieron pie en nuestra tierra, trajeron consigo las barricas y fábricas para la elaboración de esta bebida.
En el México prehispánico ya existía una variedad de bebidas fermentadas a base de maíz, jugos de agave y otros ingredientes, como el pulque, el tepache, la chicha y el tesgüino. Esta variedad se enriqueció tras la Conquista, con la llegada de la caña de azúcar. Pero, con tantas opciones para los novohispanos ¿cómo es que la cerveza perseveró hasta nuestros días y triunfó como la bebida predilecta del mexicano? Después de todo, México ocupa el sexto lugar en producción y consumo de cerveza, y el primer lugar en exportación.
Fue alrededor de 1542 que Carlos V otorgó el permiso real a Alfonso Herrera, un emisario de Hernán Cortés, para que construyera la primera cervecería en el continente americano. Los esfuerzos de Herrera fueron en vano pues la fábrica fracasó debido a los altos costos para mantenerla y cerró al cabo de diez años, aunque el consumo de la cerveza comenzó a crecer, lo que propulsó la importación de cervezas europeas. El barón alemán Alexander Von Humboldt afirmó que en 1802 entraron unas 72,000 botellas por el puerto de Veracruz.
Pronto, la sed por el oro líquido que experimentaba el país era demasiada, por lo que se le dio otra oportunidad a la fabricación de cerveza mexicana. Justino Tuallion fundó una fábrica en la capital de la república. La bebida de Tuallion —llamada “cerveza del Hospicio de Pobres”, ya que estableció su fábrica en un edificio que solía albergar a los indigentes— era sin duda la más popular. Junto con el reinado de Maximiliano de Habsburgo y la llegada más europeos, se perfeccionó el arte de la producción cervecera. En 1845 se inauguró en la Ciudad de México “La Pila Seca”, la primera cervecería de fermentación alta; y más tarde, en 1865, la Cervecería de Toluca y México, adquirida por Cervecería Modelo en 1935.
La Ciudad de México fue el epicentro del auge de la industria a final de siglo, pero el frenesí cervecero no tardó en expandirse al resto del país, gracias a las nuevas rutas trazadas por la red ferroviaria que corría entre Texas y la capital. Los trenes permitieron importar la maquinaria y los ingredientes necesarios para que se abrieran paso las primeras grandes compañías cerveceras modernas.
Mientras la industria en Estados Unidos pasaba una mala racha debido a la prohibición de los años veinte, las cervecerías mexicanas gozaban a lo grande vendiendo alcohol a consumidores que cruzaban la frontera en busca del preciado líquido. En 1925 que surge la Cervecería Modelo, que más tarde adquirió las cervecerías Estrella, Pacífico, de Torreón y del Noroeste para consolidarse como uno de los grupos cerveceros más grandes del país.
La cerveza se afianzó como una bebida mexicana por excelencia. Más por las múltiples maneras de prepararla, es parte de nuestra tradición, sobre todo en el mes de las fiestas patrias. Todos hemos disfrutado de una michelada escarchada bien fría, pero ¿alguna vez te has preguntado, de dónde viene esta bonita tradición? La primera versión: un club deportivo en San Luis Potosí, nombrada así en honor a su creador, Michel Ésper. La segunda versión: su nombre surge de una contracción de la frase “mi cerveza helada”. Sea cual sea su origen, esta bebida, y sus múltiples modos de preparación, llegó a todos los confines del territorio mexicano. Después de casi medio milenio de tradición, México cuenta con una amplia variedad de cervezas que se ganaron un lugar especial en nuestros corazones y nuestros paladares.
* Este mes celebramos nuestro corazón cervecero con la promoción de Grupo Modelo, conoce más aquí.
