Fiestas de la vendimia en Italia

Un viaje divino por Piamonte, Toscana, Sicilia y Veneto que vale la pena planear de antemano.

27 Oct 2017

Cuando el verano y el otoño se encuentran, el olor a mosto inunda toda la Península italiana. De Norte a Sur, viñedos encantadores y prestigiosas bodegas celebran la fiesta de la cosecha invitando a los viajeros más afortunados a participar.

 

Mientras los antiguos romanos celebraban en secreto su devoción al dios del vino, Baco, con fiestas y rituales desenfrenados, los italianos de hoy festejamos nuestro culto al “néctar de los dioses” de una forma más sobria pero no menos hedonística: dedicando los meses de septiembre y octubre al deleite, visitando los más hermosos viñedos cargados de racimos de uva blanca o roja, a las alegres y omnipresentes fiestas de la cosecha y a deliciosas catas de vino, acompañadas por excelencias gastronómicas locales. Sin embargo, más allá del turismo italiano de fin de semana, desde las cuatro esquinas del mundo llegan cada vez más enoturistas a Italia en esta temporada, embrujados por nuestros vinos más prestigiosos y por el encanto de los variados paisajes de nuestras colinas. De hecho, no sólo se trata de ir de copas, sino de descubrir con todos los sentidos la naturaleza, el arte y la historia de algunos de los rincones menos conocidos y más hermosos de Italia. Entre tantas opciones, tantos vinos y tanta belleza, hay algunas prestigiosas bodegas que, justo en el centro del espectáculo geométrico de sus hileras de vid, ofrecen además una acogida lujosa en propios hoteles, casas y suites. Estas son las más recomendables, pero hay que reservar con antelación.

 

Barolo – Piamonte

El perfil variado e inesperado de las hermosas colinas de las Langhe está decorado con imponentes castillos medievales y la geometría irregular de sus magníficos y antiguos viñedos. Ya en 1268 un archivo agrario local mencionaba la preciada y delicada cepa Nebbiolo, cuyas uvas redondas y de color morado maduran despacio, acariciadas por la niebla sutil (de donde proviene el nombre) y por el sol tibio del otoño piamontés, creando vinos excepcionales. Primero, el Barolo, que desde mediados del xix fue el vino favorito de la casa de Saboya, y hoy representa lo mejor de la enología italiana. Pero también están los deliciosos Barbaresco, Roero y Nebbiolo d’Alba.

 

Hay que esperar a la segunda mitad de octubre (según las añadas), cuando las hojas empiezan a teñirse de amarillo y los racimos alcanzan la madurez perfecta, para asistir a la cosecha estrictamente manual. Uno no puede imaginarse la atención con la que los propietarios cuidan estas tierras, en particular las que están destinadas a su majestad: el Barolo. Como un jardín a la italiana, todo es perfección en los once antiguos y pequeños municipios, incluidos en la denominación docg: el terreno arcilloso y calcáreo alterna con el verde intenso de las hojas, los racimos que invitan a probar unas deliciosas uvas y las herramientas para la cosecha (pequeños cajones, tijeras y guantes) dispuestas con gracia y buen gusto al principio de cada hilera, como no queriendo perturbar tanta simetría y tanta belleza.

 

El Barolo es un vino único, de altísima calidad, vinificado en pureza de uva Nebbiolo. Su color intenso, su tanino abundante (pero no agresivo) y sus perfumes a fruta y a especias le dan una estructura poderosa que mejora con el tiempo (tiene que añejar por lo menos tres años, cinco para llamarse Reserva). Pero no es un vino fácil de entender, y los paladares acostumbrados a vinos más suaves pueden tardarse en apreciar sus características de excelencia. Como en el caso de un tinto de Borgoña, no se puede hablar de un único Barolo: cada colina, cada terruño, cada exposición y microclima (que cambian en pocos metros) le dan al vino un carácter distinto. Además cada propietario tiene su filosofía de vinificación (siempre dentro de los límites de la denominación), dándole a sus botellas una personalidad única. Es el vino más italiano de todos, e igual que los italianos, siempre está en medio de una pelea. De la pelea judicial sobre la definición de los confines de la colina Cannubi  —uno de los viñedos más célebres del área—, a la Guerra del Barolo, con la cual desde algunas décadas se enfrentan tradicionalistas e innovadores. Los objetos de la controversia son el uso de la barrica de roble francés y de todas las técnicas de vinificación modernas para suavizar un poco (o mucho) el poderoso carácter del Barolo. Al final del siglo pasado la guerra se convirtió en algunos casos en una cuestión política y cultural, culminando con la provocación del productor Bartolo Mascarello que realizó un Barolo 1999 con etiqueta ‘No Barrique No Berlusconi!’ Más allá de las contraposiciones, de las modas internacionales o del anacrónico rechazo total de las innovaciones, en los últimos años este sublime vino supo evolucionar sin perder su identidad y su carácter original. “La barrica puede ayudar a suavizar un vino de carácter fuerte, pero no se tiene nunca que cambiar el gusto de la tradición y de la uva”, nos dijo Fiorenzo Dogliani, jefe ejecutivo de la bodega Beni di Batasiolo, una de las más grandes de las Langhe, y productora de excelentes y renombrados Barolo. “El Barolo es tradición y terruño. Hoy tenemos técnicas que nos ayudan en la fermentación. Pero lo que más cuenta para un buen vino es la tierra, no el enólogo”.

 

Mientras prácticamente toda la familia Dogliani está metida en la empresa vinícola, Valentina, sobrina de Fiorenzo, dejó de ocuparse directamente del vino desde 2006 para dedicarse a una nueva aventura en el mundo de la hostelería de lujo. Rodeado hasta donde alcance la vista por magníficos viñedos, justo en la cima de una colina, se encuentra el hotel boutique Il Boscareto Resort & Spa, a pocos kilómetros de los pueblos de Serralunga d’Alba y de Barolo (ambos merecen una visita a sus hermosos castillos). Único cinco estrellas en la zona de producción del Barolo (tomó tres años poner en pie las ambiciones de la joven Dogliani), el hotel fue inaugurado en 2009, con la idea de ofrecer a los amantes del Barolo una acogida de alto nivel, adecuada a la excelencia enológica y gastronómica de la región (patria de la mejor trufa blanca del mundo). Y por supuesto las 38 elegantes habitaciones y suites de Il Boscareto no decepcionan a los viajeros más exigentes, que llegan aquí durante todo el año, pero sobre todo en la época de la vendimia. Durante los tibios días otoñales el hotel organiza para sus huéspedes visitas a los campos y catas en la bellísima bodega familiar Beni di Batasiolo, pero también en otras prestigiosas bodegas productoras de Barolo. La moderna estructura del hotel ofrece además el excelente restaurante La Rei, hoy dirigido por el chef con dos estrellas Michelin, Antonino Cannavacciuolo, y con el refinado spa La Sovrana. ¿Baños con orujo de uva y masajes con aceites de vino? Pues no, el spa utiliza únicamente productos aveda, aquí la vinoterapia sólo funciona con una copa en la mano.

 

Brunello di Montalcino – Toscana

Las colinas en los alrededores de Siena representan la suma, la síntesis y el arquetipo de la toscanidad. Un movimiento suavemente ondulatorio parece darles vida a los dorados cultivos de trigo; a los bosques de encinas, castaños y robles; a los antiguos olivares; y a los magníficos viñedos; mientras altos cipreses marcan los caminos que conducen a las viejas casas de labranza convertidas en atractivas mansiones de piedra. En este escenario perfecto se encuentran algunas de las ciudades medievales más hermosas del mundo, Siena la primera, pero también Pienza y Montalcino. Justo debajo de la fortaleza del siglo xiv de Montalcino, a lo largo del declive de una única extensa colina, se cultivan los preciosos viñedos de Sangiovese destinados a un vino que es leyenda y orgullo de esta tierra: el Brunello.

 

Fue un farmacéutico de noble linaje, Clemente Santi, quien identificó a mitad del siglo xix una nueva cepa de un clon particular, el Sangiovese Grosso o Brunello, perfecto para producir un vino tinto apto para el añejamiento. Su nieto Ferruccio Biondi Santi (un apellido que sigue siendo imprescindible en el mundo del vino) supo continuar las investigaciones del abuelo, produciendo el primer Brunello di Montalcino en 1860, vinificado en pureza de la uva Sangiovese y sometido a un largo envejecimiento. Desde aquel entonces este vino de color rubí intenso, elegante y complejo, persistente en la boca con su armonía, conquistó las preferencias de los apasionados, primero entre las nobles familias toscanas y luego, desde 1950, entre los entendedores de todo el mundo.

 

Es durante el mes de septiembre cuando la gradual maduración de los racimos, favorecida por el clima templado y el viento delicado y constante, llega al perfecto equilibrio entre acidez y azúcares. Participar en la vendimia es una experiencia única, que permite develar la esencia más auténtica de esta tierra, descubrir en cada gesto y en cada esfuerzo la satisfacción de estar conectado con las tradiciones, penetrar la cultura y la sabiduría toscana de una forma mucho más profunda de lo que se pueda lograr a través de cualquier libro.

 

El lugar perfecto para vivir esta experiencia, en compañía de expertos enólogos, es Castiglion del Bosco, un magnífico burgo medieval, rodeado por 1800 hectáreas de bosques, cultivos y viñedos, enteramente convertido en 2008 por Massimo Ferragamo (hijo menor de Salvatore Ferragamo y presidente de Ferragamo usa) en el más lujoso y exclusivo refugio para viajeros. Es difícil definir este lugar: no es un hotel, ni es un resort. Tal vez sea por la difícil tarea de devolverle vida y elegancia a este pueblo de noble cuna: su única calle adoquinada, su prestigiosa villa renacentista y los preciosos edificios en piedra, su antigua iglesia de San Miguel Arcángel con preciados frescos de Pietro Lorenzetti, que datan de 1345, y las imponentes ruinas de su castillo medieval. Todo con la intención de realizar un sueño, un espacio de belleza y paz para la familia y los amigos de su dueño, un toscano cien por ciento, que desde hace 30 años vive en los Estados Unidos. Fue hasta la segunda etapa cuando las 23 suites, magníficamente decoradas, y las lujosas villas, sumergidas en la naturaleza, abrieron sus puertas a unos cuantos huéspedes afortunados, atraídos por el servicio, el prestigio, el paisaje del campo de golf de 18 hoyos diseñado por Tom Weiskopf, el spa y los dos restaurantes.

 

Pero Castiglion del Bosco no es sólo un exclusivo destino de vacaciones. El nombre de este pueblo encantador es también el sello de excelentes vinos y de una renombrada e histórica bodega que fue miembro fundador del Consorzio del Vino Brunello di Montalcino, en 1967. Asomándose desde la terraza con una espectacular alberca, se pueden admirar en todo su esplendor las colinas y los viñedos que pertenecen a Castiglion del Bosco. Son 62 hectáreas de preciosas hileras de vid Sangiovese, la mayoría destinadas a exclusivas producciones docg de Brunello di Montalcino. La vinificación de la uva, cosechada a mano con gran cuidado, se lleva a cabo en la nueva bodega construida en 2004 y dirigida por la joven y talentosa enóloga Cecilia Leoneschi, cuyo trabajo le da mucho carácter al vino, sin alterar su identidad original con un uso excesivo de las barricas. El resultado son algunos de los Brunello di Montalcino más apreciados, elegantes, equilibrados y de gran estructura.

 

Malvasia delle Lipari – Sicilia

Dos volcanes activos salen del mar e iluminan las noches sicilianas con sus lenguas de lava candente. Siete islas encantadoras, cuyas colinas fértiles bajan rápidas al mar azul y cristalino, ocultan hermosas playas de piedra o arena negra volcánica entre espectaculares acantilados. Éstas son las islas Eolie, un magnífico archipiélago, ubicado frente a la costa septentrional de Sicilia, que la última y poética película del actor Massimo Troisi, El Cartero, hizo famosas. Fueron los griegos antiguos, siglos antes de Cristo, quienes introdujeron en las islas la cepa de vid, hoy llamada Malvasia delle Lipari (otro nombre del archipiélago), obteniendo de esta tierra negra volcánica un vino denso y aromático. El “vino de los volcanes” o el “vino del diablo”, según el escritor Guy de Maupassant. A principios del siglo xx un parásito invadió los viñedos, matando la mayoría de las vides y acabando con una tradición milenaria. Por suerte, medio siglo después los testarudos locales, con la ayuda de algunos extranjeros enamorados de las islas, plantaron nuevamente los escarpados terrenos con las pocas vides que habían sobrevivido, produciendo una vez más esta Malvasia única y deliciosa.

 

La hermosa y poco explorada isla de Salina es el lugar donde más se produce este vino doc, renombrado sobre todo en su versión Passito (vino de pasas) o Dolce Naturale, como vino de meditación, con notas de flores y cítricos, almendras tostadas y miel, dulce y sápido. Los viñedos, divididos en pequeñas propiedades, dibujan impresionantes geometrías por las laderas de los dos antiguos volcanes inactivos, entre las hileras que corren hacia el mar y las terrazas creadas con la típica mampostería en seco. La Malvasia delle Lipari es una cepa tenaz y valiosa, capaz de resistir a la salinidad, a los largos meses estivales sin lluvia y a la canícula agosteña. Sus pocos racimos dorados y perfumados, que llevan todos los aromas y los contrastes de su terruño, llegan a maduración avanzada (muy ricos en azúcares) al final de septiembre o principio de octubre. Pero el espectáculo de la vendimia en esta encantadora isla dura más que la cosecha. A quien llegue aquí durante estas fechas, recorriendo la espectacular carretera panorámica, se le dará la maravillosa oportunidad de admirar la antigua y tradicional técnica para secar la uva al sol sobre esteros de cañas, llamadas cannizzi, justo frente al increíble espectáculo del mar turquesa, del cielo límpido y de las imponentes siluetas de las otras islas del archipiélago. Con amorosa atención, muchos productores cuidan sus preciosos y perfumados racimos como hace miles de años, exponiéndolos al sol de día durante un mes entero y guardándolos de noche para evitar la humedad. El proceso de vinificación sigue haciéndose en pequeñas bodegas, donde las técnicas modernas se han integrado al encanto antiguo de la tradición.

 

Uno de los productores más famosos es Tasca d’Almerita, un nombre de origen noble (los condes Tasca) que es sinónimo de muchos vinos sicilianos de excelencia. Entre 5.6 hectáreas de espectaculares viñedos, se encuentra el Capofaro Malvasia & Resort, un hotel boutique creado por la familia Tasca para ofrecer una hospedaje de primer nivel ligado a sus vinos y a sus tradiciones. Hermosas casas en estilo “eoliano”, teñidas de blanco, funcionan como las 18 habitaciones y suites, cada una con terraza privada, protegidas del sol por enredaderas y maravillosas bugambilias, que ofrecen maravillosas vistas al mar y a las islas de Panarea y Stromboli. El restaurante spazio Ristorante Laboratorio tiene una magnífica terraza que da directamente al mar y ofrece refinadas experiencias gastronómicas, con productos estrictamente procedentes de la Salina y de Sicilia, además de catas personalizadas y guiadas por un experto sommelier. Entre los muchos excelentes vinos presentes en la carta, el lugar de honor le corresponde a Malvasia Capofaro, que se obtiene de las vides que rodean los preciosos edificios del resort. Lo absurdo es que este excelente vino Passito no lleva la calificación doc de Malvasia delle Lipari, y no por no tener la calidad adecuada, sino por no respetar una limitación puesta en la denominación: ésta prevé que las cepas utilizadas sean Malvasia delle Lipari (del 92% al 95%) y Corinto Nero (del 5% al 8%). La razón de esta integración un poco anacrónica se remonta a los años 70, cuando se requería un color más intenso en el vino, con tonos ambarinos. Tasca d’Almerita quiso rechazar esta regla y, perdiendo la calificación de doc, produce su excelente y original Malvasia en pureza. Con el fin de contener los azúcares, las uvas secan a la sombra de una gran estructura techada, protegidas del sol directo y de la humedad. Una fermentación de seis meses en tanques de acero y cuatro meses en botella, da como resultado un delicioso vino de meditación color dorado, de dulzura equilibrada, con perfumes cítricos y de jazmín, fresco e intenso, con las notas de minerales que le regala su terruño volcánico. Como postre es una bebida ideal aunque algunos también lo ofrecen con maridaje.

 

Prosecco di Conegliano -Valdobbiadene – Veneto

Al norte de la hermosa ciudad de Treviso, dominada por las Dolomitas y por la abultada sombra artística de Venecia, se encuentra el Camino del vino más antiguo de Italia. Se trata de la Strada del Prosecco e Vini dei Colli Conegliano Valdobbiadene, un recorrido cuyo nombre es tan largo como el orgullo y el amor de la gente de esta tierra, por sus tradiciones y por su excelente vino espumoso, que en el último año logró superar por primera vez al Champagne francés en número de botellas vendidas en el mundo. El resultado confirma una vez más la altísima calidad del Prosecco Superiore docg, obtenido de uva Glera en pureza o en mezcla (máximo 15%) con otras cepas, generalmente Pinot y Chardonnay. Las burbujas se generan con el método Charmat, que prevé la transformación de los azúcares en anhídrido carbónico en tanques de acero por medio de las levaduras. El Prosecco Superiore Extra Dry es el más tradicional, pero hoy, el más apreciado internacionalmente es el Brut, perfumado y vital, perfecto para acompañar entradas de pescados y verduras, pastas con mariscos y platos fuertes de pescados.

 

Las burbujas italianas más populares nacen en los declives de las hermosas colinas alrededor de los municipios de Conegliano y Valdobbiadene, entre burgos, castillos, villas aristocráticas y antiguas iglesias, todos testigos de la prestigiosa historia de la región. La Republica de Venecia, Napoleón, y los austriacos dominaron estas tierras ricas y fértiles durante siglos. Artistas como Antonio Canova y Giorgione nacieron aquí, y por estos valles dejaron algunas de sus obras (en la Hemeroteca de Possagno y en el Duomo de Castelfranco Veneto). No menos importante que su alta cultura es su antigua tradición vitivinícola que contribuyó a dibujar la identidad de uno de los paisajes más hermosos de Italia.

 

Ejemplo de la conexión entre tierra, arte y cultura es la historia de una de las bodegas más importantes de Prosecco, la Cantine Collalto. La noble familia Collalto tiene más de mil años de historia y sus orígenes se remontan a las épocas del Sacro Imperio Romano Germánico, cuando su fundador Rambaldo I fue nombrado conde de Treviso. Y como debía ser en un buen cuento, aquí también hay príncipes y princesas, castillos e inmensas posesiones, leyendas y hasta un fantasma (el de la bella Bianca, enterrada viva en el castillo de Collalto por los celos de su patrona). Lo que no siempre hay en las películas de fantasía son los deliciosos vinos que la familia Collalto produce hasta el día de hoy, a partir de la uva cultivada en los viñedos de las colinas alrededor de sus castillos.

 

A la muerte del príncipe Manfredo di Collalto, en 2004, su extensa propiedad fue dividida entre sus hijas. La princesa Isabella Collalto de Croÿ,primogénita y madre del primer nieto varón, heredó el castillo de San Salvatore, la finca vitivinícola (250 hectáreas, con 150 hectáreas de viñedos) y la bodega histórica. A sus hermanas Ninni y Caterina les tocaron 1200 hectáreas de pastos, bosques, ganadería, cultivos y viñedos también. Con noble elegancia, pragmática determinación y pasión sincera, las hermanas han perpetuado la tradición vitivinícola de la familia. La princesa Isabella se ha dedicado los últimos diez años a mejorar la calidad de los vinos y su Prosecco Cantine Collalto ha conquistando los mercados de todo el mundo. Las hermanas Ninni y Caterina están ganándose un lugar de honor en la denominación con los Prosecco Superiore Borgoluce. Los viñedos de ambas propiedades se extienden por las hermosas colinas a los pies del impresionante castillo de San Salvatore. La vendimia, que aquí se lleva a acabo entre el 10 y el 20 de septiembre, es un momento mágico en el cual revive la historia milenaria de los Collalto. Hoy la uva ya no llega al castillo para el pisado con los pies, como lo hacía antiguamente. Sin embargo, desde el último piso del Palazzo Odoardo, construido en el siglo xviii, entre las murallas del antiguo castillo, asomándose a las ventanas de la exclusiva y lujosa suite de tres recámaras, algunos afortunados huéspedes pueden asistir al alegre trabajo de la vendimia y al encanto de las vides cargadas de racimos maduros. t

GÚIA PRÁCTICA 

Dónde dormir

T. +39 0173 613036

 

Località Castiglion del Bosco, Montalcino

T. +39 0577 1913001

 

Via Faro, Isola di Salina

Tel. +39 090 9844330/1

T. +39 338 6333999

 

Località Musile 2, Susegana

T. +39 0438 435287

 

Bodegas

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