Surf, rafting y buceo: las tres formas del agua

Para quienes aman la aventura, tres maneras de disfrutar los viajes y estar en contacto directo con la naturaleza en su estado líquido.

22 Jul 2019

No podemos hablar de destinos para surfear sin que Australia y Estados Unidos encabecen la lista. La gran isla de Oceanía es famosa, entre otras cosas, por su gran cantidad de icónicas playas de arena blanca, como Bondi Beach, en Sydney, y Gold Coast, al sur de Brisbane, que además cuentan con una infinidad de restaurantes cerca para recuperar las calorías perdidas en el agua.

A ocho mil kilómetros de distancia, en Hawai, la isla de Oahu nunca dejará de atraer a surfistas de todas partes del mundo que buscan enfrentarse a la ola Pipeline, una de las más famosas y peligrosas que existen.  En California, la típica imagen del surfista con bronceado perfecto y los Beach Boys de fondo nos remite a lugares como Venice y Huntington Beach. Sin embargo, los locales siempre recomendarán Lower Trestles en San Clemente. 

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Bondi Beach, en Sydney.

Bajando hacia México, la costa oaxaqueña sigue siendo un imperdible para los amantes del surf gracias al gran oleaje y la vibra buena onda de Puerto Escondido, Zicatela y Carrizalillo. Siguiendo hacia el sur del continente, en Costa Rica, los surfistas comparten Playa Grande con las gigantescas tortugas laúd durante la temporada de desove, entre noviembre y marzo, y en Perú, la estabilidad meteorológica de Lima hace de la capital un territorio de surfistas todo el año.

Para los que buscan destinos fuera de lo común y no se espantan con las bajas temperaturas, la costa oeste de Irlanda es conocida entre la comunidad surfer como Cold water Eden. Tanto así que Bundoran, un pequeño pueblo a tres horas de Dublín, prácticamente vive del turismo que genera esta actividad y puede considerar al wetsuit como el código de vestimenta oficial. En Marruecos, el pueblo pesquero de Taghazout también ha ganado mucha popularidad entre los surfistas internacionales gracias a su poca concurrencia y oleaje para todos los niveles. Aunque si se trata de lugares emergentes, en Ramin, en el sureste de Irán, se está desarrollando todo un movimiento de posicionamiento y educación acerca de este deporte encabezado por Shahla Yasini, la primera mujer iraní en haber surfeado públicamente en su país.

Rafting

Si la ola Pipeline es considerada el sueño de los surfistas, el río Colorado en Arizona tiene un efecto similar con los entusiastas del rafting. Disfrutar de la belleza del Gran Cañón a nivel del río puede hacerse de manera independiente —solicitando un permiso a través del Sistema de Parques Nacionales de Estados Unidos— o con alguna de las compañías privadas que organizan tours de uno o varios días. En ambos casos, vale la pena hacer la planeación con mucho tiempo de anticipación porque hay lista de espera. Otro de los destinos soñados es el río Zambeze en Zimbabwe, donde no es raro toparse con hipopótamos o cocodrilos en pleno descenso. Sin embargo, el recorrido es bravo y los rápidos alcanzan niveles cuatro y cinco, por lo que es mejor dejárselo a los expertos.

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Río Zambeze, en Zimbabwe.

Moviéndonos a Canadá, el río Magpie en Quebec cuenta con rápidos para principiantes, intermedios y avanzados a lo largo de sus 200 kilómetros de extensión. Aquí lo más común son las excursiones de siete días para acampar en el bosque, que además es una muy buena oportunidad para ver las auroras boreales. En un recorrido mucho más tropical, el río Pacuare, en Costa Rica, y el río Upano, en Ecuador, ofrecen paisajes muy similares: vegetación frondosa, aves de colores y rápidos de niveles tres y cuatro. Por su parte, rodeado por la cordillera de los Andes, el río Futaleufú en Chile y su increíble color azul —consecuencia del agua proveniente de los glaciares de la Patagonia— cuenta con secciones designadas para el rafting de alto nivel y otras más tranquilas para poder practicar más actividades, como kayak, canoa y remo

Buceo

Cayo Ambergris, la isla más grande de Belice, es hogar del Sistema de Reservas de la Barrera del Arrecife de Belice, así que la oferta de atractivos naturales bajo el agua es impresionante y para todos los niveles. Mientras que los buzos más experimentados encuentran en Hol Chan y el gran Blue Hole —de 124 metros de profundidad— la mejor opción, los principiantes se sienten más cómodos en lugares como el Shark Ray Alley que es mucho más superficial, pero igual de emocionante. En un plano similar, la Reserva de la Biosfera Cabo Pulmo en el mar de Cortés esconde uno de los pocos arrecifes coralinos del Pacífico, cuya edad se calcula en más de veinte mil años. Aquí conviven más de 300 especies de peces, corales y algas, al igual que varios visitantes temporales de mayor tamaño, como el tiburón ballena y las rayas.

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Cabo Pulmo, en el mar de Cortés.

En aguas más frías, las islas Farne —ubicadas en la costa oriental de Inglaterra— ofrecen otra buena alternativa de buceo para los amantes de la fauna, ya que aquí habita una de las grandes colonias de focas grises del Atlántico, que resultan muy juguetonas y curiosas ante cualquier visitante. Además, la gran cantidad de naufragios que decoran el lecho marino le dan un toque extra a la experiencia. Sin embargo, bucear no es exclusivo del mar, y lugares como Capo D’Acqua, en Italia, lo prueban. Este lago artificial —situado a dos horas de Roma— fue creado en la década de los cincuenta para irrigar campos cercanos y debido a varios temblores, ahora esconde los vestigios de dos molinos que datan del siglo XII. Para poder explorar sus profundidades, hay que tramitar un permiso con una asociación de buceo local llamada ATLANTIDE.

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