Placeres escondidos

Una franja en la costa oaxaqueña conocida como Punta Pájaros quiere convertir a Puerto Escondido en uno de los destinos más sofisticados del país.

07 May 2021

Hace 20 años Puerto Escondido era un destino bohemio, paraíso de surferos cazando olas en Zicatela y de cabañitas austeras pendiendo de los riscos. Hoy, con el desarrollo de la zona que se conoce como Punta Pájaros, es uno de los lugares de playa más sofisticados y singulares de todo México. Éstos son algunos de sus secretos por descubrir.

Casa Wabi

Dice Kengo Kuma que la mejor arquitectura es la que se esconde. Kuma es uno de los arquitectos de renombre internacional a quienes Bosco Sodi, artista plástico y fundador de Casa Wabi, les comisionó una intervención arquitectónica para concretar su visión de un espacio para residencias artísticas enfocado en el trabajo con las comunidades de la costa oaxaqueña.

Foto: Sergio López.

A unos 20 minutos de Puerto Escondido, el corazón de Casa Wabi es la palapa monumental proyectada por Tadao Andō, dividida por un muro continuo de concreto de 312 metros de largo. Andō también imaginó un excepcional observatorio y espacio de meditación. El portugués Álvaro Siza diseñó un pabellón/horno de barro y Alberto Kalach intervino el paisaje y agregó una enorme chimenea. Por su parte, Kuma diseñó un gallinero: un curioso pabellón de madera quemada para las gallinas ponedoras que cada mañana proveen de huevo fresco a los artistas residentes. A pesar de su ambición y monumentalidad, Casa Wabi logra integrarse con sus alrededores. De alguna manera desaparece, como un simple escenario para apreciar el arte, la luz, el horizonte y el silencio.

Casa Cosmos

También Casa Cosmos desaparece. Podría tratarse de arquitectura japonesa, pero es obra de un despacho de Monterrey: Stación ARquitectura (S-AR). ¿Qué puede ser una casa de playa que no está propiamente en la playa? ¿Qué puede ser un refugio de este mundo ultraconectado todo el tiempo? Casa Cosmos es una casita en medio de Punta Pájaros diseñada para una pareja —el artista Claudio Sodi y la arquitecta Aranza de Ariño— que se renta por Airbnb. Un sencillo núcleo de concreto rodeado por una retícula abierta de columnas y trabes, resguardado sólo por persianas corredizas de madera que permiten abrir la casa por completo al territorio agreste que la rodea.

Foto: Camila Cossío.

Aquí se confunde de manera natural el lujo con lo rústico: despertar con el canto exótico de las aves locales, el placer de estar echado en una hamaca sin hacer ni pensar nada, una ducha a la luz de las velas (tremendamente romántica hasta que se le agrega el mal tercio de una peludilla tarántula), disfrutar un atardecer encendido en la azotea o un chapuzón en la pileta de agua bajo las estrellas, arrullarse con una sinfonía nocturna de insectos.

Casa Tiny

Foto: Camila Cossío.

Antes que Cosmos estaba Tiny. Una casita minúscula de concreto y techo a dos aguas en medio de la nada de la costa oaxaqueña. Un búnker de placer de 59 metros cuadrados. Walden en Puerto Escondido. El primer experimento de Sodi y De Ariño en la zona se volvió una sensación instantánea en Instagram. En la planta alta, una cama bajo una ventana y dos ventiladores de piso. En la planta baja, una gran mesa comunal de concreto con hornillas y un fregadero integrados, que se proyecta hacia la terraza exterior. Persianas de parota que enmarcan de manera idónea las vistas hacia afuera. La sensación de estar aislado del ruido del mundo. Un pitch perfecto para la generación del nomadismo digital.

Hotel Escondido

Cortesía Hotel Escondido.

Antes que Casa Tiny y Casa Wabi, en Punta Pájaros estuvo el hotel Escondido. La primera incursión del siempre adelantado Grupo Hábita en la costa de Oaxaca. Escondido toma la magia desenfadada de pueblo surfero de Puerto Escondido y la eleva a la máxima potencia. Algo queda del minimalismo estiloso del tristemente extinto Hotel Básico de Playa del Carmen, aunque atenuado y madurado. Una fila de búngalos con techo de palapa y piscina privada, rodeados de arena y cactus, y una alberca de 50 metros de largo corren en paralelo a la costa con vistas ininterrumpidas del mar bravío. Hay artesanías locales, tablas de surf y detalles de diseño en cada rincón de las habitaciones y áreas comunes. Todo contemplado para que uno no tenga que pensar en nada y se entregue al sol y al estruendo de las olas.

Kakurega Omakase

Foto: Sergio López.

A Grupo Habita nunca le ha gustado dormirse en sus laureles. El año pasado pusieron la barra todavía más alta con una propuesta gastronómica que no se parece a nada de lo que habíamos visto en esta parte de México, o cualquier otra para eso. Kakurega Omakase —kakurega significa escondido en japonés— combina la frescura y diversidad de los productos de la región con las interpretaciones refinadas, ritualistas, de la cocina japonesa. Ideado por Bosco Sodi, Luis Urrutia y Alberto Kalach, Kakurega es una elegante palapa que se eleva sobre una plataforma de ladrillo y concreto en medio de un terreno silvestre, y resguarda una barra para 12 comensales, quienes disfrutan el espectáculo visual que ofrecen las vistas, así como las sutiles acrobacias de Keisuke Harada, originario de Kioto, quien ofrece cada día un menú distinto, a elección del chef.

Bar Cobarde

Foto: Sergio López.

Esto no sería Oaxaca sin mezcal. El Bar Cobarde, diseñado por Aranza de Ariño, nos tiene bien cubiertos. Abrió apenas en 2020 y repite la fórmula de barra/ palapa, pero no menos pensada, con pequeñas mesas repartidas en el lugar y una fila de bellos botellones de vidrio soplado que contienen líquidos cristalinos que a la vista parecen idénticos, pero que en nariz y boca nos transportan a lugares completamente distintos: humos dulzones, tierras húmedas, frescores pastosos, barro chocolatoso. Tobaziche, tepeztate, cuarenteño, salmania y arroqueño: aquí sólo sirven mezcales artesanales de primerísima calidad, acompañados de pequeños platos de temporada, preparados al son que toque el mercado.

El Papelillo

Foto: cortesía Tezontle.

Por deleites no nos detenemos. Cuando el sol, el mar, el mezcal y la comida no son disfrute suficiente, está la terma El Papelillo. Papelillo se les dice a los árboles locales que “sudan” su corteza rojiza como escamas de piel vieja, típicos de Punta Pájaros. Un sauna y temazcal que parece ruina o templo dibujado en un códice, una microfantasía neoprehispánica con muros también rojizos y sudados, imaginados y colados por el joven despacho/taller de arte y arquitectura Tezontle. El calor, el placer y el suspiro alzados, entre rocas ardientes, a una calma que parece delirio.

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