Cómo encontrar tesoros en la tierra del rey poeta

A 50 minutos de la Ciudad de México se halla Texcoco, el lugar donde encontraron a Tláloc y murales de Rivera

30 Aug 2017

En el siglo XV, Texcoco era un lugar estratégico donde Hernán Cortés planearía –años después– la conquista de Tenochtitlán. Hoy, un pequeño monumento sobre la calle de Juárez (que atraviesa la ciudad de norte a sur) recuerda que desde este sitio se inició el camino hacia la capital azteca, en 1521.
Dos cuadras adelante se ubica Faro Texcoco, fábrica de artes y oficios donde se expone en marzo y abril “Los guerreros del Monte Tláloc”, como parte del trabajo de arqueología que se realiza en dicha montaña, donde hay restos prehispánicos a más de 4 mil metros de altura.
No está de más decir que el Tláloc del Museo de Antropología e Historia fue llevado desde el pueblo texcocano de Coatlinchán a la Ciudad de México. En el pueblo de Tlaminca se alza el cerro de Tezcutzingo, donde se ubican los “Baños de Nezahualcóyotl”, que fueran el palacio de descanso del rey texcocano. Éste ha pasado a la historia como poeta e ingeniero (entre otras destrezas) y aquí se encargó de realizar un zoológico y un jardín botánico. Hay varios vestigios arqueológicos, coronados por una especie de jacuzzi en el que se bañaba el monarca con sus concubinas. Desde ahí, la vista del Valle de México debió ser la más hermosa que haya conocido Tenochtitlan antes de su caída.
A un costado del jardín municipal se encuentra la catedral de Texcoco, del siglo XVII, dedicada a la Inmaculada Concepción de María. Dentro del mismo conjunto religioso está la Capilla de la Tercera Orden, del siglo XVI, con retablos barrocos, así como la llamada “Capilla de la enseñanza”. Aquí, Fray Pedro de Gante fundó la primera escuela de música y castellano de América.
Hay un sinfín de iglesias en los pueblos aledaños y una manera suculenta de conocerlas es en la taquería Los Tejamaniles, ubicada en una casa antigua sobre la calle de Allende, en el centro, en la que se muestran permanentemente excelentes fotografías de distintas capillas e iglesias de Texcoco y sus poblados.
Y si se trata de manjares, es casi una obligación probar la barbacoa local que se pelea el puesto como la mejor de México con Tulancingo, Hidalgo. Un buen lugar es el mercado municipal, junto al jardín. Hay varios puestos, pero uno de los de mayor tradición es el de la familia Portuguez. ¿La recomendación? Barbacoa surtida, consomé, algo de pancita y salsa borracha.
Afuera del mercado, en el portal, la pulquería “El Turista” ofrece curados estupendos de frutas de temporada y el infaltable de avena desde las 10:30 de la mañana. Además, cada enero se celebra en Tepetlaoxtoc la Feria del Pulque, bebida centenaria que se disfruta todo el año en comunidades como ésta, San Simón y Tlaminca.
Los tlacoyos, las quesadillas de flor de calabaza y cuitlacoche, y los mixiotes de carnero también están entre las delicias típicas que valen la pena probarse en el mercado o en la Feria Internacional del Caballo.
Antes de la barbacoa, un paseo sugerido es al Parque Nacional Molino de Flores. Aquí se alzaba una hacienda pulquera cuyas ruinas han servido de locación para películas desde hace varias décadas.
Tampoco puede faltar una visita a la Capilla Riveriana, en la Universidad Autónoma de Chapingo. Presume uno de los mejores trabajos de Diego Rivera que fuera visitado por André Breton cuando estuvo en México. El detalle surreal es que en esta universidad (antes Escuela Nacional de Agricultura) estudiaron Jorge Negrete y el compositor Álvaro Carrillo.

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