La gente de Malawi presume de pertenecer al país más alegre y simpático del mundo. El planeta está lleno de personas divertidas y simpáticas, pero, en mi experiencia, puede que, al menos, merezcan estar entre los primeros candidatos al título.

Malawi es un lago rodeado de montañas. Sus aguas, en cualquier caso, lo ocupan todo. La vida transcurre junto al famoso manantial bautizado como “de las estrellas” por Livingstone cuando lo descubrió para los europeos y observaba las barcas salir a pescar por la noche con sus candiles que iluminaban la oscuridad, como si fueran estrellas. Esa imagen hoy se mantiene y emociona.

El lago homónimo es el octavo más grande del mundo y tiene más de 700 metros de profundidad. De allí son endémicos los peces cíclidos, que, como en las famosas Galápagos, han tenido un desarrollo propio adaptándose al medio. Sus aguas están llenas de hermosos peces de colores.

Hay algunas empresas que ofrecen cursos de buceo y es muy recomendable, al menos, hacer snorkel en alguna de sus islas. Es posible contratar catamaranes o barcos para realizar excursiones allí e incluso dormir en ellos. El lago pertenece también a Mozambique y Tanzania, en menos proporción, algo que ha generado y genera diversos problemas entre los estados por la demarcación de sus fronteras.

Las dos localidades más famosas y mejores para viajar por el lago son Cape Maclear y Monkey Bay. De la última, también para los más osados, sale el mítico carguero Ilala, que recorre todo el lago. Como cambia mucho sus fechas e itinerarios, es mejor informarse previamente de sus horarios y si funciona.

La oferta hotelera en ambas poblaciones es extensa, desde sitios para mochileros hasta hoteles de mejor nivel. Los alojamientos están enclavados en medio de los poblados. Se puede escuchar el canto de los pescadores desde las barcas en su regreso de la jornada o pasear entre sus humildes casas. Los atardeceres desde Cape Maclear son limpios, lentos y bellos.

En cuanto a flora y fauna, me decanto por el Parque Nacional Liwonde. Bueno, en realidad lo hago por el Bushman’s Baobab Lodge, el alojamiento de un loco sudafricano, experto en cocodrilos, que ha creado un singular campamento.

En una esquina del río Shire, desde donde al amanecer se organizan unos magníficos safaris en canoas –y donde los elefantes o hipopótamos son vecinos de sus cabañas o tiendas–, la vida salvaje parece tener un sosiego especial. Las noches de hoguera y las duchas al aire libre iluminadas con velas, así como su alto mirador, hacen de este sitio un alojamiento extraordinario.

Camino al norte, a la frontera con Tanzania, se puede parar en Livingstonia, una vieja ciudad creada por los primeros misioneros que huyeron a las montañas por la malaria de los mosquitos y que, tras una muy dura carretera, tiene para los más jóvenes y alternativos una sorpresa: la Mushroom Farm, un conjunto de cabañas que regentan ahora unos hermanos estadounidenses y que es un refugio de viajeros perdidos de todo el mundo, al más puro estilo de la novela adaptada al cine The Beach.

Imprescindibles Cape Maclear, Monkey Bay y el Parque Nacional Liwonde.

Fuera de ruta Livingstonia y cualquiera de las numerosas calas que hay a lo largo de la carretera junto al lago.

Dónde dormir Bushman’s Baobab Lodge, en Liwonde, y Mushroom Farm, en Livingstonia.

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