Four Seasons Madrid: hotel citadino por excelencia
Cuando uno visita ciudades grandes como Madrid, a las que se puede volver una y otra vez, dan ganas de dormir en sitios capaces de transmitir el alma de la ciudad con sus muros y contagiarte del ambiente urbano…, sin dejar de funcionar como un oasis de paz para descansar al final del día.
POR: Mary Gaby Hubard
Idealmente hay un hotel para cada tipo de viaje: los de playa infinita, los que apuestan por el silencio rural, los que giran en torno al bienestar, los que proponen no salir jamás. Y luego están los que logran algo más difícil: convertirse en una extensión natural del destino; te permiten absorber su energía, su cotidianidad, sus capas de historia. Para mí, estos últimos son los hoteles citadinos por excelencia: los que te invitan a vivir la ciudad, a escucharla desde su lobby, a entenderla con el primer café de la mañana y el último trago de la noche. Son un punto de conexión entre la energía del entorno y la paz que necesitamos al final del día.
Y uno de mis consentidos en esa categoría es el Four Seasons Hotel Madrid. Está pensado para conectar con la ciudad, para reflejar en sus muros la misma dualidad que define a Madrid: una ciudad donde el pasado se mezcla con el presente y la relevancia histórica tiene una segunda vida. Y es que este hotel originalmente eran siete edificios que se fundieron en una misma propiedad. Uno de ellos, el antiguo Palacio de la Equitativa, construido en 1887, fue un banco, testigo de transacciones y con una caja fuerte de 14 toneladas que ahora descansa como una escultura en el interior. Y esta historia se integra en sus acabados: en las columnas de mármol verde del hotel, en los suelos de mosaicos restaurados o sus magníficas vidrieras. Todo ese pasado revive mediante una colección de arte contemporáneo que adorna los muros con siglos de existencia.
Su lobby no sólo recibe a huéspedes: es un punto de encuentro entre visitantes y locales, donde el ir y venir es constante, y en el cual se cierran negocios, se esperan taxis o simplemente se disfruta un café después de un amanecer en el Retiro. Esa mezcla de momentos y ritmos es lo que convierte al Four Seasons en una extensión de Madrid, una ciudad en constante movimiento.
La oferta gastronómica del hotel refuerza esta sensación de estar inmerso en la ciudad. En el primer piso se encuentra Isa, en el que cada platillo resulta casi una conversación entre Asia y el Mediterráneo: baos de pato, un nigiri de berenjena inesperado pero delicioso, un arroz frito y, por supuesto, el pescado más fresco. Todo acompañado de una muy buena carta de coctelería, pero sobre todo de un ambiente vivo, repleto de locales que disfrutan la música en vivo y las luces tenues que en cualquier día de la semana se convierten en el pretexto perfecto para funcionar como arranque para una larga noche madrileña. Unos pisos más arriba está Dani Brasserie, donde por la mañana el desayuno en forma de buffet se adueña de la barra central del restaurante y, por las tardes, un menú de productos frescos del mar y una hamburguesa imposible de olvidar son los protagonistas.
El éxito de hoteles citadinos como Four Seasons Madrid se debe a que saben conectar con la ciudad de una forma íntima, que te invita a formar parte de su pulso sin perder la paz que se busca al final del día; a su manera de insertarse en la vida cotidiana de Madrid sin forzar nada; a su equilibrio entre historia y modernidad, entre el descanso y el movimiento.
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