6 botanas ibéricas para matar el hambre en España

Chuches, botanas, bocatas, aperitivos, latas. Así se ha conformado en España un universo de posibilidades al servicio del antojadizo, con invenciones prácticas, ingeniosas y de mucho sabor.

13 Nov 2025

La botana suele ser una ventana precisa a ciertas culturas. Basta con mirar los anaqueles de papas para entender ciertas cosas fundamentales sobre un destino. ¿Por qué aquí son dulces?, ¿dónde está lo picante?, ¿cuál es el sabor insignia de este país desconocido y por qué no se parece en nada a lo que puedo encontrar en las tiendas de conveniencia de mi hogar?

En el caso ibérico, esto es más cierto que en cualquier otro lado. No sólo porque tienen papas con sabor a jamón serrano. Hablamos de una tradición milenaria del disfrute, en forma de música, siesta y arte, pero sobre todo en lo que se refiere al sabor. No es una coincidencia que en este particular rincón del mundo se haya perfeccionado el arte de las tapas y los pinchos.

Los españoles se las han ingeniado para matar el hambre a la mínima señal de antojo y no sólo con lo que encuentren a la mano, sino con invenciones geniales para flipar y salivar. Ya sea que el viajero busque un bocado para subir el azúcar, algo salado para inducir el antojo antes de la comida o una botana frente al mar. En España no hay que ir muy lejos para saciar el hambre.

Bonilla a la Vista

Las patatas fritas más famosas de España no son las de sabor a jamón serrano, sino las naturales y saladas. La variante universal de la fritura no tendría por qué hacerse un lugar en la lista de los sabores más especiales de la península Ibérica si no fuera porque, en una discreta churrería de A Coruña, perfeccionaron su elaboración para obtener la textura más crujiente posible y un dorado perfecto. Hoy son elaboradas con el mismo proceso que hace más de 50 años, utilizando papas locales y siguiendo un riguroso proceso de inspección.

Aunque la churrería Bonilla abrió a principios del siglo XX, sus papas fritas se reservaron como un preciado secreto gallego hasta hace muy poco, cuando aparecieron en una escena de la película ganadora del Oscar Parasite, o el año pasado, que Oprah las incluyó en su lista anual de cosas favoritas. Desde entonces, las características latas en las que se empacan se han convertido en un preciado souvenir para traer de regreso de España.

Pipas saladas

La popularidad de esta botana es tan grande en España que incluso se convirtió en una cuestión de sanidad pública. Hasta hace poco era común que el suelo bajo las bancas de parques y plazas se cubriera permanentemente con los cadáveres de semillas de girasol que iban acumulándose a lo largo de los días. Ahora, como medida contra la agresiva contaminación callejera, las principales marcas de pipas han tenido que vender una bolsa de papel para tropiezos junto con todos sus empaques.

Las pipas son todo un pasatiempo ibérico. Literalmente, sirven para matar el tiempo además del antojo. Para llenar los huecos de alguna espera o acompañar la contemplación. Es así desde que la guerra civil recrudeciera el hambre y faltara lo disponible para saciarla, con la escasez de las botanas más comunes, como cacahuates o caramelos. Entonces, el consumo de lo que antes sólo era una semilla se extendió por toda España, salándose para que el gusto durara un poquito más.

Gildas

Cuando decimos que en España han dominado el arte de los aperitivos, de comer sin necesidad de llamar a la mesa o montar todo un ritual al respecto, nos referimos a cosas como estas. Aceitunas, guindillas y anchoas atravesadas por un palillo para unir el bocado perfecto, la comunión de lo encurtido y lo conservado. Si la paciencia y la perseverancia tuvieran sabor, sería algo más o menos así.

No es casualidad que sea la forma preferida para abrir el apetito en toda España. Aunque este es un gusto más que nada típico del País Vasco, se ha popularizado en bares a lo largo y ancho de la península, como un tentempié ideal para tomar entre cañas frías.

Espetos

Sí, los vascos son los especialistas en pintxos, pero otras comunidades en España han encontrado los beneficios de picar no sólo para comer, sino también para cocinar. En la costa sur, entre las playas de Málaga y Granada, donde gozan de más de 300 días de sol al año, los han empleado para clavarlos en la arena y prepararlos ahí mismo, sin privarse ni un minuto del buen clima.

Este platillo se conoce como espeto, una variante del relativamente desusado verbo espetar, que significa “atravesar carnes o pescados con un instrumento acabado en punta para someterlos a la acción directa del fuego”. Normalmente emplea sardinas, aunque también se puede hacer con jureles, doradas, lubinas. Todo lo que quepa alineado en un pedazo de caña que se inserta en la arena y, como indica la RAE, se deja cocinar por encima de unas brasas esparcidas en la playa. Simple, el espeto es el rey del chiringuito.

Torrijas

No todo es salado en la península. Tampoco se trata de sólo saciar el hambre; no todo es tan pragmático y sencillo. También hay ciertos caprichos a los que hay que ceder, por pura cuestión de antojo y nada más que eso. Entonces vienen los postres, y entre ellos brilla la sencillez de las torrijas.

Una receta simple: se toma un pan –cualquier pan, incluso uno que esté duro e inservible para cualquier otro propósito–, se sumerge en leche, almíbar o vino, después se reboza en huevo y se fríe en aceite. Antes de servir, se endulza al gusto con miel, azúcar o canela.

Churros

Pero, si de postres españoles se trata, desde luego que los churros tendrían que estar en un lugar especial. Su fama trasciende las fronteras españolas, extendida con el paso de la colonia a lugares como México, donde desde luego no somos ajenos a sus encantos.

Aunque la receta tampoco tiene demasiadas complejidades –una masa frita y endulzada–, la actualidad ha hecho de las suyas con las tradiciones y, de un tiempo para acá, se les ha rellenado con una diversidad de sabores. Los bares y restaurantes en España, donde se usan para extender las sobremesas, o incluso como un desayuno dulce en días fríos, simplemente los sirven acompañados del chocolate caliente más espeso del mundo. No hace falta rellenarlos, sólo chopearlos en este líquido oscuro.

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