El intenso color azul que los mayas inventaron (y le regalaron al mundo)

Mientras que en Europa el color azul era un pigmento difícil de conseguir, en Mesoamérica adornaba los murales de las ciudades.

10 Jul 2019

Al recorrer las grandes zonas arqueológicas mayas del sureste del país nos encontramos con los vestigios de una civilización misteriosa que tras desaparecer (inexplicablemente) dejó atrás pirámides y templos que han aguantado el paso del tiempo. Pero lo que se nos hace difícil imaginar es todo aquello que los siglos se llevaron. Cada construcción estaba llena de brillantes colores y murales que decoraban sus muros. Entre todos los tonos, destacaba el color azul intenso que esta civilización inventó y que terminó por hacer historia.

El azul en Europa y en Mesoamérica

Durante el siglo XVII el pigmento azul ultramarino era algo muy difícil y costoso de conseguir ya que la materia prima (la piedra semipreciosa lapislázuli) provenía de las lejanas minas de Afganistán. Por esta razón sólo artistas adinerados lo ocupaban y el color se reservaba para ciertos detalles sagrados como las túnicas de la virgen o en pinturas de la nobleza. La situación no cambió hasta la Revolución Industrial, época en la  que se encontraron maneras más accesibles de emular ciertas tonalidades artificialmente.

Azul Maya

Mural del sitio arqueológico de Bonampak

Mientras tanto, en otro continente, este color era el protagonista de sus cenotes, mares, plumas de quetzal e incluso en varios de los murales que adornaban las ciudades mayas. Para este grupo, el pigmento purificaba el alma, por lo que era muy usado en las víctimas de sacrificio durante diversos rituales y para decorar los altares.

¿Cómo era el azul maya?

Este azul inventado por los mayas fue un tinte brillante e intenso con tonalidades en turquesa. Es considerado uno de los colores mesoamericanos más duraderos ya que es resistente a la humedad, al sol y al tiempo. Tanto así que varios murales en zonas arqueológicas como Chichén Itzá aún mantienen el pigmento original.

Hay que destacar que la permanencia del color en las obras precolombinas se explica porque a diferencia del carácter mineral del lapislázuli (usado en Europa), la versión prehispánica tenía un origen vegetal.

Azul Maya

La aparición de la Virgen y el Niño a San Francisco, de José Juárez

Este color único estaba hecho a base de planta de añil, que forma parte de la familia índigo, y era muy común en esta zona del continente. Sin embargo, el tinte que salía de la flor se desvanecía rápidamente con el sol y los elementos naturales, por lo que para hacerlo resistente se utilizaba una arcilla blanca conocida como atapulgita, el cual se mezclaba con el pigmento vegetal para hacerlo más duradero.

El azul maya en el barroco del Nuevo Mundo

Con la llegada de los españoles, este color se convirtió en el principal diferenciador entre las pinturas barrocas europeas y las del Nuevo Mundo. Ya que mientras que los cuadros de Caravaggio y Rubens se distinguían por el uso de  tonos cálidos y caóticos, las obras de pintores de segunda y tercera generación nacidos en Ciudad de México como José Juárez y Baltazar Echave se caracterizaban por el uso de colores más fríos como el azul. Un ejemplo de esto es La Inmaculada Concepción de Echave, algo que con lo complicado del azul que se conseguía en Europa, jamás hubiera sido posible.

La Inmaculada Concepción de Baltazar de Echave

El azul maya no fue el único color originario de Mesoamérica que recorrió el mundo, el rojo cochinilla es otro. Sin embargo, este último se popularizó en el mundo ya que era más resistente que el pigmento de la planta de añil. Por otro lado, en 1960 se descubrió que los mayas usaban arcilla para hacerlo durable.

Actualmente, se pueden apreciar varios murales prehispánicos con este color en zonas como Bonampak, en  el MUNAL e incluso en la cúpula de la Catedral de Puebla.

Cúpula de la Catedral de Puebla

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