Expo 2025 Osaka: los arquitectos del futuro en Japón
¿Podemos trazar el rumbo de nuestras sociedades? En una isla artificial, en la bahía de Osaka, 158 países creen que es posible y, hasta octubre, cualquier curioso puede asomarse a ver cómo “se está construyendo” lo que vendrá.
POR: María Pellicer
El contexto: Osaka
Yumeshima, para llegar ahí tengo que caminar exactamente 12 minutos desde mi Airbnb en el barrio de Shinsaibashi, tomar el metro en la estación de Nagahoribashi, hacer un cambio en Sakaisuji Hommachi y seguir hasta la última estación de la línea Chou. Es la hora pico y los vagones del metro van completamente repletos. Silencio total. La mayoría observa su teléfono, otros duermen, sentados o de pie. Son las 7:15 de la mañana. Cuando el metro para en la estación de Cosmosquare, la mayoría baja. Quedamos abordo los que nos dirigimos a la expo. Todavía es temprano –las puertas no abren oficialmente sino hasta las 9:00 de la mañana–. Aun así, cuando finalmente el tren para en Yumeshima, somos muchos los que salimos a la superficie. La Expo de Osaka, que abrió oficialmente sus puertas el 13 de abril, mueve números exorbitantes. Mientras escribo esto, un par de semanas después de mi vista, han pasado 52 días desde la apertura y el número de asistentes ya sobrepasó los 5.8 millones. Eso equivaldría a 111,500 personas que llegan cada día hasta esta isla artificial.
¿Y qué es exactamente la expo? Esta idea de las exposiciones universales nació a finales del siglo XIX en Europa, como un espacio para difundir y compartir avances tecnológicos entre países. La Torre Eiffel, el Pabellón Barcelona o el quiosco de Santa María la Ribera son recuerdos de aquellas. Con el paso del tiempo, las expos han tenido muchas variaciones y hoy, las que son exposiciones mundiales reconocidas por el Bureau International des Expositions (BIE), se celebran solamente cada cinco años (la próxima será en 2030, en Riad). El tema específico para la Expo 2025 fue “diseñar la sociedad del futuro”. Así, cada uno de los 158 países participantes tuvo la opción de construir un pabellón o compartir uno de los espacios comunes. Como cada país paga por su espacio, la expo se convierte también en una especie de competencia: política, económica y de marketing. Durante todos los años que llevo viajando por el mundo, nunca había pasado tanto tiempo pensando en cómo será el futuro de nuestras sociedades y países.
Diseñar el futuro
En ese micromundo que es la expo, todo sucede dentro de un gigantesco anillo de madera. De hecho, es la estructura de madera más grande del mundo: mide dos kilómetros de longitud y fue diseñada por el arquitecto nipón Sōsuke Fujimoto. Este círculo le da estructura a la expo: en su interior se encuentra la mayoría de los pabellones, pero no sólo eso; mientras que la parte de abajo funciona como un gran túnel que conecta y protege a los visitantes del sol o de la lluvia, la parte de arriba es un precioso jardín circular que ofrece unos atardeceres espectaculares, además de ser el punto ideal para ver los shows nocturnos con fuentes y drones. No exagero si digo que es la estructura más bonita que he visto jamás.
A la fecha, no se ha decidido qué sucederá con el anillo al acabar la expo en octubre, pero los organizadores reciben y analizan propuestas e ideas para asegurarse de que no sea una inversión desperdiciada.
Cuando entro bien temprano a la expo, todavía todo está desierto y puedo aprovechar para tomar fotos de los espacios vacíos y de los pabellones sin filas. Conforme van pasando las horas, todo se va llenando; diría que entre 80 y 90% de los visitantes son japoneses. Bajo la sombra del gran anillo, los grupos escolares se sientan a comer su almuerzo y los visitantes cansados se refugian del sol. El anillo también es la ruta peatonal más lógica para ir o venir a cualquier lado. Se puede cruzar también por el centro, donde justo a la mitad se encuentra el Bosque de la Tranquilidad, un jardín que, además de refrescar y dar un poquito de sombra, está intervenido por piezas de Yoko Ono, Leandro Erlich, Tomás Saraceno, Pierre Huyghe, Stefano Mancuso y PNAT. El lugar ideal para esconderse de tanto ajetreo.
Vi un total de 41 pabellones en cuatro días y elegí mis ocho favoritos. Aunque en gustos se rompen géneros, mi mecánica para elegir los mejores parte de tres criterios. Primero, ¿el pabellón ofrece al visitante una visión del futuro? Segundo, ¿es una visión innovadora y propositiva, ligada a la realidad del país? Tercero, ¿hay un diálogo entre narrativa, arquitectura y diseño del espacio que ayude a entender mejor esta visión? Fue así como elegí los pabellones que, a mi parecer, son los mejores y los que más valdría la pena visitar.
Una señalización: hay pabellones con arquitectura de mucho nivel, pero donde no queda muy clara la visión del futuro. Hay pabellones que muestran hermosas piezas de arte, traídas desde el otro lado del planeta. Hay grandes exhibiciones de moda y también espacios gastronómicos. Incluso se podrían elegir las mejores tiendas de souvenirs, con preciosas artesanías o dulces tradicionales, pero para mí lo más importante de la experiencia de la expo es entender cuál es la visión de cada uno de sus participantes.
Hay también pabellones presentados por marcas y empresas participantes. Cartier, por ejemplo, tiene un hermoso pabellón dedicado a las mujeres, donde el hilo conductor es la vida de tres de ellas: la novelista japonesa Banana Yoshimoto, la poeta y activista sudanesa Emmi Mahmoud y la activista climática mexicana Xiye Bastida. No consideré ninguno de estos pabellones, pues abordan temas y problemáticas distintas, pero bien vale la pena visitarlos también (al final, algunas recomendaciones prácticas sobre cómo hacerlo).
Japón: un futuro circular y con muchas algas
Los japoneses se tomaron la tarea muy en serio y su pabellón presenta una idea concreta, explicada de manera clara y lúdica en un espacio hermoso y sostenible. El equipo detrás del pabellón incluyó a Oki Sato como productor, a Junpei Watanabe como redactor, a Yoshiaki Irobe como director de arte y diseño, y al estudio de arquitectura Nikken Sekkei.
La forma circular del pabellón hace eco de los ciclos de la vida que constituyen la base del pabellón: las conexiones entre todas las formas de vida. Plantas, Granja y Fábrica son las tres áreas que componen los espacios y que convierten todo el pabellón en una gigantesca planta de biogás que literalmente se come la basura producida por la expo. Otro de los temas centrales son las algas y su función en este gran ciclo, incluida la parte alimentaria. Cada detalle se tomó en consideración, desde cómo se construyó el pabellón hasta la forma en que será desmantelado y reutilizado, pasando por los uniformes del equipo o el mismo sistema de señalética. Se podría escribir una nota completa sólo acerca de él y por qué también resulta especialmente difícil entrar. Quienes quieran hacerlo tendrán que reservar y probar suerte después de las 7:00 de la noche, cuando las puertas se abren al público.
Arabia Saudita: un futuro con presupuesto ilimitado
Si los japoneses fueron los que más ganas le pusieron a su pabellón, no sorprende que sea Arabia Saudita, que será el host dentro de cinco años, la que le pise los talones. Fue el arquitecto Norman Foster quien se encargó de diseñar el edificio blanco que transporta a los visitantes a un espectacular oasis en medio del desierto. Como todos los pabellones internacionales, siempre hay una parte importante que busca presentar la cultura y sociedad del país, aprovechando la oportunidad de introducir el destino a los visitantes locales, pero lo fundamental aquí es aprovechar para contar los avances y las novedades, y Arabia Saudita tiene muchos planes (y mucho presupuesto). De entre todo lo que vi, el megaproyecto de Neom, que incluye The Line, una de las primeras ciudades lineales del planeta, además de dos desarrollos turísticos, es sin duda el más espectacular y ambicioso de todos.
El triunfo del soft power: Corea de Sur
Si hay un país que ha conseguido conquistar al mundo con el soft power, el ganador indiscutido es Corea del Sur. La cultura coreana es tan común en las calles de Ciudad de México como en São Paulo u Osaka. Música, televisión y gastronomía lo conquistan todo. El pabellón surcoreano es un sencillo bloque blanco con un frente que en realidad es una gigantesca pantalla. Claro, no es cualquier pantalla, sino una que les recuerda a todos los visitantes que hoy muchas de las más grandes marcas tecnológicas vienen de esta península. Durante todo el día, la pantalla presenta animaciones y videos, extendiendo la experiencia del pabellón a quienes están afuera. En el interior, los dos espacios centrales también echan mano de animaciones y luces, lo que deja la arquitectura a un lado. No es todo. Corea tiene al menos dos espacios más allá de su pabellón dedicados a la venta y presentación de productos: una demostración de que son el país de moda.
24 horas en China
China no podía quedarse atrás. Su espacio estuvo a cargo de China Architecture Design & Research Group (CADG), con el arquitecto Cui Kai a la cabeza. La gran estructura de madera hace referencia a una forma tradicional de escritura en bambú llamada shujian. El interior abarca una exposición que mezcla distintos avances tecnológicos y varias aportaciones culturales. La parte que más disfruté fue un video que explica la concepción del día siguiendo la filosofía china y las distintas actividades y energías que tenemos en cada momento.
La conexión con el mar: Qatar
Detrás de este espacio estuvo el arquitecto japonés Kengo Kuma, con un diseño que busca trazar paralelismos entre ambos países. El edificio es una especie de dhow –barco tradicional– catarí, fabricado con técnicas en madera niponas. En el interior, el pabellón muestra las conexiones con el mar, fundamentales para una nación desértica como Qatar y donde la costa se convierte en algo fundamental. Temas como el agua potable o la industria del gas natural les recuerdan a los visitantes la fuerza de esta pequeña nación de la península Arábiga.
Alemania: un pabellón para enseñar
Diseñado por Lava Architects, el pabellón germano puede pasar desapercibido porque no es especialmente llamativo: elaborado en madera, y con una serie de construcciones circulares, está rodeado de un jardín que lo mantiene ligeramente aislado. Con el foco en la sostenibilidad, los espacios exploran ideas y proyectos que son circulares, es decir, que no tienen principio ni fin, y que deben ser la base para una sociedad futura. Es uno de los pabellones con más información, pero también uno de los mejores en términos de cómo se presenta y se explica cada tópico.
Tailandia: el espacio de la salud
Es difícil contender cuando la competencia incluye a algunos de los países más ricos del planeta. La solución tailandesa fue presentar una alternativa. Más allá de la parte cultural, Tailandia apuesta por la salud y el bienestar, por eso mismo el Ministerio de Salud fue el encargado de un pabellón que presenta las propuestas para mejorar la calidad de vida a partir de prácticas ancestrales y culturales. Los visitantes pueden explorar muchas de las propuestas de salud del país, que se basan sobre todo en la prevención y la medicina tradicional.
Una nota práctica y final
Es difícil poner la expo en palabras. En términos de tamaño, hay que imaginarse algo muy grande (tres veces el espacio que ocupan los vecinos Estudios Universal, por ejemplo). Esto quiere decir que hay que caminar mucho, estar dispuesto a esperar para entrar a los pabellones, hacer filas y convivir con cientos de personas. Sin ánimo de desanimar a nadie, sino todo lo contrario, es mejor llegar preparado: llevar zapatos muy cómodos, ponerse mucho protector solar, tomar agua y revisar el clima porque puede ser muy caluroso o muy lluvioso durante el verano. Hay boletos disponibles para fechas específicas y temporadas, y en todos los casos es recomendable reservar en la mayor cantidad de pabellones que se pueda, para evitar la frustración de esperar mucho tiempo. No todos los pabellones de países aceptan reservación (Japón es el único al que sólo se puede entrar con reserva) y, en cambio, el resto de los pabellones sólo acepta visitantes con reserva. El Sombrero Brillante, del arquitecto Toyo Ito, es el auditorio donde suelen presentarse espectáculos; vale la pena anotarse a uno (además, por las noches hay video mapping).
Dicho todo esto, y gracias a que se trata de un suceso en Japón, todo funciona: hay cientos de baños y todos están limpios, hay máquinas de refrescos por todas partes, tiendas de conveniencia, cientos de opciones para comer y muchísimas cosas para ver en los pabellones (más allá de los pabellones en sí, muchos tienen su propio restaurante y un espacio donde venden souvenirs). Un día no va a ser suficiente, por lo que recomiendo un mínimo de dos o tres para disfrutar la expo al máximo.
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