A bordo de un crucero de lujo por el Amazonas

El Amazonas ofrece vistas inigualables en cualquier viaje, pero tal vez no haya comer recorrerlo navegando en un crucero de lujo.

07 May 2025

Volví del Amazonas con una energía que no sabía que necesitaba. Una energía serena, profunda, como si el agua misma me hubiera recargado. Hay algo al navegar ese río inmenso que cambia tu ritmo: dormir arrullada por su corriente, despertar viendo el agua pasar frente a mi ventana como si fuera parte del paisaje, como si el mundo entero se moviera al mismo ritmo del río.

El Amazonas es el río más largo y caudaloso del mundo, con más de 7,000 kilómetros de longitud, y atraviesa varios países de América del Sur: Perú, Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Surinam, Venezuela.

Sólo en Perú, el Amazonas es el hogar de más de 1,500 especies de peces, cientos de aves, mamíferos y una biodiversidad increíblemente rica. Es un ecosistema tan grande y complejo que ocupa casi la mitad de la superficie de Perú, y explorar esta región te permite entrar en contacto con una de las áreas naturales más importantes del planeta.

Desde Perú precisamente se tiene acceso al Amazonas de muchas maneras, ya sea por tierra, agua o aire. De todas estas opciones, recorrerlo a bordo de un barco como el Aqua Nera te permite disfrutar al mismo tiempo que te adentras y convives con la selva, navegas también por los canales rodeados de verdor, escuchando el murmullo de las aguas que dan vida a todo el ecosistema.

La llegada a Iquitos

Mi punto de partida fue Iquitos, una ciudad rodeada de ríos: el Amazonas, el Nanay y el Itaya. Es la ciudad más grande del mundo a la que no se puede llegar por carretera, sólo por avión o en barco. Eso la hace especial desde el primer momento. Al aterrizar, el río se ve desde arriba como una serpiente gigante rodeada de un verde muy intenso. Impresiona. Entrar al Amazonas por Iquitos es hacerlo por un lugar lleno de vida, movimiento y mucha energía.

Esa primera tarde vi un partido de futbol frente al río Itaya mientras sonaba Grupo Explosión –una banda de música muy popular ahí– y los tuk-tuks pasaban por todas partes como si fueran parte del paisaje. Se dice que hay más de 25,000 en la ciudad y moverse en uno es parte de la experiencia. Entre la selva, la música, el futbol y los colores, la llegada fue muy especial. Una especie de aviso de lo que venía: el embarque en el Aqua Nera y la entrada al corazón del Amazonas.

El encuentro con el río

Las posibilidades de acercamiento al Amazonas son muchas: hay quienes lo recorren a pie, lo sobrevuelan en avioneta, lo cruzan en canoa o lo viven desde comunidades locales. En esta ocasión me tocó navegarlo a bordo del Aqua Nera, una embarcación que se abre paso por el río más largo y caudaloso del mundo.

Salimos desde el puerto de Iquitos, una ciudad tan viva como el mismo río. En una lancha motorizada dejamos atrás el muelle, un lugar lleno de movimiento, de barcos que van y vienen, de hombres descargando mercancía, de voces y motores mezclándose con los últimos sonidos de la ciudad. Poco a poco, el bullicio quedó atrás y el agua empezó a rodearnos por completo. Selva de un lado y del otro, nubes gordas, cielo denso. Nos cruzamos con canoas pequeñas, con embarcaciones grandes, con personas que parecían parte del mismo río, como si el agua fuera su casa. Nos adentrábamos en su territorio.

Y de pronto, a lo lejos, apareció la silueta del Aqua Nera. Un bloque negro, elegante, imponente, que parecía fundirse con el cielo nublado y el agua de color marrón. El barco toma su nombre de las místicas lagunas de aguas negras de la Amazonía peruana. El Aqua Nera es uno de los barcos de Aqua Expeditions, una empresa que establece un nuevo estándar para los viajes fluviales de lujo por el Amazonas. Ese primer encuentro con la nave fue emocionante, al saber que esa sería nuestra casa durante los próximos días, en un río que, aunque parezca manso, exige respeto. Porque navegar el Amazonas no es fácil, sus aguas cambian, se esconden, se desbordan, y sólo quien lo conoce profundamente puede moverse por ellas.

El Amazonas peruano se puede visitar durante todo el año. A bordo del Aqua Nera, la experiencia se adapta según el ritmo del río. Hay dos grandes temporadas: las aguas crecientes, de diciembre a mayo, cuando las lluvias elevan el nivel del río, y las aguas bajas, de junio a noviembre, cuando el caudal desciende. Sin embargo, como en muchos otros lugares del mundo, el clima ha cambiado y estas estaciones ya no son tan precisas como antes. Cada vez es más difícil saber con certeza cuándo comenzarán o terminarán. Lo que cambia no es la posibilidad de navegarlo, sino la ruta y las actividades: durante las aguas altas se pueden explorar canales que sólo existen en esa temporada, mientras que en las aguas bajas hay más caminatas y acceso a tierra firme. Cada estación ofrece una manera distinta de acercarse a este ecosistema inmenso y siempre cambiante.

Navegar el Amazonas

Mi experiencia en el Aqua Nera duró cuatro días y tres noches, y desde que uno sube al barco comienza un recorrido completo por el Amazonas peruano, su paisaje, su gente, su comida y sus leyendas. Cada día está lleno de actividades que se adaptan al ritmo del río, pero también a las ganas de descubrirlo todo.

Desde salidas tempranas en lanchas motorizadas para ver el amanecer y buscar animales, como osos perezosos, aves rapaces o murciélagos pescadores, hasta excursiones nocturnas en canales donde a veces las luciérnagas iluminan el camino como si fuera un espectáculo preparado sólo para ti.

Durante el día, el itinerario cambia entre caminatas por la selva, pesca de pirañas, visitas a comunidades locales –donde se rema en canoa, se conversa con los habitantes y hasta se nada en el río– y momentos inesperados, como pícnics flotantes o demostraciones de cocina a bordo. La comida es una parte fundamental del viaje: probamos ingredientes como el ají charapita, la miel de abejas nativas o platos como la patarashca y el tamal Juane, mientras los chefs explican cada receta y su conexión con el territorio.

A bordo hay tiempo para descansar y disfrutar todas las comodidades: spa, plunge pool, lounges con vista al río y un servicio cálido que hace que te llamen por tu nombre desde el primer día. Aunque el clima es impredecible –llueve, se despeja, vuelve a llover–, las actividades nunca se detienen y hay algo poderoso al caminar por la selva bajo una lluvia tropical o escucharla caer mientras se observan las hojas gigantes de los árboles.

El último día incluye una visita a un mercado local en Nauta, donde se prueba la gastronomía más tradicional de la región y se entiende un poco más su cultura diaria. Así, uno no sólo navega por el Amazonas, lo vive, lo prueba, lo escucha y lo toca.

Cierre de viaje

En mis últimos momentos a bordo me senté frente a la ventana de mi cuarto, sin prisa, sin ruido, y dejé que el Amazonas me pasara por enfrente. Tenía el mejor espectáculo posible: un río inmenso lleno de vida, de historias, de lluvia, de selva, fluyendo frente a mí.

Además de ese momento, que me prometí nunca olvidar, me quedo con los animales que vi, las comidas que probé y los datos que aprendí. También con las personas que conocí en el camino, gente del río que me dejó entrar, aunque fuera por un rato, en su vida cotidiana. Escuchar sus historias, remar junto a ellos, compartir palabras sencillas fue otra forma de entender el Amazonas.

Esa vista del agua, acompañada por todo lo vivido, fue, sin duda, mi escena favorita del viaje. El Aqua Nera logra algo difícil: hacerte sentir cómodo, pero también parte de la selva.

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