En Estados Unidos, un país donde casi todas las ciudades están pensadas para moverse en auto, existe un lugar que rompe las reglas: Mackinac Island, en Michigan. Contrario a gran parte del país, aquí los coches están prohibidos desde hace más de un siglo y la vida se mueve a pie, en bicicleta o en carruajes con caballos.
Aunque podría parecer, la decisión de mantener fuera a los coches no fue una estrategia de política verde. En 1898, cuando empezaron a circular los primeros autos, los habitantes se quejaron del ruido y del peligro que representaban en sus calles tranquilas. Desde entonces, las autoridades locales dijeron no a los coches, y así se ha mantenido hasta hoy.

El resultado es un lugar que parece detenido en el tiempo: calles silenciosas, aire limpio y un ritmo de vida más pausado. Para los turistas, visitar Mackinac es como entrar a otra época.
Este modelo ha hecho que la isla sea un destino turístico muy popular, pero también una inspiración para quienes buscan alternativas al caos urbano. Mientras en el resto del país las ciudades luchan contra la contaminación y el tráfico, Mackinac Island demuestra que es posible imaginar espacios sin autos, más humanos y más relajados.
Una tendencia más allá de Mackinac Island
Aunque parece algo único, no lo es del todo. En Venecia, por ejemplo, el transporte se hace en góndolas, porque no hay calles para coches. En Zermatt, en Suiza, solo circulan vehículos eléctricos pequeños para proteger el aire alpino. Incluso en Giethoorn, en Países Bajos, la mayoría de los trayectos se hacen en barco por sus canales. Todos estos casos muestran que hay otras formas de moverse y que con creatividad se pueden diseñar ciudades más limpias y tranquilas.
En Mackinac, esta elección también ha dado forma a la cultura local. La vida comunitaria se siente más cercana. Más allá de ser un destino con mucho color gracias a sus casas pintadas, Mackinac Island se ha convertido en un ejemplo de sostenibilidad y resiliencia urbana. Su éxito plantea preguntas importantes: ¿qué tanto dependemos de los coches? ¿Es posible imaginar ciudades con menos motores y más espacio para la gente?