El slow travel nace del movimiento slow living, una filosofía que invita a hacer las cosas con intención: comer con calma, elegir conscientemente, estar presente. En los viajes, esa idea se traduce en moverse más despacio, con menos planes y más curiosidad.
Aunque el término parece nuevo, surge en los años ochenta. Todo comenzó en Italia, cuando el periodista Carlo Petrini protestó contra la apertura de un McDonald’s en la Piazza di Spagna, en Roma. En lugar de gritar, repartió platos de pasta para defender la comida tradicional y la importancia de disfrutar sin prisa. De ahí nació el movimiento slow food, que siguió creciendo entre representantes de varios países con un mensaje claro: hacer las cosas con calma, cuidar el origen de lo que consumimos y disfrutar el proceso tienen sus beneficios.
Con el paso de los años, esa filosofía se extendió a distintas áreas de la vida, como la moda, la educación, las ciudades y, por supuesto, los viajes. Así surgió el slow travel, una forma de conocer el mundo que no busca acumular destinos, sino experiencias más profundas y conscientes.

Apareció como respuesta al turismo acelerado y a los itinerarios imposibles que casi siempre tenían el mismo resultado: cansancio y la sensación de no haber estado del todo ahí. Hoy, esto representa una nueva forma de lujo. Tener tiempo, observar con atención y conectar de verdad con los lugares.
La magia de quedarte
Un elemento clave de esta forma de viajar es quedarse más tiempo en un lugar, ya que permite notar los detalles, como el olor del pan por la mañana, la forma en que cambia la luz con la puesta del sol y hasta reconocer a las personas que viven en el barrio que elegiste para descubrir ese lugar. Hospedarte en una casa o en un hotel con historia son buenas opciones para agregarle un poco más de pertenencia a tu aventura. No se trata solo del confort, sino de sentir que eres parte del lugar, aunque sea por unos días.
El slow travel también impulsa una relación más sostenible con los destinos, pues promueve tomar menos vuelos, realizar menos consumo innecesario y dar más apoyo a proyectos locales.
¿Cómo practicar el slow travel?
Aunque muchos confunden el slow travel con la poca planeación, lo que en realidad impulsa el movimiento es planear con intención. Algunas preguntas que pueden ayudarte a empezar a viajar de esta manera son ¿por qué quiero ir ahí?, ¿qué quiero experimentar?, ¿cómo puedo hacerlo de manera más presente? A veces, basta con ajustar el ritmo para crear una experiencia mucho más lenta, como usar el tren en lugar del avión, caminar más, dejar espacio libre en la agenda para lo inesperado.

Mejores destinos para viajar lento
Una de mis mejores experiencias personales de slow living fue durante los veranos que pasé en Manhattan. Me iba dos meses a vivir allá y mis días giraban en torno a lo simple: ir al farmers market de Union Square, elegir frutas de temporada, tomar café sin prisa y pasar las tardes caminando por West Village sin un rumbo exacto. Esos días me enseñaron que el slow travel no siempre implica irte lejos, sino vivir con mayor presencia donde te encuentres. A veces, el viaje más transformador sucede cuando decides bajar el ritmo y disfrutar las cosas no tan extraordinarias.
Otra experiencia que creo que vale la pena fue cuando visité Como, en el norte de Italia. Pasamos los días conociendo cada café (mi favorito fue The Brothers, que está en la calle Paolo Carcano), recorriendo los pueblos que rodean el lago y moviéndonos sin prisa, sólo dejándonos llevar por lo que el día trajera. No había plan ni lista de lugares que “había que ver”, sólo la intención de vivir ahí, aunque fuera por poco tiempo. Una de mis caminatas favoritas fue la de Como-Cernobbio, pues las vistas del lago son hermosas y las casas que rodean el camino también.

Por último, pero no menos importante, mi ciudad favorita: Londres. Hay tanto que hacer en la ciudad que, para empezar, si le dedicas un día a cada museo, cada café, restaurante y barrio que hay, se te van 20 días. Recomiendo hacer este plan a principios del verano o del otoño, pues no suele estar tan lleno y el clima es bastante agradable. Además, hay daytrips que te permiten ir y venir el mismo día, sin perder tu hospedaje.
Sin embargo, lograr este tipo de viajes es posible en cualquier parte del mundo. Lo único que necesitas son ganas de conocer a fondo un lugar y luego el sitio que elijas hará su magia.