El biólogo y explorador brasileño Angelo Bernardino está sentado frente a mí, atento y sonriente, expectante ante mi siguiente pregunta. La escena me resulta completamente surrealista, no sólo porque llevó varios años siguiendo de cerca su trabajo, una serie de exploraciones por los manglares del Amazonas en colaboración con Rolex y National Geographic, sino porque, además, hay algo fuera de lugar. El aventurero que conozco de fotografías y documentales, que recorre las profundidades de la selva con familiaridad y suele pasar meses instalado en las condiciones más salvajes de la naturaleza, hoy me habla vestido con una camisa formal, en el pasillo sin ventanas de un edificio de oficinas en el centro de Washington, D.C.
Bernardino se ríe frente a mi observación. Coincide en que podría ser anticlimático conocernos así, pero me asegura que la razón que nos ha traído a ambos aquí es igual de importante que su trabajo de campo. Me dice que normalmente no viajaría miles de kilómetros para irse a meter durante días a un edificio, con excepción de esta época del año que, además, para él es casi tan emocionante como navegar por el Amazonas.

Yo no conozco el Amazonas y nunca he estado ni cerca de vivir una aventura como aquella a la que Bernardino hace referencia, pero creo entender a qué se refiere. Llevamos un par de días en el National Geographic Explorers Festival y quizá no sea una exageración decir que la emoción general es equiparable a la de cualquier gran aventura. Todas las conversaciones dejan la sensación de abarcar una importancia gigantesca. Es evidente para cualquiera que desde aquí se está cambiando al mundo.
Tanto científicos, conservacionistas, líderes sociales, educadores, narradores como agentes de cambio de todo tipo llegaron a Washington, D.C., para reunirse durante una semana, intercambiar conocimientos, conectar y, sobre todo, encontrar soluciones para construir un mejor futuro. El Explorers Festival es la reunión anual de los miembros de National Geographic Society, que desde hace más de 130 años apoya las expediciones e investigaciones científicas más extraordinarias de su tipo, con el objetivo de conocer mejor nuestro planeta y develar los retos que lo amenazan.
Los miembros de la sociedad tienen orígenes tan diversos como sus temas de estudio. En apenas medio día de conferencias pudimos hablar de los beneficios de la quema forestal controlada, para después cederle el micrófono a Rodrigo Medellín, fundador del Programa para la Conservación de los Murciélagos de México, y más tarde llevarnos hasta la Antártida, donde la oceanógrafa Kim Bernard investiga el krill, un crustáceo austral prácticamente desconocido, pero esencial para el ecosistema marino global.

El tema de Bernard, por ejemplo, es una cuestión sumamente especializada, que quizá no podría encontrar un público en cualquier foro. Ella misma lo dice, medio en broma, medio en serio: tal vez nadie querría ver una serie documental sobre el krill. Y, aun así, lo hace ver como el tema más interesante del mundo. Ha pasado cerca de 49 meses en la Antártida conociendo más sobre esta especie de la que nadie parece querer saber nada. Sus investigaciones han revelado descubrimientos fascinantes, no sólo sobre la vida de los animales, sino sobre el profundo efecto del cambio climático en el ecosistema antártico.
Así como Kim Bernard tiene la habilidad de poner en el centro del mundo a un incógnito y, en apariencia, insignificante crustáceo, las investigaciones de otros miembros de National Geographic Society han puesto el foco en especies, ecosistemas enteros o comunidades hasta antes ignorados, pero de alguna forma amenazados. ¿Qué hace falta para ser miembro de la sociedad? La consigna es que cualquiera que sienta curiosidad por los problemas que aquejan al planeta y esté dispuesto a hacer algo al respectoya es parte. Lo cierto es que este grupo se compone de algunas de las personas más extraordinarias del mundo, quienes están cambiando el rumbo del planeta impulsadas por pura pasión y un sentido del deber que las rebasa.
Rolex National Geographic Explorers of the Year
De entre todo este grupo de personajes excepcionales, hay algunos que destacan por la innovación y la pertinencia de sus investigaciones. Por eso, todos los años, durante el Explorers Festival, se entrega el reconocimiento Rolex National Geographic Explorers of the Year a algún miembro de la sociedad cuyo trabajo sirva para revelar los problemas más urgentes del planeta y proponga una ruta hacia un futuro más sostenible.

La entrega de este prestigioso premio es el momento más importante del festival. Así lo ha sido desde que empezó, en 2011, cuando Rolex y National Geographic lo crearon como una más de sus exitosas colaboraciones para apoyar el combate contra las principales amenazas ambientales.
En esta ocasión, el premio reconoció el trabajo de Pablo Garcia Borboroglu, conservacionista argentino y Laureado con un Premio Rolex en 2019, en conjunto con el fotógrafo y director británico Bertie Gregory. La dupla de exploradores le ha traído al mundo una nueva mirada sobre una población en riesgo constante por los estragos que el cambio climático ha provocado en sus hábitats: los pingüinos.
Borboroglu, un apasionado de la protección de estas aves, y Gregory, un extraordinario contador de historias, unieron sus capacidades para crear Secrets of the Penguins, una miniserie que explora a profundidad la vida de estos complejos animales, con todos sus matices y haciendo énfasis en los retos vitales que enfrentan para su supervivencia.
