Viajes legendarios en tren

Atrévete a recorrer estas rutas de ensueño.

06 Jun 2018

Aunque en un principio llegó a cubrir una necesidad de movilidad, hoy en día, viajar en tren es más una elección. Entre el romanticismo de sus sonidos, la comodidad de sus amplios espacios y la diversidad de paisajes por los que cruza, el tren es una experiencia más que un medio de transporte. Las siguientes rutas soñadas son prueba de ello.

Cruzar una isla que es casi un continente

Australia, una isla de 7 682 300 km², tiene 480 aeropuertos, 873 573 km de carreteras y 33 343 km de vías de tren. La distancia entre Sídney y Perth (ciudades ubicadas en costas opuestas) es de aproximadamente 4 000 kilómetros, misma que puede cubrirse en 41 horas en coche o cuatro en avión. ¿Por qué entonces la mejor manera de recorrerla es en cuatro días y tres noches por tren?

La ruta Indian Pacific toma su nombre de los dos mares que conecta. En el ínter, uno cruza pueblos mineros, las Montañas Azules, inmensas planicies desérticas y muchos otros paisajes más que se revelan en las ventanas del tren. Con cinco diferentes tipos de cabinas, dos comedores a bordo y otras comodidades más; la compañía Great Southern Rail ofrece estos viajes al viajero hambriento de nuevos horizontes.

Recomendación: La temporada baja es de diciembre a febrero, en donde las temperaturas (y los precios) son menores.

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Glamping sobre ruedas

El sur de África (no confundir con Sudáfrica) se presenta ante el mundo como una tierra seductora y temeraria a la vez. El final de la franja verde que divide el continente en dos, con sus selvas y cascadas, y aún más al sur las sabanas —hogar de leones, elefantes y jirafas— son para los aventureros una tentación constante; conocerlo a bordo de un tren es quizá la manera más cómoda y fascinante de satisfacer dicho anhelo.

Zambia, Zimbabwe, Botswana, el Reino de eSwatini (anteriormente Swazilandia) y Sudáfrica son algunos de los países que visita Rovos, una compañía de trenes de lujo que ofrece ocho rutas distintas a lo largo y ancho de la región. La más nueva cruza el continente desde Dar es Salaam en Tanzania, hasta Lobito en Angola. Este viaje da la oportunidad de apreciar los paisajes desde el vagón de observación con un coctel en mano por la tarde, y a la mañana siguiente estar empapado a pocos metros de las Cataratas Victoria.

Recomendación: El tren cuenta con un código de vestimenta, el cual es importante consultar antes de empacar.

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De matrioskas a dragones de piedra

Presente en el imaginario colectivo de cualquier amante de los viajes, el Transiberiano (y todas las versiones que derivan de él) es una de las travesías que no dejan de sorprendernos. La ruta estricta es Moscú – Vladivostok, pasando por maravillas naturales rusas como el lago Baikal; mientras que el Transmongoliano va de Moscú a Beijing, cruzando Rusia, Mongolia y China, cada uno con cultura y paisajes diferentes.

Cruzar los más de nueve mil kilómetros de distancia que separan a la capital rusa de Vladivostok se dice fácil pero equivale a recorrer toda la línea costera de México en línea recta. La ventaja de este itinerario es su flexibilidad; uno puede subir al tren y prácticamente no bajar, o hacer un viaje completamente diferente y pasar días enteros en las ciudades por las que cruza (muchas de las cuales valen la pena ser conocidas).

Recomendación: La temporada a elegir es muy importante debido a las temperaturas extremas que muchas de las regiones visitadas presentan.

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Atravesar el antiguo valle sagrado

Además de la codiciada ruta a pie del camino inca, el tren es uno de los recursos más populares entre los viajeros para llegar a Machu Picchu. Ya sea partiendo desde la estación de Poroy o de Ollantaytambo, compañías como PeruRail e Inca Rail cuentan con servicios diarios en distintas modalidades, de lo más sencillo a lo más lujoso (con menú degustación incluido).

Los trenes son comodísimos y el servicio siempre es muy bueno. Cruzar por el antiguo valle sagrado de los incas es espectacular; el paisaje siempre es verde y el río Vilcanota sigue su trayecto paralelo a las vías. Sobran estímulos y falta tiempo, ya que la duración del viaje es de apenas una hora y media. Una vez que llegas a Aguas Calientes —también conocido como Machu Picchu pueblo—, hay que caminar algunos metros para tomar el autobús (con salidas cada 10 minutos) que te lleva hasta la entrada de las icónicas ruinas.

Recomendación: el aforo de Machu Picchu está limitado a 2 500 visitantes por día, así que hay que comprar las entradas con anticipación.

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