La historia de las nochebuenas: la flor de navidad de México para el mundo
Más allá de decorar, estas flores tan especiales tienen una historia que ha recorrido el mundo.
POR: Paulina Espinosa
En México, diciembre huele a ponche, suena a reuniones largas y se pinta del rojo de las nochebuenas. Estas flores, que hoy vemos en cada esquina, tienen una historia mucho más profunda y hermosa que solo ser “la flor de Navidad”. En realidad, nacieron aquí, y su recorrido es casi tan mágico como la temporada en la que aparecen.
La nochebuena es originaria de México y se da de manera natural en regiones cálidas, especialmente en Guerrero, Oaxaca y Chiapas. Antes de que se volviera famosa en el mundo, ya era importante para los pueblos originarios. Los mexicas la conocían como cuetlaxóchitl, que significa “flor que se marchita”, y aunque el nombre suene nostálgico, para ellos representaba la pureza y la vida nueva. La utilizaban en rituales, ofrendas y ceremonias dedicadas a sus dioses.
Cuando llegó la época colonial, los frailes que estaban en el centro del país comenzaron a usar la flor durante las celebraciones navideñas porque su color rojo les recordaba la tradición religiosa europea. La colocaban en los nacimientos, en los atrios y en las misas, y poco a poco empezó a asociarse con diciembre. Su forma de estrella también ayudó: decían que simbolizaba la estrella de Belén.
Con los años, la nochebuena se volvió tan popular que cruzó fronteras. En el siglo XIX, un diplomático estadounidense que vivió en México se enamoró de la flor y decidió llevarla a Estados Unidos. Ahí la empezaron a cultivar, la bautizaron como poinsettia y la vendieron como si fuera la sensación del invierno. Desde entonces, se convirtió en un símbolo global de Navidad… pero el origen, la raíz y la historia siguen siendo completamente mexicanas.
Hoy, México continúa siendo uno de los principales productores de nochebuenas en el mundo. Cada diciembre, los mercados, las calles y las casas se llenan de este rojo vibrante que automáticamente nos pone en modo festivo. Aunque existen variedades rosadas, blancas y marmoleadas, la clásica roja sigue siendo la favorita.
Lo más bonito de todo es que la nochebuena no solo es decoración: es identidad. Es una flor que nos recuerda nuestras raíces, nuestra creatividad y nuestra capacidad de convertir algo natural en un símbolo universal. Cada maceta que compramos y cada espacio que decoramos con esta flor conecta un pedacito del México antiguo con el México que somos hoy.
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