Oaxaca, el destino menos imaginado donde abundan los helechos

¿Alguna vez imaginaste que Oaxaca podría ser la “cuna” de los helechos? Oliver Sacks tampoco.

15 Mar 2022

Quizá sea por las calles adoquinadas de la ciudad de Oaxaca, porque la asociamos con playas y mezcal e incluso con los cactus estoicos que dominan algunas partes de la mixteca, que resulta desconcertante y fascinante descubrir que este estado es uno de los que tienen mayor diversidad de helechos.

Este hallazgo no lo hice por cuenta propia, sino a través de Diario de Oaxaca, escrito por el neurólogo y escritor Oliver Sacks (Anagrama, 2017). Este libro, una rara combinación de diario literario y bitácora de explorador, muestra con asombro auténtico (y alejado de los lugares comunes) sus impresiones de viaje.

La misteriosa sociedad de los helechos

En el 2000, Sacks se unió a un viaje organizado por la American Fern Society, un grupo heterogéneo (por decir lo menos) de botánicos profesionales y amateurs (entre cuyos miembros se encontraba él mismo), fanáticos declarados de los helechos. A primera vista podrá parecernos excesivamente específico (sólo este género de plantas), pero apenas en Oaxaca, cuenta Sacks, existen unos 5,000 especímenes distintos, razón de más para justificar un viaje a este estado.

¿Y por qué helechos? ¿Por qué no cactus, cempasúchil o cualquier otro género de plantas o flores de los que abundan también en México? El Diario documenta los hallazgos del grupo y las impresiones, siempre ricas y llenas de historias, personajes que nacen de la experiencia y la memoria de Sacks. Y esta última explica su predilección por estas plantas:

“Los helechos me encantaban por sus volutas, sus frondes circulados, su calidad victoriana […]. Pero, sobre todo, me maravillaban por su origen tan antiguo […]. Los helechos habían sobrevivido, con escasos cambios, durante trescientos millones de años. Otras criaturas, como los dinosaurios, surgieron y se extinguieron, pero los helechos, de apariencia frágil y vulnerable, sobrevivieron a todas las vicisitudes, a todas las extinciones de la Tierra”.

Más adelante, en el Diario comentará que este favoritismo vegetal también tiene origen en su simpleza: “prefiero el mundo verde y sin aroma de los helechos, un mundo verde antiguo, el mundo tal como era antes de que aparecieran las flores”.

Desde el Jardín Conzatti a la sierra 

Este parque de la capital oaxaqueña le debe su nombre a Cassiano Conzatti, botánico de origen italiano que alguna vez dirigió el Jardín Etnobotánico de Oaxaca, y que en 1939 documentó más de 600 especies de helechos en todo México. Desde allí, y luego de recorrer la capital oaxaqueña y asombrarse de su gastronomía (quién no), el grupo recorre otros kilómetros por la carretera federal 175 hacia el este de la Sierra Madre, hasta llegar a Río Frío.

Ahí encontrarán un universo de helechos: un Asplenium hallbergii o “lengua de ciervo”; el Anogramma leptophylla, uno de los más grandes del mundo que crece a grandes alturas; el Pleopeptis interjecta (“grandes soros redondo con esporas amarillas”); la Mildella intramarginalis, de “márgenes suaves”, y un Elaphoglossum, del que existen 700 especies.

Entre extasiado y aturdido, Sacks decidirá al día siguiente tomarse un descanso para retomar la exploración en uno de los sitios más extraños y hermosos de Oaxaca.

Hierve el Agua

Resulta ser que incluso en un territorio tan marciano y árido como el de Hierve el Agua los helechos crecen; éstos se conocen como xerofíticos y de ellos, la especie que más los asombra es la de Botrychium, debido a su rareza. En esta parada del viaje, Sacks no deja pasar la oportunidad de tomar un delicioso baño termal, ni de hablar del extraño paisaje de la Cascada Petrificada: “Es un asombroso simulacro de cascada que no es de agua, sino de calcita, de un blanco amarillento, que pende de los riscos en amplias y ondeantes láminas”. El resto del viaje, hará lo mismo: entre anotaciones científicas, el retrato de sus compañeros de travesía, y sus impresiones oaxaqueñas mezcladas con recuerdos de su vida.

Recorrer, reconocer y volver al mismo lugar

El Diario no es una obra pretenciosa y llena de menciones exóticas, por más que el mínimo asomo del latín nos lo haga suponer, y es, en cambio, una guía perfecta para viajar a Oaxaca y mirar con otros ojos los paisajes que, por familiares, hemos dejado de escudriñar.

Como dice Sacks en una pausa de su viaje: “de momento no tenemos nada más que hacer que sentarnos en la orilla del río y gozar del sencillo placer animal de estar vivos (quizá, también, del placer vegetal; la sensación de lo que podría ser vivir sin prisas, un siglo tras otro, y aún así sentirse joven a los mil años)”.

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