El boom del diseño mexicano

México no es sólo un mercado con el potencial de cualquier capital de la moda, sino también una fuente de inspiración inagotable.

11 Sep 2019

Justo en el centro del barrio coreano del DF, entre restaurantes y tiendas especializadas de un país tan distinto y lejano, se gesta una de las marcas de moda mexicana que está revolucionando el mercado nacional.

 

Desde la calle de Liverpool puede parecer un departamento como cualquiera. Pero aquí algo está sucediendo. Al cruzar la puerta del taller, puede percibirse el olor de la tela, de los hilos y el ruido constante de las máquinas de coser. Los últimos rayos del sol se filtran por una ventana cayendo sobre las mantas, tejidos y bordados inspirados en el trabajo artesanal de Los Altos chiapanecos.

 

En cada habitación hay costureros y patronistas trabajando en las delicadas siluetas que distinguen a la firma Yakampot. Es como una pequeña maquinaria bien encerada que ha encontrado su ritmo para producir piezas de alta costura, a un precio accesible y con un impacto social.

 

Francisco Cancino, el cerebro creativo del proyecto, es un joven silencioso para quien la humildad es la primera clave del éxito. Lleva más de una década como profesional de la moda, pero en los últimos meses su nombre no deja de escucharse en pasarelas y revistas especializadas. Más importante aún, es que todos hablan del nuevo boom del diseño nacional.

 

Por amor a México
“Ropa hace cualquiera, moda no”, dice Cancino con la experiencia que le han dado 12 años trabajando en la industria. “La moda para mí es mucho más profunda que hablar de tela y cortes. La ropa se convierte en moda cuando existen otros fenómenos que la atraviesan, y otras disciplinas y artes que se cruzan y la complementan”, agrega el director creativo de Yakampot.

 

A los 29 años, Francisco ya pasó por eso que él llama “el sueño europeo”, la búsqueda de su propio estilo en las capitales de la moda y el intento por seguir las tendencias que marcan las grandes potencias en la industria. “Después vi que no iba a destacar haciendo eso, porque estaba emulando algo que estaba fuera de mi alcance, incluso culturalmente y porque al final del día igual eran bocetos y siluetas en las que yo no me hallaba, era como estar renunciando a quién soy y de dónde vengo”, dice.

 

Fue así que se concentró en explorar lo que siempre le había sido familiar: las técnicas artesanales de las comunidades indígenas. Originario de Chiapas, durante su infancia y adolescencia hizo trabajo comunitario en varios municipios, lo que le permitió conocer involuntariamente las tradiciones textiles de los pobladores.

 

“El trabajo artesanal si no se comprende y se vive, no se puede modificar, no se puede desmembrar, ni hacer propuestas. Mi trabajo es al contrario. Yo viví mucho tiempo con ellos, estuve hombro a hombro con los artesanos, conozco su proceso creativo y miexpertise es poder desarrollar tecnologías y procesos que permiten la inserción del diseño dentro del material artesanal”, explica.

 

Los diseños de Yakampot que han conquistado los fashion weeks y las revistas de moda más importantes, no tienen colores estridentes, mariposas monarcas o alguna referencia a Frida Kahlo, como lo han hecho otras marcas interesadas en comercializar la “mexicaneidad”. Pero hay algo en sus tejidos, en sus líneas y siluetas que sutilmente remiten de inmediato al sureste mexicano. Pueden ser las aves típicas en algunos bordados o los hilos gruesos tan tradicionales, que en estas telas han adquirido un rostro completamente nuevo.

 

“Mi sueño siempre ha sido trabajar en Céline”, dice Francisco entre risas, “pero regresé a México a buscar mi propio rumbo, porque es un lugar increíble, se vive muy bien, hay costureras maravillosas, patronistas talentosos y un mercado virgen que apenas empieza a florecer. México es hoy en día el mejor lugar para estar”.

 

Algo similar opina Alejandra Quesada, la primera diseñadora independiente que se asoció con Grupo axo (dedicado a distribuir y comercializar marcas de lujo como Marc Jacobs, Armani, Thomas Pink y Rapsodia). “Los jóvenes estamos cambiando a México. Todo lo que está pasando no sólo en moda, sino en arte, en cultura. También eso hace que empecemos a creer que podemos hacer cosas buenas aquí. Antes pensábamos automáticamente que si es mexicano es de mala calidad y eso se está acabando”, dice en entrevista en su taller.

 

Entre lentejuelas, telas estampadas con mapaches, flores y aves, Ale explica que cada una de sus piezas, de alguna forma, está inspirada en México y las historias que aquí se desarrollan. “No es algo tan obvio porque creo que la mexicaneidad es algo bien complejo que no se limita a ciertos colores o telas”, dice “pero yo trabajo siempre con artistas y artesanos mexicanos y todo lo que hacemos está influenciado por nuestro entorno”.

 

Las mujeres que usan sus prendas, ella misma las define como soñadoras, alegres y nostálgicas: “Es como la niña interior que se viste de mujer”. Sus piezas son siempre coloridas, con reminiscencias infantiles y cierto aire de otro tiempo. Muchas tienen tejidos hechos a mano en su propio taller.

 

“Yo no sé tejer, la verdad. Pero compro algunas piezas artesanales y me inspiro en los patrones. También he trabajado con los artesanos directamente, encargando cosas específicas a huicholes de Nayarit, indígenas de Chiconcuac o hasta los que venden en Coyoacán. Ahí hay una riqueza textil que no estamos aprovechando al máximo”.

 

Al caminar por las calles de las colonia Roma, Álvaro Obregón, Jalapa o Colima, en casi cualquier pequeña boutique o tienda de diseño es fácil encontrar las piezas de Alejandra. También en los bazares de fin de semana y los encuentros de diseñadores. Para su sorpresa, su mayor mercado no está en el DF sino en Japón. “Llevamos apenas algunas colecciones y se vendieron impresionantemente rápido. No sólo eso, sino que empezaron a demandar más y más. Creo que es la mejor prueba de que la moda y la estética mexicana ya no son un cliché, sino expresiónes culturales que pueden ser apreciadas y valoradas en otros países y mercados tan competidos como el japonés”.

 

Para Vanessa Guckel, una arquitecta francesa creadora de la firma Cihuah, México no es sólo un mercado con el potencial de cualquier capital de la moda, sino también una fuente de inspiración inagotable. “Cihuah significa mujeres en náhuatl. Es un proyecto mexicano porque toda la mano de obra, todos los materiales son mexicanos”, dice, “La primera inspiración fue la geometría de vestimenta indígena, el huipil que es un cuadrado, pero la volví más contemporánea. Mi marca es 100% mexicana, aunque a veces me digan que si yo soy francesa, mi marca no lo puede ser. Yo he dicho que yo no escogí el país donde nací, pero sí el país en el que quiero vivir. Y es México”.

 

El trabajo de Guckel se caracteriza por usar siempre figuras geométricas, sólo dos colores en los diseños y la presencia de la arquitectura como una disciplina tangente es evidente.

 

“Para mí es muy importante que una marca tenga un concepto y no se mueva de esa línea”, explica la diseñadora, “lo mío es blanco, negro y arquitectónico y no cambia. Por eso no hay “inspiración” cada temporada, es un trabajo continuo de geometría, piezas que van mejorando”, explica.

 

Por su estilo clásico y líneas elegantes, Cihuah ha logrado colocarse en tiendas de lujo como Saks Fifth Avenue en Santa Fe, Naked Boutique, en la efervescente colonia Roma o Esquina Azul en el clásico Polanco.

 

La nueva industria
Durante años, el diseño mexicano se había limitado a un par de colonias, incluyendo la Condesa, que con sus calles estrechas y tranquilas facilita el paso de peatones y ciclistas, y las tiendas comenzaron a surgir y crecer en cada esquina. Pero el aumento en la demanda y el surgimiento de nuevos proyectos ambulantes han hecho que toda la ciudad se llene de bazares y pequeños mercados donde la marca “hecho en México” es el único requisito. 

 

Desde agosto de 2010, cuatro amigas se asociaron para crear Lonja Mercantil, un mercado itinerante de diseño que promueve a los creadores independientes y cualquier iniciativa de producción nacional. Cada año se organizan cuatro ediciones para coincidir con los cambios de temporada.

 

No importa si está en las antiguas calles de la Roma o en el jardín del museo Franz Mayer, dedicado al arte decorativo y el diseño, la Lonja siempre se convierte en una fiesta. No son sólo filas de estantes y vendedores, sino un espacio de recreación en el que las familias pueden pasar un día entero. “La iniciativa siempre fue muy familiar y muy de amigos. Por eso también hay cervezas, mezcal, comida, productos para todas las edades. Queremos que la gente venga y pase un día entero viviendo una experiencia completa de consumir todo hecho en México”, dice Mariana Aguilar, una de las fundadoras.

 

Este grupo fue pionero y dio pie a las decenas de bazares que han inundado la ciudad, ya sea en la histórica colonia Juárez, en el exclusivo barrio de Lomas de Chapultepec o en la Santa María la Ribera. Todos quieren comprar diseños mexicanos. “La percepción de los consumidores ha cambiado radicalmente en los últimos años”, dice Mariana, “cada vez hay menos malinchismo, la gente está más interesada por los productos artesanales, por conocer el proceso creativo, los detalles de manufactura y, sobre todo, están dispuestos a pagar lo que vale”.

 

En sus próximas ediciones planean visitar otras ciudades mexicanas y crear una plataforma internacional. “El objetivo siempre fue enaltecer la cultura mexicana y lo que aquí estamos haciendo. México tiene mucho que aportar al diseño internacional y queremos presumirlo en todos lados”, dice.

 

En cambio para las marcas Yakampot y Alejandra Quesada, la internacionalización es algo más complejo que pasa por hacer más eficientes sus procesos de producción, encontrar los mejores proveedores, mantener sus precios accesibles y abrir sus propias boutiques.

 

El 21 de agosto Cancino abrirá su primera tienda en Polanco, muy cerca de Presidente Masaryk, la lujosa avenida donde se encuentran las marcas como Bvulgari, Hermés, Kipling, Rolex y Gucci. Su boutique está justo entre Louis Vuitton y Adolfo Domínguez, pero los grandes nombres que lo rodean no le inspiran ningún temor. “Si llevas 10 años con tu marca vendiendo sólo en bazares, es momento de replantear tu carrera”, dice, “al final éste es un negocio como cualquiera y tienes que ganar para sostenerte. Tienes que apuntar a lo grande, a competir con los grandes y hacer piezas dignas de exportación. Si tú coses cada pieza y sólo haces cinco, no vas a llegar a ningún lado. Aquí, si no vendes se acabó.”

 

Yakampot tiene un equipo de al menos 20 personas, Francisco diseña 140 piezas semestrales y los números van a la alza. “Hemos funcionado bien porque dejamos de pensar como diseñadores independientes y nos convertimos en empresarios que cumplen tiempos de entrega y estándares de calidad. Como debe ser en cualquier industria”, dice.

 

En su nueva alianza con Grupo axo, Quesada aún no sabe dónde estará la boutique que planea inaugurar con la colección primavera-verano 2015. “Creo que conforme vamos avanzando, iremos conociendo mejor a nuestros clientes y pensamos en función de eso. Yo conozco a mi público de ahora, pero quiero que crezca. Mi marca va a ser algo entre el lujo y lo masivo. Y no se trata de cambiar, sino de madurar como empresa. Antes en cada pasarela se notaba que soy una diseñadora independiente, ahora se notará que no lo soy, que es una marca más sólida y eso es lo que quiero lograr”.

 

También han surgido proyectos sin grandes producciones ni mayor publicidad que el “de boca en boca”, que han demostrado que los compradores mexicanos buscan diseños más originales y nacionales. Así se han abierto pequeñas boutiques que venden marcas independientes, un número muy limitado de piezas y en algunos casos los compradores deben agendar una cita para visitarlos, como Amiko Room, Sioux Boutique y, la más exitosa, Kardigan.

 

Caminando por avenida Sonora, esta tienda pasa desapercibida. No hay un letrero que la identifique ni un anuncio que advierta que tras esa puerta, se encuentra una de las boutiques más populares entre celebridades, líderes de opinión y cualquiera que busque diseños únicos.

 

“Aquí nuestra principal oferta es que el trato es muy personal, encuentras piezas que no encuentras en todos lados, son muy originales porque son hechos por artistas mexicanos exclusivamente para nosotros y nuestros precios son súper accesibles”, dice Karina Torres, su fundadora.

 

En poco más de un año, Karina ha logrado transformar unas antiguas oficinas de relaciones públicas, en un rincón muy chic donde hombres y mujeres, de todas las tallas se pueden encontrar piezas cuidadosamente seleccionadas, incluidas las que ella misma diseña y produce con una costurera.

 

“Siempre me gustó la moda y yo hacía mis propios vestidos, así que todo me ha salido muy natural. Me gusta rebotar ideas con los otros diseñadores que hacen piezas para mí y eso también me inspira para formar mi propia marca”, explica, “antes era más complicado lograr posicionarse, pero el mercado se está abriendo y creo que la moda mexicana está en su mejor momento”.

 

Las joyas mexicanas
Joana Valdez y Georgina Duarte aún estudiaban diseño cuando quedaron impresionadas por las mujeres mestizas en Yucatán que portaban ostentosas piezas de filigrana. “Observamos lo bella y delicada que era y nos dimos cuenta al platicar con algunos artesanos que podíamos hacer nuestros propios diseños con esta técnica. Así, podríamos llevar la tradición yucateca a más gente, incluidos a los jóvenes como nosotros”, dice Georgina, una de las fundadoras de la línea de joyería Amandina. 

 

Inspiradas en las formas naturales y las técnicas tradicionales, lanzaron sus colecciones que se venden en bazares, pequeñas boutiques y en mayor medida en su tienda online. “Cuando empezaron los artesanos filigraneros se dedicaban a otras actividades muy lejos del ámbito de la joyería, debido a la baja demanda. Con nuestros diseños contemporáneos logramos ampliar el mercado y ahora hay más personas trabajando, a quienes les pagamos lo justo y siempre a tiempo”.

 

La joyera Daniela Villegas es otro ejemplo de quien encuentra inspiración en la cultura mexicana y su “pasion por el color”. Desde 2008, cuando se mudó a Los Angeles, se dedicó a desarrollar su marca, produce piezas únicas en las que figuras de insectos fueron su sello distintivo. “Utilizo mucho las técnicas tradicionales, la forma de ensamblar las piezas, el montado, la pulida a mano, pero también me dejo ayudar por la nueva tecnología como el láser o la impresora 3D. Es una combinación de los dos mundos,” advierte quien ha logrado vender sus piezas a celebridades como Salma Hayek y Katy Perry.

 

Paulina Villalpando es otra joyera que ha logrado darse a conocer en el mercado mexicano, aunque ahora ya no vive en en el país. Desde Oxford, cuenta que empezó a vender su marca PAAR en bazares y la creciente demanda la hizo abrir su tienda en línea y ofrecer su diseños en boutiques. “Nuestros productos son diferentes a los de cualquier otra joyería y son 100% hechos en México. Otra gran ventaja es que utilizamos materiales reusados, como convertir una camisa de seda antigua en una serie de headbands edición limitada, o conseguimos encaje vintage para hacer tocados de novia originales”, explica en entrevista. “También hacemos accesorios como penachos y tocados enormes, que muy pocas marcas en México hacen”.

 

En rescate de las tradiciones
Antes de explorar la silueta femenina, Francisco Cancino se sumó a la marca Arroz con leche, una línea de ropa de niños llena de bordados y tejidos artesanales que él y su socia, Concha Orvañanos, vieron como una gran oportunidad de mercado. 

 

“No existía una propuesta de ropa para niños con una identidad mexicana, pero la marca nace principalmente con el ánimo de darles trabajo a los artesanos, sumarlos a un fenómeno de desarrollo comercial”, dice el diseñador.

 

Los años trabajando en las comunidades chiapanecas le habían enseñado el valor estético y cultural que tienen las artesanías, y el riesgo que corrían por la falta de difusión. Estos tejidos característicos de la cultura indígena, principalmente de los estados sureños como Guerrero, Chiapas y Oaxaca, suelen requerir muchas horas de trabajo y ante la falta de compradores, sus precios siempre están por debajo de su valor.

 

Ante esta complicación, surgió hace siete años Fábrica Social, una organización civil que fundó una escuela de diseño itinerante para asesorar a las artesanas en la comercialización de sus productos. “Ellas se convierten en diseñadoras de sus propias colecciones y que empiezan a entender a un consumidor mucho más contemporáneo y moderno, usando técnicas tradicionales. Lo que buscamos es atacar el problema de que la artesanía se está acabando”, dice Paola de la Rosa, una de las fundadoras.

 

Fábrica quiere convertir a los artesanos en pequeños empresarios que puedan manejar sus producciones y vender sus tejidos a un buen precio, que sus diseños no pierdan vigencia y sean más atractivos para un mercado cambiante, y esto tenga un impacto económico en la comunidad.

 

“Cuando llegamos con los grupos hacemos una encuesta socioeconómica, para conocer cuánto tienen de ingreso por lo que producen. Y sí, hay un abismo, antes de Fábrica Social y después. Solamente con el pago de la hora de trabajo: generalmente ellas están en 2.5 pesos la hora y cuando nosotras empezamos a trabajar con ellas, cobran de 25 a 35 pesos la hora. Entonces, en cuanto a ingreso es un cambio abismal. Vemos que de entrada mejora la educación, la alimentación y hasta la construcción de sus casas, pues reinvierten su dinero”, explica otra de las socias, Daniela Gremion.

 

Actualmente trabajan con siete grupos de casi 130 artesanas en distintos puntos de la república, el 40% de las ganancias es de los artesanos y se venden en dos boutiques propias en la ciudad de México y en bazares como Lonja Mercantil. “El reto es hacer que lo que vendamos no sea un proyecto social sino que lo primero sea que te guste y luego, el valor agregado es la parte social. Cómpralo porque te encanta pero además porque puedes hacer una diferencia”, dice Daniela.

 

El director creativo de Yakampot inició también sus proyectos textiles por la necesidad de tener un impacto positivo en las comunidades, hasta asimilarlo por completo en sus diseños. “Parecen ideas muy primitivas, eso de apelar siempre a tu origen”, dice “pero para mí es fundamental que mis diseños tengan un vínculo con mi identidad, una conexión entre quién soy, de dónde vengo, y por qué la moda mexicana debe trascender”.

 

Dónde comprarlos

Ale Quesada

  • Chicago 74, int. 2
  • Previa cita
  • A principios del próximo año tendrá nueva boutique. Hay que estar pendientes de su apertura.

 

Yakampot

  • Emilio Castelar 215
  • Este diseñador mexicano está estrenando boutique, entre marcas internacionales, en una de las zonas de más lujo de la ciudad de México.

 

Cihuah

  • Avenida Oaxaca 46
  • Previa cita
  • A Cihuah se le puede encontrar, además de en su showroom, en Saks Fifth Avenue Santa Fe, Cañamiel y otras pequeñas boutiques.

 

Kardigan

  • Sonora 195 A
  • Karina Torres, la fundadora, pide a diseñadores nacionales piezas exclusivas para su tienda.

 

Paar 

 

Daniela Villegas 

  • Esta diseñadora se ha convertido en una de las favoritas entre las celebridades internacionales.

 

Amandina 

  • Es la línea de joyas fundada por un par de amigas que usan siempre filigrana, tienen diseños orgánicos originales.

 

Fábrica Social

  • Sucursal Downtown: Isabel La Católica 30, entre Madero y 16 de Septiembre.
  • Sucursal Sheraton María Isabel: Paseo de la Reforma 325.
  • Técnicas artesanales de textil con diseños contemporáneos dan como resultado una versión actualizada de piezas clásicas: desde blusas hasta rebosos y otros accesorios.

 

La Lonja Mercantil

  • Para consultar fechas y ubicación o incluso para participar en la próxima edición, visiten su página web.

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