La Ruta de la Seda desde los ojos de Marco Polo ¿Fantasía o realidad?

Europa conoció el mundo oriental gracias a las expediciones de Marco Polo

23 Sep 2019

Lo que entendemos hoy como comercio internacional –con todas sus normas y lineamientos políticos– fue en su momento un intercambio de bienes en medio de un camino sinuoso en el que desfilaban, casi por igual, soldados, espías, peregrinos, piratas, ladronzuelos y, por supuesto, comerciantes que ofrecían desde las más exquisitas y codiciadas especias, manzanas en forma de semilla, vidrio, metales, coral, textiles y  hasta esclavos.

Hablamos de la Ruta de la Seda, nombrada así por la vendimia de la codiciada fibra natural; que entonces se creía que era extraída de los árboles. Este camino, aunque lineal, atravesaba desiertos, cordilleras y mesetas. Recorría todo el continente asiático y conectaba a China con Mongolia, Persia, Arabia, Siria, Turquía, Europa y África. Podríamos decir que fue en ese tiempo (siglo I a.C.) cuando inició, aunque de manera informal, el más grande intercambio multicultural y lingüístico de la historia de la humanidad.

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China importaba oro, plata, piedras preciosas, marfil, cristal, perfumes, tintes y otros textiles.

El viaje mítico

Aunque fueron cientos las caravanas que viajaron por la Ruta de la Seda, sólo unas cuantas personas lograron recorrerla toda. Una de ellas fue Marco Polo, un joven veneciano que en 1271 partió a rumbos desconocidos junto con su padre y su tío, viejos mercaderes. En esos años, Venecia era una poderosa república que dominaba el comercio en el Mediterráneo.

A su paso, Marco Polo se encontró con caníbales y adoradores salvajes de animales. Personajes estrafalarios y bestiales de los que tuvo que defenderse con grandes fuertes de madera. Al menos eso cuenta en El libro de las maravillas del mundo, obra mítica en la que el italiano capturó 24 años de viajes y descubrimientos en territorios lejanos y nebulosos.

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El imperio del centro exportaba mayormente seda, pieles, cerámica, porcelana, especias, jade, bronce, laca y hierro.

Además de relatos casi fantasiosos entre rarezas, milagros y curiosidades, Marco Polo aportó invaluables datos sobre los países y los paisajes que conoció, así como la gente con la que trató, sus formas y costumbres, su alimentación, sus animales, sus cultos, los tipos de cultivos que manejaban, las joyas que portaban y hasta sus maneras de vestir.

Dado que el explorador viajó por las provincias interiores de China, reveló a los europeos el color amarillo del célebre río Huang He, también un sistema de correos funcional, una fábrica de papel, la fuerza militar que tenía el país asiático y el uso extendido del papel moneda.

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Huang He es el segundo río más grande de China y el quinto del mundo.

Llegar a los confines del mundo

Su meta era Pekín. Sin embargo, y como estaba tan lejos de Venecia, Marco Polo creyó alcanzar los confines del planeta. Tal vez por eso contaba la leyenda de un viejo árbol seco y solitario que indicaba el fin del mundo. Según él,  en Armenia descubrió el punto donde se posó el arca de Noé tras el diluvio universal.

Pero además de mitos, en sus escritos también hizo hermosas descripciones de los horizontes que le tocó ver. Habló de las fuentes negras y pozos de alquitrán en Mesopotamia; paisajes irreales, llenos de exiliados y gigantes. Enunció a las personas que conoció: astrólogos, hechiceros, chamanes y encantadores que se aparecieron en su camino y que cambiaron la forma en la que veía la vida. 

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El libro de Marco Polo inspiró, entre otros, a Cristóbal Colón, quien poseía un ejemplar cuidadosamente guardado.

Después de que Marco Polo regresara a Venecia, en 1295, estalló la guerra con Génova y fue capturado y encarcelado. Tras las rejas relató sus expediciones a Rustichello de Pisa, quien se encargó de escribirlo todo. En 1299 fue puesto en libertad y se convirtió en un rico comerciante.

Algo que pocos conocen…

En sus relatos, Marco Polo habló sobre Luna Brillante, hija de del rey Caidú. Una mujer adelantada a sus tiempos cuya exigencia para que su padre la casara con un caballero (previamente elegido), era que antes del matrimonio su pretendiente lograra ganarle en un duelo. Por suerte, ella  libró todas las batallas y evitó así un matrimonio forzado.

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