El Centro de la Ciudad de México es un rompecabezas involuntario y enorme; cada pieza está diseñada a la perfección. Desde las piedras utilizadas para el Templo Mayor, el mármol del Palacio de Bellas Artes o los letreros rotulados a mano anunciando cámaras en la calle Donceles, todos tienen la misma importancia en el acertijo de la estética popular mexicana. Este año, el Abierto Mexicano de Diseño (AMD), a celebrarse del 9 al 13 de octubre, dedica su edición a esta zona de la ciudad, y por primera vez aborda una temática y una curaduría externa. Mario Ballesteros, el curador invitado  –y director editorial de Travesías–, habla con Gatopardo sobre la importancia de construir y repensar lo popular en el diseño.

Por mucho tiempo, lo popular se ha considerado algo de poca sofisticación; simple y fácil de entender para las masas. La visión extrapolada de la cultura ha dibujado una línea divisoria. La primera: exclusiva y elevada, y la segunda, reservada a la simpleza. Afortunadamente, la cultura popular siempre ha tenido aliados que la comprenden y magnifican, como lo ha hecho el AMD desde su concepción, destacado por ser el festival más grandes y abierto a todo el mundo.

AMF 2018. Foto: Cortesía.

“El AMD fue una iniciativa que salió de un grupo muy amplio de diseñadores que decían ‘necesitamos un espacio que sea más democrático, más horizontal, que esté más cerca de las preocupaciones y las necesidades de la gente y la comunidad del diseño’. Entonces ahí ya había esa cosquilla democrática, horizontal o popular”, comparte Ballesteros. 

Además de la inercia construida por la trayectoria del festival, el populismo es un tema que se ha vuelto clave en los últimos años, tanto en la política como en todas las esferas de la vida pública. “A mí me interesaba que fuera un tema actual, candente y relevante para el momento que vivimos en el diseño, la cultura y en México en general. El tema de lo popular, de lo no profesional y del pueblo está muy presente en el discurso político, específicamente: el populismo, que es un tema importante y controvertido. Sentía que el festival no tenía que huirle a estos temas coyunturales”.

AMF 2018. Foto: Cortesía.

Como parte de los eventos del festival, tendrán pabellones de academia, arquitectura, diseño, espacio público, comunicación visual, mobiliario y objeto, moda y textil, tecnológico y, por primera vez, un pabellón de novedades donde los diseñadores podrán mostrar su trabajo reciente aunque no se apegue al tema. Dichos espacios estarán distribuidos en diferentes museos del Centro, como el Museo Numismático, que albergará el Pabellón de Arquitectura y tendrá una exposición de Derek Dellekam; o el Museo de Arte Popular con una instalación de piñatas de sillas mexicanas de Tony Macarena. La exposición principal, con sede en Bellas Artes, será una reflexión más abierta sobre el diseño popular, y contará con el acervo del Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI) de arte popular y arte indígena desde el siglo XVIII hasta nuestros días. 

Según Ballesteros, el festival explora tres líneas de pensamiento y acción: primero, el diseño por el pueblo, o sea, el de los no diseñadores; luego, se enfoca en el diseño para el pueblo y las maneras en las que profesionales han tratado de responder a las demandas de las masas, aparte de analizar los cambios en el diseño industrial; y finalmente, el diseño del pueblo, el concepto o imagen de lo popular construido a lo largo del siglo pasado. 

Foto: Ixnic Kasiopea

“El diseño no debe ser ser excluyente ni exclusivo; me parece un momento muy interesante para pensar y volver a poner al diseño primero. Quizás la artesanía es en parte donde está el meollo de cómo podemos conciliar condiciones sociales, políticas, económicas y culturales muy dispares que todavía en México pesan muchísimo”, afirma Ballesteros, sobre el interés de democratizar no sólo el diseño, sino las instituciones culturales que lo engloban. 

“Creo que el diseño, a diferencia del arte, tiene este encanto de inmediatez, son cosas a las que estamos acostumbrados a ver y usar y convivir todos los días. Si ves un objeto que te recuerda a tu niñez o que te recuerda al pueblo donde creciste, es una conexión muy visceral e inmediata que en el arte no es tan sencillo”, concluye el curador.

Sigue a Travesías en Instagram, Facebook y Twitter.

Este texto se publicó originalmente en nuestra revista hermana Gatopardo.

Foto de portada: Cortesía AMF 2018
También te recomendamos

Tenaza, o cómo el arte se vuelve espacio público

Guadalajara, Guadalajarx

Don en el desierto (o un peregrinaje a Marfa)

Travesías Recomienda

También podría interesarte.

next