Fachadas, casas y templos definidos por la monocromía; por la simpleza de un color que, pese a su sencillez, resalta del resto. Hablamos de aquellas ciudades que además de su arquitectura, arte y cultura, son conocidas –y visitadas– por tener una colección de sitios pintados con una sola tonalidad. Y es que entre el blanco impoluto, el rosa coral y el amarillo “mexicano” (por mencionar algunos), estas urbes ofrecen una alternativa más al turismo: la de descubrir espacios públicos bellamente uniformados.

Izamal en Yucatán

Fundada sobre los vestigios de una antigua ciudad maya, específicamente en las ruinas de un adoratorio llamado Pap-hol-chac, Izamal es conocida como la “ciudad amarilla” luego de que sus pobladores pintaran casas y construcciones con la tonalidad del sol para recibir al papa Juan Pablo II en 1993.

Pasear entre sus calles de adoquín es revivir la historia del poderío maya, no sólo por las pirámides en medio del pueblo que contrastan con la arquitectura española y la de las casas mestizas de los alrededores, también por el impresionante atrio del convento de San Antonio de Padua, el más grande del mundo después de la plaza de San Pedro en el Vaticano.

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Foto de Santiago Arau

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Chauen en Marruecos

Un azul brillante baña las mezquitas, las paredes y las puertas, así como los faroles y hasta las escaleras irregulares de Chauen, ciudad fundada por refugiados judíos y musulmanes que fueron expulsados de España en el siglo XV. Se ubica en la cordillera de las montañas del Rif, a orillas del Mediterráneo.

Además de descubrir los secretos de sus calles azul cielo, vale la pena visitar –al menos desde lejos porque sólo pueden entrar musulmanes– la Gran Mezquita en la plaza principal y su minarete octagonal. Otra característica bastante peculiar de este sitio son la multitud de gatos que pasean por sus arterias.

Aunque hoy en día es uno de los destinos predilectos de los turistas que van a Marruecos, durante siglos fue considerado un sitio sagrado y el ingreso de extranjeros estaba prohibido.

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Oia en Grecia

Un blanco inmaculado es la cara de Oia, localidad que se ubica en el noroeste de Santorini, isla del mar Egeo. Sus casas claras y terrados impolutos destacan de las cúpulas azules, construcciones que brillan de manera natural con cada puesta de sol.

Pese a que los lugareños evitan el turismo de masa, es un sitio con una amplia oferta hotelera y restaurantera. Además, existen recorridos para visitar las capillas, los laberintos, los callejones escondidos y hasta las casas abandonadas (muchas de ellas sorprendentes). La playa Armeni es ideal para descansar en el embarcadero y disfrutar la brisa marina; el agua es clara, limpia y  muy caliente.

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Jaipur en India

Las colinas del noroeste de India resguardan a Jaipur, la famosa “ciudad rosa” edificada con piedra arenisca colorada. Después de 1890 la urbe fue pintada de un tono más claro para recibir al príncipe de Gales, heredero del trono.

Según la tradición Rajasthan, el color rosado salmón trae buena fortuna. Por otro lado,  este tono cálido ayuda a disminuir el estrés que puede generar el caos habitual de Jaipur, donde predominan los vendedores, los paseantes y turistas en general. En la urbe también se puede visitar el Palacio de los Vientos, el Hawa Mahal y el observatorio astronómico de Jantar Mantar.

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Marrakech en Marruecos

El rojo ocre de sus edificios responde al color de la tierra local, misma que es usada como material de construcción. Incluso en la mayoría de sus casas y fincas en donde es posible alojarse –especialmente en Medina, la ciudad vieja–, los mosaicos y adornos moriscos son de ese rojo-ocre.

Uno de los lugares más emblemáticos es la Plaza de Yamma el Fna, donde conviven un poco amontonados, encantadores de serpientes, domadores de monos y hasta dentistas que exhiben con orgullo algunas piezas dentales. Por las noches abundan los puestos de comida.

Si se busca algo mucho más ajetreado, vale la pena ir al Zoco, una suerte de tianguis en donde los compradores suelen regatear antes de comprar juegos de té, ropa y hasta especias.

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