Patrimonios culturales de México: El Camino Real de Tierra Adentro

El Camino Real de Tierra Adentro se consolidó en su época como una de las rutas comerciales más importantes del Imperio Español, y no es exagerado decir que impactó no sólo el desarrollo de la Nueva España, sino del mundo entero.

04 May 2021

Con una longitud de más de 2,500 kilómetros, el Camino Real de Tierra Adentro fue trazado a principios del virreinato para conectar la Ciudad de México con los territorios de Texas y Nuevo México (y todas las minas de plata que había en medio). A su paso se edificaron ciudades, haciendas, templos, colegios, conventos, puentes y hasta cementerios, y aunque dejó de utilizarse desde principios del siglo XIX, sus restos permanecen como testigos del proceso de expansión y civilización española de los siglos XVI, XVII y XVIII, razón por la cual fue declarada como Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en 2010.

Camino Real de Tierra Adentro

Ubicación: 60 sitios ubicados entre la Ciudad de México y Villa de Allende, Chihuahua.
Fecha de inscripción: 2010
Categoría: Bien cultural

Historia

Al momento de su encuentro con los españoles, el Imperio Mexica era un organismo bien organizado con complejos lazos económicos. Gracias a sus agresivas políticas de expansión, numerosos bienes llegaban desde todos los rincones de Mesoamérica al gran mercado de Tlatelolco: desde plumas de quetzal y pieles de jaguar, y hasta grana cochinilla, hule y vainilla. Sin embargo, y si bien conservaron esos nexos tras la caída de la Gran Tenochtitlan, los españoles estaban considerablemente más interesados en los metales preciosos que en las plumas y el cacao. De este modo, y si los mexicas se habían expandido constantemente hacia el sur, los europeos iniciaron una activa campaña de expansión hacia los territorios del norte, donde parecían esconderse los principales yacimientos minerales.

camino real de tierra adentro

Algunos fragmentos del Camino Real de Tierra Adentro aún se conservan con su empedrado virreinal: Foto: INAH.

Sombrerete fue uno de los muchos pueblos mineros que surgieron y fueron comunicados gracias al Camino Real. Foto: Adam Wiseman.

La suerte les sonrió, y las grandes minas de plata de Guanajuato y Zacatecas fueron descubiertas en 1548 y 1546 respectivamente. La promesa de las minas (y su riqueza) sirvió como principal aliciente para no sólo explorar las inhóspitas tierras del norte del virreinato, sino también para asentarse en ellas, y a los primeros exploradores siguieron soldados y misioneros religiosos. Los yacimientos daban origen a poblados (generalmente llamados ‘reales de minas’) y éstos a su vez fomentaron la aparición de templos y haciendas que pudieran proveer de alimentos a los nuevos vecinos. De esta manera, y para comunicar los nuevos asentamientos con la capital del virreinato, una ruta comenzó a formarse: el Camino Real de Tierra Adentro.

Mientras más minas se encontraban y más ciudades se fundaban, el Camino Real de Tierra Adentro crecía y no tardó en consolidarse como una de las rutas económicas más importantes no sólo de la Nueva España, sino de todo el Imperio Español, conectando la Ciudad de México con Santa Fe de Nuevo México (y todas las minas que se encontraban en el inter). A su paso, surgieron ciudades y haciendas, pero también cementerios, templos y colegios, se edificaron puentes y veredas, se establecieron sociedades multiétnicas y se construyeron edificios que, aunque podían parecer ‘españoles’, siempre incorporaban elementos locales. Al transportar la mayor parte de la plata que era extraída de las minas de Guanajuato, Zacatecas, Durango y San Luis, la importancia del Camino Real fue colosal. No sólo impulsó el desarrollo socioeconómico del territorio novohispano, sino que también tuvo un impacto global. El flujo constante de plata americana enriqueció a prácticamente toda Europa occidental, pues España la usaba no sólo para sufragar sus guerras, sino también para comerciar y adquirir manufacturas inglesas, flamencas, holandesas y francesas. La calidad de la plata novohispana era tan alta, que por varios siglos fue lo único que los comerciantes asiáticos (y en particular los chinos) aceptaron como paga para la seda, las especias y demás artículos de lujo que exportaban. El Camino Real de Tierra Adentro funcionó de esta manera por alrededor de 300 años, desde mediados del siglo XVI y hasta principios del XIX, cuando la inestabilidad y los conflictos originados por la guerra de Independencia desarticularon toda la economía virreinal.

Aunque se consolidó como una ruta económica, el Camino Real de Tierra Adentro fue crucial para la evangelización del norte novohispano. Foto: Adam Wiseman.

Qué ver

De los 2,500 km que llegó a abarcar, el tramo del Camino Real de Tierra Adentro que fue inscrito dentro de la lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO es de ‘solamente’ 1400 km: de la Ciudad de México al pueblo de Villa de Allende en Chihuahua. Incluye 60 sitios históricos, y entre los cuales hay ciudades, pueblos, complejos religiosos, haciendas, puentes, conventos, un cementerio, una mina, cuevas y hasta tramos del camino en sí que aún conservan su rústico pavimento virreinal.

En su excepcionalmente bien conservada combinación de haciendas, reales de minas, iglesias y presidios, el Camino Real de Tierra Adentro refleja en sí mismo el proceso de expansión española de los siglos XVI y XVII, así como el de consolidación del XVIII. Algunas de sus poblaciones crecieron hasta convertirse en grandes ciudades (como Durango o San Luis Potosí), un par de sus templos se consolidaron como centros de peregrinaje religioso (como San Juan de los Lagos y el santuario de Plateros), y varias de las poblaciones intermedias, que fungían como puntos de descanso y avituallamiento se establecieron como pujantes capitales regionales (como Querétaro, San Juan del Río, Aguascalientes o San Miguel). 

San Miguel el Grande (actual San Miguel de Allende) fue uno de los centros más importantes de la ruta.

Retablo en la iglesia de la Santa Veracruz en Sombrerete, Zacatecas. Foto: Adam Wiseman.

Si bien es difícil recorrerlo de punta a punta, algunas partes concentran varios sitios en sus alrededores. En las cercanías de la ciudad de Aguascalientes, por ejemplo, se encuentran las haciendas de Peñuelas, de la Cieneguilla y del Pabellón de Hidalgo, así como el pueblo de Ojuelos y el cementerio de Encarnación de Díaz.  Mientras que más al norte, en el área de la ciudad de Durango, se encuentra el puente del diablo, la ex-hacienda de San Diego de Navacoyán, el pueblo de Nombre de Dios, la capilla de San Antonio de la ex-hacienda de Juana Guerra y la pequeña ciudad zacatecana de Sombrerete.

Iglesia y convento de San Mateo en Sombrerete, Zacatecas. Foto: Adam Wiseman.

Foto: Adam Wiseman.

Mención aparte merecen también los antiguos colegios de San Francisco Javier en Tepotzotlán y el de Propaganda Fide de Guadalupe Zacatecas. El primero alberga actualmente al Museo Nacional del Virreinato y el segundo al museo regional de Zacatecas, y en su época fueron dos de los centros de enseñanza más importantes de toda la Nueva España. Además de la museografía contemporánea, ambos conservan un gran número de obras de arte, mobiliario, pinturas de gran formato, retablos y espléndidas bibliotecas, que permiten tener una idea de no sólo de la vida de los frailes durante la colonia, sino de todo el proyecto de civilización que, por 300 años, el Imperio Español edificó en los vastos territorios septentrionales de sus posesiones americanas.  

Foto: Adam Wiseman.

Cuándo ir

Al estar compuesto de sitios tan variados (y distantes) entre ellos, la mejor época para visitar el Camino Real de Tierra Adentro varía según el tramo que se quiera recorrer. Por ejemplo, no hay mejor época para conocer Aguascalientes que entre octubre y noviembre, cuando se celebra la famosa Feria de San Marcos, mientras que la de Durango tiene lugar durante el verano.

Dónde dormir

En varias de las ciudades que se levantan a lo largo del Camino Real de Tierra Adentro existen hoteles que, emplazados en edificios históricos, combinan de manejar inmejorable la herencia y el patrimonio de sus sedes, con el lujo y la comodidad contemporánea.

La Casa de la Marquesa
Con un estilo hispano-morsico, esta antigua casona dieciochesca en el centro de Querétaro es un pasaporte directo a la extravagancia barroca del Bajío colonial. Con 25 habitaciones y una ubicación inmejorable, este hotel es la mejor manera de comenzar a explorar la rica historia queretana aún antes de haber puesto un pie en la calle.

Belmond Casa de Sierra Nevada
Las 37 habitaciones del Belmond Casa Sierra Nevada en San Miguel de Allende se encuentran en dos edificios contiguos que fueron construidos en los siglos XVII y XVIII, y que han sido remodelados para convertirse en un refugio tan sofisticado como encantador. Con un diseño interior que privilegia los muebles rústicos, los azulejos, la talavera y el hierro forjado, cada rincón de este hotel parece haber reinventado exitosamente el lujo mexicano, para ofrecer un espacio que es tan contemporáneo como tradicional.

Hostal de la Monja
Localizado justo frente a la catedral basílica de Durango, sobre el andador peatonal más importante de la urbe, el hostal de la Monja ofrece la mejor ubicación de la ciudad, una vista directa sobre las torres catedralicias y, según dicen, la posibilidad de ver al fantasma de una monja enamorada que sigue rondando por las escaleras del antiguo templo.

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¿Sabías que…?

A partir de San Juan del Río, y hasta Chihuahua, el trazo de la carretera federal 45 sigue en buena medida la ruta del Camino Real de Tierra Adentro. 

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