Patrimonios culturales de México: El Acueducto del Padre Tembleque

Símbolo excepcional de la fusión de la ingeniería europea con el conocimiento mesoamericano, el acueducto del Padre Tembleque fue la obra hidráulica más importante construida en los 300 años que duró el virreinato español.

04 May 2021

El acueducto del Padre Tembleque es una de las adiciones más recientes a la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO (fue añadido apenas en 2015). Aunque suele pasar desapercibida debido a su ubicación, esta estructura es la obra de ingeniería hidráulica más importante construida en el territorio novohispano (y algunos afirman que en toda América incluso) durante el período colonial. Construido a instancias de fray Francisco Tembleque, el acueducto fue terminado en 1572, y durante los 450 años que ha estado en operación se ha mantenido en pie no sólo como una obra maestra de la arquitectura y la ingeniería, sino como un símbolo de la fusión entre el conocimiento occidental y el mesoamericano. 

Foto: Gobierno del Estado de México.

Acueducto del Padre Tembleque

Ubicación: Tepeyahualco, Hidalgo
Fecha de inscripción: 2015
Categoría: Bien cultural

Historia

El 13 de mayo de 1524, un grupo de doce frailes franciscanos llegó al territorio de la recién formada Nueva España. ¿Su objetivo? Convertir a la población nativa del continente americano a la religión cristiana. Con los años, más religiosos siguieron llegando y rápidamente fueron distribuyéndose en las regiones que concentraban la mayor densidad de población indígena, particularmente en el centro de México, en los territorios de los actuales estados de México, Morelos, Puebla e Hidalgo. De esta manera, cuenta la leyenda que un día, mientras oficiaba misa en Otumba, fray Francisco de Tembleque se percató de que varios de sus feligreses padecían enfermedades relacionadas con la falta de agua e higiene. 

Preocupado por mejorar la situación, el fraile consultó su observación con otros franciscanos que igualmente predicaban en las zonas áridas del actual territorio de Hidalgo, y así se enteró que, en el poblado de Tepeapulco, sus compañeros se habían enfrentado a la misma situación, y para remediarla, habían construido un acueducto. De esta manera, fray Francisco (también conocido como Padre Tembleque) comenzó en 1553 las gestiones para construir un acueducto que aliviase la carencia de agua que aquejaba tanto a Otumba, como a las comunidades que habitaban en torno al convento de Todos los Santos de Zempoala. 

Para garantizar la frescura y pureza del agua, se decidió utilizar los manantiales que se encuentran en las faldas del volcán de El Tecajete, y se planeó así un acueducto de casi 50 km que no sólo comunicara este sitio con Otumba, sino que también incluyese un ramal de otros 10 km para llegar a Zempoala y Zacuala. La importancia de la obra era tal, que incluso el rey Carlos V expidió una cédula real que eximía a Otumba de tener que pagar impuestos por 3 años, para que así ese dinero se utilizase en la construcción del acueducto. Sin embargo, los dos primeros años de ese lapso se emplearon únicamente en reunir el material necesario para la obra. El coste cayó entonces en los pueblos que serían los futuros beneficiarios del acueducto, y se dice que las mujeres de estas poblaciones comenzaron a producir textiles en excedencia, que pudiesen vender para así utilizar las ganancias para apoyar los trabajos.

En torno al convento de Todos los Santos de Zempoala, se congregaban los miembros de esa comunidad, pero también los de Zacuala, y Tlaquilpanque. / Foto: Carmelita Thierry

acueducto padre tembleque

El acueducto y sus alrededores se conservan prácticamente intactos desde el siglo XVI, dando una idea de cómo lucía el paisaje en los años siguientes a la conquista. / Foto: Mauricio Marat, INAH.

40 comunidades indígenas de la región colaboraron con la empresa, aportando toda la mano de obra, y la cual incluía canteros, albañiles, ayudantes, peones y carpinteros. Cada día, entre 400 y 600 personas laboraban en la construcción del acueducto: la mitad para cargar el material, y la otra en la albañilería. Los trabajos se extendieron por 17 años, y el acueducto fue finalmente terminado en 1572. 

Si bien la construcción fue dirigida por el padre Tembleque, la ejecución fue realizada enteramente por indígenas. Debido a esto, el acueducto se considera como un sistema hidráulico único en su tipo, pues refleja el encuentro americano-europeo del siglo XVI. A lo largo de los siglos, el acueducto fue cuidado, mantenido y administrado por las comunidades locales que lo rodean, y el primer tramo (seis kilómetros que comunican los manantiales de El Tecajete con Zempoala), aún funciona, transportando agua que es usada para por los miembros de esta población para lavar e irrigar.

Qué ver

Si bien el acueducto del Padre Tembleque se extiende por 48,22 km, la mayor parte de su sistema y el cual incluye canales, reservorios, y tanques de distribución es subterráneo. Sin embargo, y para librar las barrancas y hondonadas que se presentaban en el camino, se construyeron un total de seis puentes, y entre los cuales, el más vistoso (y fotogénico) es el que se alza sobre el río Papalote, en el tramo de Tepeyahualco. En este punto, el acueducto se levanta sobre 137 arcos monumentales, hasta una altura de casi 40 metros sobre el ras del piso (39.65 mts para ser exactos). 

Hasta el momento de su construcción, no se habían realizado arcos tan altos desde tiempos de los romanos y se dice que fue gracias a que no era arquitecto de formación, que el Padre Tembleque fue tan audaz al momento de proyectar la construcción de tan altas estructuras, pues tan solo el arco central tiene una altura de casi 34 metros. 

El que sus alrededores se conserven sin grandes cambios, fue determinante en la inscripción del acueducto en la lista de la UNESCO. / Foto: Mauricio Marat, INAH.

Con sus arcos de medio punto, su perfil luce idéntico al de los acueductos construidos por los romanos en Segovia, Roma o Tarragona. Sin embargo, el del Padre Tembleque guarda elementos que revelan varios elementos mesoamericanos. Las técnicas y los intercambios culturales entre el Viejo y el Nuevo Mundo son especialmente visibles en las arcadas monumentales, pues varios de sus arcos conservan glifos y grabados que fueron realizados por los indígenas que levantaron la obra, y los cuales representan símbolos militares y de la cosmogonía prehispánica. Además, y en lugar de un andamiaje de madera occidental, para sostener los arcos durante su construcción se realizó una cimbra de adobe. El uso de esta técnica fue verdaderamente excepcional, pues no hay registro de que, ni antes ni después, se haya vuelto a construir otra de esas dimensiones. 

Con excepción de un par de caminos y algunas torres de cables eléctricos, el paisaje entorno al acueducto se ha conservado de una manera estupenda, y casi 450 años después de su inauguración, el acueducto del Padre Tembleque permanece rodeado de campo y plantaciones de magueyes, lo cual permite incluso tener una idea de cómo lucía el paisaje durante su construcción, en el siglo XVI.

Cómo llegar

Localizado en la frontera de los actuales estados de México e Hidalgo, la arcada mayor del acueducto del Padre Tembleque se emplaza a las afueras del pueblo de Santiago Tepeyahualco, a hora y media de la Ciudad de México y a 40 minutos de Pachuca. Desde la capital, hay que tomar la autopista hacia Teotihuacan y, tras pasar las pirámides, seguir hacia Tulancingo, hasta la desviación para San Felipe Teotitlán. De este poblado la avenida de los Arcos conduce directamente al acueducto. 

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