La Tallera de Siqueiros

Aquí no hace falta tiempo ni presupuesto, sólo las ganas de escapar de la rutina y descubrir.

18 Jun 2018

Un espacio de exhibición contemporáneo

Construida por el artista en 1965 en una colonia residencial de Cuernavaca, la que fuera su casa y taller se acaba de convertir, en noviembre de 2012 —38 años después de su muerte—, en el Centro Cultural La Tallera Museo Casa Estudio de José David Alfaro Siqueiros. El muralista legó este espacio y también la Sala de Arte Público (saps) en Polanco, mediante su testamento público al “pueblo de México”, junto con una colección estudios, obra gráfica y de caballete, dibujo y proyectos murales, además de su biblioteca y su archivo personal.

 

Cuando la construyó, “El Coronelazo”, llamado así por el grado que adquirió en el Ejército Republicano durante la Guerra Civil de España entre 1936 y 1938, ya había estado cuatro veces en la cárcel, peleando en la Revolución —a los 16 años— con el Ejército Constitucionalista contra Huerta y después contra Villa y Zapata, además de haber estado involucrado en los intentos y asesinato de León Trotsky en su casa de Coyoacán.

 

También ya había sido expatriado a Los Ángeles, en 1935, donde pintaría Mitin obrero, Retrato actual de México y América tropical que también acaba de ser restaurado en la Plaza Arte Center en Olvera. Incluso ya había logrado hacerse expulsar de Estados Unidos, desde ahí lo enviarían a Argentina, donde realizaría Ejército plástico, el primer mural que pintó exclusivamente con materiales sintéticos.

 

Siqueiros planeó La Tallera muchos años antes de construirla. En sus propias palabras: “llevar a la realidad una idea que desde 1920 teníamos Diego Rivera y yo, es decir la creación de un verdadero taller de muralismo donde se ensayaran nuevas técnicas de pinturas, materiales, aspectos geométricos, perspectivas, etc. (…) Un taller grande, inmenso, lleno de máquinas, con andamios supermóviles, con laboratorios para probar la química y la durabilidad de los colores, con materiales plásticos en abundancia, sin el sufrimiento de la limitación, con un departamento de fotografía, con cámaras fílmicas, con todo, todo lo que necesita un pintor muralista, hasta con los elementos y accesorios para penetrar en el escabroso campo de la dinámica de los colores y la relatividad de las formas geométricas en el espacio activo”.

 

En La Tallera trabajaría en grandes formatos auxiliado por el sistema de poleas dentro de los espacios pensados para manejar grandes superficies. Aquí su planteamiento acerca de la arquitectura dinámica, basada en la construcción de composiciones en perspectiva poliangular, tomaría toda su fuerza al ser llevada a la práctica. Aquí también produciría una parte de La marcha de la humanidad, hasta donde sabemos el mural más grande jamás pintado, para ser instalado en el Polyforum que lleva su apellido y que fue inaugurado el 15 de diciembre de 1971.

 

La transmutación del Taller Siqueiros 

La remodelación del espacio estuvo a cargo de Frida Escobedo: “Abrir el patio de los murales hacia la plaza para que de esa manera cobraran su carácter de obra plástica pública y, la segunda, usar materiales que tuvieran una economía de medios, que se integraran con el espacio del taller. Todo se recubre con una celosía”.

 

Los murales que antes estaban al descubierto por ambos lados, ahora son resguardados detrás de la nueva celosía y a la vez se muestran hacia el espacio central de la explanada adyacente, espacio exterior diseñado por Isaac Broid y Jorge Agostoni que dialoga con el pequeño parque que se encuentra unos metros más allá.

 

Cuando quede concluida la segunda fase de la restauración, este proyecto que tuvo un costo cercano a los 50 millones de pesos, además de recuperar como sala de exposiciones el espacio que Siqueiros ideó originalmente para pintar sus murales y que se inauguró con la exposición “La Tallera. Una fábrica de movimiento”, contará con dos talleres, dos bodegas (una para conservar el legado del artista), sala de lectura, centro de documentación, librería y cafetería.

 

En un costado del edificio se encuentra el inmueble que fue adaptado para albergar a los artistas, historiadores del arte, críticos, curadores e investigadores que serán invitados a las residencias internacionales, quienes “darán conferencias y talleres; de esta manera se retroalimentará la profesionalización con el público morelense, quienes tendrán la posibilidad de colaborar y generar diálogos con figuras reconocidas del arte contemporáneo global”. Esta parte de la construcción incluye una alberca descubierta, que suponemos ayudará a los creadores invitados a cumplir con su disciplina artística, al parecer ya desligada de los preceptos teóricos y el espíritu ideológico de Siqueiros que retrató el poeta francés Paul Éluard en este poema:

 

Trabajando para todos los demás soy libre
pues me sé en la luz de cada uno
y las fronteras de mis manos se agitan más
que aquellas que la tierra sepulta y que se olvidan.

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