Hablemos de las lluvias de estrellas; ese fenómeno bioluminiscente que los astrónomos explican como la irrupción de miles de pequeños meteoros en la atmósfera. Pedazos de roca que cuando entran al planeta, por la fricción, se vuelven incandescentes y se convierten en gas.
Las tormentas estelares suceden de tanto en tanto y muchas de ellas pueden ser observadas a simple vista. Su avistamiento ha robado la atención del hombre desde el inicio; de hecho según algunos historiadores, los primeros habitantes de la tierra se horrorizaban al ver como las ráfagas de luz recorrían el horizonte, pensaban que eran un mal augurio.
Afortunadamente con el paso del tiempo, las mujeres y hombres de esta planeta han podido mirar las tormentas de meteoros con la poesía que tienen. Cada temporada cientos de individuos se reúnen para ver las Cuadráticas, las Líridas, las Delta Acuáridas de julio y sobre todo las famosas Perseidas.
Esta última lluvia de estrellas es considerada la más importante del mundo por su duración ysus dimensiones. Fue descubierta por los chinos, en el año 36 d.C y su existencia se explica por el paso del cometa 109P/Swift-Tuttle descubierto en 1862.
Su curioso topónimo se debe a que los antiguos la ubicaron en la Constelación de Perseus. Sin embargo, en algunas regiones del mundo el fenómeno es conocido como Las lágrimas de San Agustín en referencia al nacimiento del mártir español.
Las Perseidas se pueden contemplar en todo el hemisferio norte desde finales de julio. No obstante su máxima actividad ocurre en del 11 al 13 de agosto, en particular en la madrugada del 12 donde más de 100 meteoros por hora cruzan el cielo; un verdadero espectáculos del universo.
En 2018 este fenómeno se podrá admirar a simple vista, ya que no habrá Luna Llena que se interponga en el camino. Dicho eso, para poderlo mirar con mayor detalle, igual es recomendable alejarse de la luz y la contaminación de las ciudades y atestiguar las Perseidas desde un lugar en el que el cielo sea el protagonista.
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