En sus inicios, Yves Saint Laurent destacaba por diseñar prendas en color negro y de una elegancia clásica impuesta por una constante inspiración en la mujer francesa: sencilla, atemporal y sobria; hasta que en 1966 visitó por primera vez Marrakech, en Marruecos. Entonces sus colecciones se llenaron de color, de bordados y de fiesta.
Pierre Bergé, entonces pareja del diseñador y quien se ha dedicado a resguardar su legado, admite que a su llegada el clima era lluvioso, pero una semana después salió el sol y fueron testigos de una belleza única. “Descubrimos esa famosa luz que no puedes ver en ningún otro sitio. El sol marroquí abraza cada rincón y esquina”, recordaba en una entrevista para Amuse.
Al término de ese viaje compraron una casa en la ciudad y cuatro años después, se mudaron a Villa Oasis, un lugar más grande conectado a Jardín Majorelle. Restauraron el jardín, le devolvieron el esplendor a la casa azul que alberga y se convirtió en el retiro creativo de Yves, un punto de reunión entre la pareja y amigos como Andy Warhol y Betty Catroux
Así, Marrakech se volvió parte del diseñador y, años después, la ciudad lo haría parte de su historia con una calle a su nombre. Por ello, a poco más de 50 años de su primer encuentro, era lógico que en la Rue Yves Saint Laurent, a un lado del Jardín Majorelle esté, desde hoy, el Yves Saint Laurent Museum.
Sin saberlo, este museo (y el de París, que abrió sus puertas a principios de este mes) sería el último acto de amor de Bergé para Saint Laurent. El recinto, creado por los arquitectos de Studio KO y el constructor, Bymaro, es una metáfora del trabajo del couturier —por ello las líneas rectas dialogan con curvas y patrones— y un agradecimiento a la ciudad que se quedó para siempre en su corazón y en la historia de la moda.
Musée Yves Saint Laurent Marrakech, extérieur. 2016 Studio KO, Fondation Pierre Bergé-Yves Saint Laurent
Las piedras marroquíes en tonos rosados y las formas del edificio dialogan con los colores de la ciudad, con el sol que les enamoró y claro, en los colores de la ciudad. Los patrones de la fachada del patio recuerdan a las texturas del bolso Loulou de la marca, pero no dejan de lado a Mondrian, una de las grandes referencias en la trayectoria de Yves.
Sin embargo, es más que un museo, Bergé quería que este lugar fuera un centro cultural. Al interior hay una librería, una cafetería, un auditorio y un archivo. La colección permanente reúne el trabajo del diseñador de moda, sus bocetos, las prendas que desfilaron en pasarela y fragmentos del proceso de creación de cada uno.
Mientras tanto, ya se planean exposiciones temporales inauguradas por Jaques Majorelle’s Morocco, curada por Félix Marcilhac. “Marruecos me enseñó el color”, decía un joven Saint Laurent después de presentar una colección inspirada en la ciudad y en este museo se comprueba que el uno sin el otro, no hubieran podido ser lo que son hoy.