La Baja en bici

De Tijuana a Los Cabos, una recorrido en bicicleta por la península de Baja California, entre naturaleza, comida y silencio.

03 Oct 2025

Viajar en bicicleta por tu propio país simplifica las cosas. Hay algo de paz al pedalear por lugares donde aún puedes reconocer costumbres y símbolos, donde no hay barreras lingüísticas. Sitios que pueden ser familiares incluso a 2,000 kilómetros de casa.

Pero, a pesar de todo, los caminos de tierra en la Baja reservan cierto enigma y misterio para quienes los recorren sobre dos ruedas. Por más que se hable el mismo idioma, por más que puedas conocer la zona, hay algo en ese paisaje deshabitado, donde el desierto se impone, que te hace sentir como si estuvieras pedaleando fuera del mapa.

Cruzamos de mar a mar, por lo ancho de la península, pedaleando la carretera 3. Este tramo atraviesa los valles de Ojos Negros y de La Trinidad, donde el desierto se impone sin tregua por más de 100 kilómetros. Sólo hasta llegar a Las Ventanas, se asomó por primera vez, entre la tierra, el golfo de California, calmando el calor y la soledad que dejábamos atrás.
Cruzamos de mar a mar, por lo ancho de la península, pedaleando la carretera 3. Este tramo atraviesa los valles de Ojos Negros y de La Trinidad, donde el desierto se impone sin tregua por más de 100 kilómetros. Sólo hasta llegar a Las Ventanas, se asomó por primera vez, entre la tierra, el golfo de California, calmando el calor y la soledad que dejábamos atrás.

La península parece hecha para recorrerla en bicicleta. Aunque la ruta puede hacerse en ambos sentidos, el viento tiene la última palabra. Por eso partimos del norte, desde Tijuana, en un remoto mes de mayo, con las bicis relucientes y las piernas dispuestas a todo. El calor, más que cualquier subida o tramo eterno, se reveló como nuestro verdadero enemigo.

Tomamos la carretera 1 con rumbo a Ensenada. La primera parada fue en Rosarito, justificada por su langosta. La ruta continuó por la Transpeninsular, donde el mar se mostraba y se escondía a capricho del mapa y los trailer parks nos ofrecían un hospedaje barato.

Al no tener un itinerario rígido, cada desviación despierta una pregunta, ¿qué habrá del otro lado, será un buen lugar para pasar la noche? Así, sin planearlo, llegábamos a trailer parks o campamentos que nos servían de lugares de descanso improvisados. Anterior: en las playas de la Baja descansan restos de criaturas marinas; no es raro encontrar ensamblajes de esqueletos completos de delfines o ballenas.
Al no tener un itinerario rígido, cada desviación despierta una pregunta, ¿qué habrá del otro lado, será un buen lugar para pasar la noche? Así, sin planearlo, llegábamos a trailer parks o campamentos que nos servían de lugares de descanso improvisados. Anterior: en las playas de la Baja descansan restos de criaturas marinas; no es raro encontrar ensamblajes de esqueletos completos de delfines o ballenas.

En Ensenada, la gastronomía es cosa seria: tacos de pescado y cerveza local, una combinación obligada. Aprovechamos la oportunidad para sumergirnos en las frías aguas de la bahía de Todos los Santos y bucear entre bosques submarinos, una inmersión inolvidable.

Un poco más al sur, tomamos la carretera 3, que conecta el Pacífico con el golfo de California. Aquí empieza el dominio del desierto, que al principio puede parecer hostil, pero que poco a poco revela su encanto. A ratos, el viento y el chirrido de la cadena son los únicos sonidos. De vez en cuando aparecen pequeñas rancherías donde es posible encontrar alguna sombra, reabastecerse o simplemente comprobar que uno se mantiene como parte de algo vivo.

Al llegar a la carretera 5 y dirigirnos hacia San Felipe, sentimos un respiro. El desierto tiene lo suyo, pero, después de días bajo un sol permanente, el olor a mar y las olas se agradecen. El pueblo de Puertecitos parece una cápsula del tiempo. Las caravanas convertidas en casas fijas, vacías o habitadas por espíritus, contribuyen a la atmósfera. Lo más impresionante es un fenómeno que ocurre cada cuatro horas: la marea retrocede más de un kilómetro y, en ese intervalo, unas fosas de aguas termales se mezclan con el mar. A la hora de la marea media, el agua permite disfrutar este jacuzzi natural a una temperatura perfecta.

La ruta nunca deja de sorprender. Seguimos al sur. La escena: un atardecer rodeado de cactáceas, pero, en contra, los vientos más rudos que he enfrentado en mi vida, que incluso nos hacían perder el equilibrio. A pesar de las condiciones, llegamos a Campo Archelon, un lugar ideal para acampar por varios días y pasear en kayak alrededor de las islas.

Esta ruta la dibujaron dos mares: la península se alarga en un laberinto de carreteras y zigzagueos.
Esta ruta la dibujaron dos mares: la península se alarga en un laberinto de carreteras y zigzagueos.

El camino a la bahía de los Ángeles se reincorpora a la carretera 1, que lleva hasta el paralelo 28° Norte, la línea imaginaria que divide la península en dos estados. En ese punto está Guerrero Negro, donde se puede visitar una de las salineras más grandes del mundo.

Más adelante, en la Reserva de la Biosfera El Vizcaíno, llegamos a un oasis: San Ignacio, fundado por un misionero jesuita en el siglo XVIII. El pueblo, rodeado de palmeras datileras y atravesado por un río refrescante, conserva el ritmo de otros tiempos.

El zigzagueo de la carretera nos regresa al golfo de California, al pueblo de Santa Rosalía, con un pasado minero importante y arquitectura francesa. Entre otras rarezas, hay una iglesia diseñada por Gustave Eiffel. Las empanadas de piloncillo de El Boleo son una especialidad imperdible.

Más al sur, otro oasis: Heroica Mulegé, ideal para echarse en la playa con una “ballena” en la mano así llaman a las caguamas–. Aquí comienza la bahía Concepción, con aguas cristalinas que invitan a dejar de hacer cualquier cosa que implique cierto esfuerzo.

Bahía de los Ángeles, en la costa este de Baja California. Es un pueblo pesquero rodeado de desierto y montañas, con caminos de terracería y kilómetros de playas solitarias que dan al golfo de California. Su mayor atractivo es un archipiélago de 16 pequeñas islas que se despliegan frente a la costa y conforman la Reserva de la Biosfera Bahía de los Ángeles, importante refugio natural de diversas especies marinas.
Bahía de los Ángeles, en la costa este de Baja California. Es un pueblo pesquero rodeado de desierto y montañas, con caminos de terracería y kilómetros de playas solitarias que dan al golfo de California. Su mayor atractivo es un archipiélago de 16 pequeñas islas que se despliegan frente a la costa y conforman la Reserva de la Biosfera Bahía de los Ángeles, importante refugio natural de diversas especies marinas.

La ruta sigue hacia Loreto, cruzando paisajes que se alternan entre el azul del mar y la monotonía de la carretera. El pueblo mágico nos recibió con almejas chocolatas, una caminata por el malecón y la ilusión momentánea de acercarnos al final del viaje. Sin embargo, unos largos tramos sin sombra aún nos separaban de nuestro destino y el calor no daba tregua. Para evitar la deshidratación, nos cargamos con más de seis litros de agua por persona.

Finalmente, un mes después de haber salido de Tijuana, por caminos polvorientos y bajo el calor intenso, llegamos a La Paz y sus famosas playas. La ciudad, con museos, galerías y buen café, nos va regresando poco a poco a algo que se parece a la civilización.

Uno se va, pero el polvo de la Baja se queda pegado un buen rato. Igual que el particular bronceado marcado por el sol del desierto y la sal del mar, que sigue apareciendo días después, como si el cuerpo se negara a dejar el viaje atrás.

Reserva de la Biosfera Espíritu Santo: frente a La Paz, con islas como Espíritu Santo y La Partida, manglares, arrecifes, playas vírgenes y vegetación característica de la región. Hogar de peces, aves y una gran comunidad de lobos marinos. Anterior: bahía Concepción, joya escondida del golfo de California, con playas como El Burro, El Coyote, Los Cocos y Santispac.
Reserva de la Biosfera Espíritu Santo: frente a La Paz, con islas como Espíritu Santo y La Partida, manglares, arrecifes, playas vírgenes y vegetación característica de la región. Hogar de peces, aves y una gran comunidad de lobos marinos. Anterior: bahía Concepción, joya escondida del golfo de California, con playas como El Burro, El Coyote, Los Cocos y Santispac.

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