Los cielos azules son parte de la historia del romanticismo y la fragilidad anímica. Nuestra relación con el cielo se basa mucho en sus tonos de azul, de gris, de blanco y negro, pero en el azul reside gran parte de la felicidad quebradiza que delegamos al clima. Y aunque es difícil saber si el cielo azul provoca o justifica la alegría cotidiana, simbólicamente está ligada a ella de por vida. Most Blue Skies es un proyecto de Lise Autogena y Joshua Portway que se dedica a contestar la –acaso infantil– pregunta:
¿Dónde está el cielo más azul del mundo?
(Foto: Unsplash / Matthew Kosloski)
Most Blue Skies combina las investigaciones atmosféricas más recientes, el monitoreo ambiental y tecnologías de sensores con la ilusión histórica de encontrar el cielo más azul del planeta. Alimentado por data atmosférica, la instalación calcula el paso de la luz a través de materia de partículas en la atmósfera y computa los colores del cielo de 5 millones de lugares de la Tierra, mientras los presenta en un mapa digital.
“Es un sueño muy humano que todos compartimos”, anota Autogena en entrevista, “Siempre estamos discutiendo sobre el cielo más azul que hemos visto… Y todos tienen esta experiencia compartida. Es una percepción muy inocente del mundo a nuestro alrededor que mantenemos todos”.
En palabras de Portway, la misión que apuesta a encontrar el cielo más azul del mundo es imposible y por lo tanto romántica. Lo curioso es que el proyecto utiliza tres satélites para recabar información sobre algo que solo alimenta un deseo inocente de color y clima, y no tiene más utilidad que decirle al mundo que hay un cielo más azul que el que tienen encima, en algún lugar remoto del planeta. Most Blue Skies explora nuestra cambiante percepción del espacio de cielo y el esfuerzo requerido para sostener una visión humana de la naturaleza. Después de todo, las cosas más simples de la naturaleza son las que entregan un mensaje que todos podemos entender.
(Foto: Unsplash / Steven Coffey)