Julius Heinemann: aquí y ahora en Proyectos Monclova

“Prisma” es la primera exposición de Heinemann en una galería en México.

22 Jul 2019

Una ventana ilumina un pasillo todo vestido de blanco. En ella hay dibujos hechos por el artista alemán Julius Heinemann. La luz interfiere directamente y, según altura, potencia solar y nubes, la percepción del visitante cambia.

El pasillo desemboca en una sala  –ahí también predomina el blanco– donde cuelgan cinco cuadros, pintados por él. En ellos, el color dominante es el blanco, pero hay presencia, al igual que en el dibujo de la ventana, de los colores primarios: amarillo, rojo, azul.

En la pared del fondo, hay una bola negra, que desde luego resalta pero también parece un ojo que ve a la exposición y a sus visitantes. Y en efecto es lo que hace. Detrás de ese ojo está una cámara oscura donde uno se acostumbra a la negritud hasta que lleva, inmóvil, unos cuantos minutos; después, las imágenes, como efecto óptico, aparecen volteadas, coloreadas.

La sala anterior, donde hay cinco cuadros, aparece como una película fotográfica donde la imagen al poco va adquiriendo forma y color. Ese ojo negro que observa absorbe el color, la luz, y los visitantes que pasean por la sala terminan proyectados en la cámara oscura en posición invertida.

Prisma, la primera exposición individual de Julius Heinemann en México, cuestiona cómo la luz afecta lo que vemos; sobre todo, cómo la percepción de nuestro entorno es la que se ve afectada según la cantidad de luz que intervenga. El montaje pone a discutir las ideas del espacio con las ideas de la luz, y la ventana funge como un puente entre el interior y el exterior.

Más que el significado de las cosas, Prisma aborda cómo éstas se relacionan con otras. No es que a Heinemann no le interese el significado, sino que le interesa más el estado previo en el cual le damos nombre o significado a los objetos.

Julius Heineman hizo estudios de fotografía. En su trabajo esto puede notarse, aunque no se dedica particularmente a la foto. En plática cuenta: con la invención de la cámara oscura, la tradición de la pintura cambió. Sin embargo, lo proyectado en la película que es la cámara oscura no es una foto.

La imagen no puede quedar fija. Sale una persona de la sala, o dentro de la cámara oscura alguna sombra se mueve, y en segundos la proyección es otra. Una fotografía remite a otro tiempo y a otra historia; Heineman, con su cámara oscura, habla de un presente distinto según quién lo mire y a qué hora.

El resultado de Prisma, insiste Heineman, es el aquí y el ahora. Las ideas que uno trae, más el movimiento ajeno o la luz de la ciudad, entre otras circunstancias, hacen de esta visita una experiencia particular para cada visitante.

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